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Rajoy bajo palio

Lógico. Cospedal alcanza el éxtasis luciendo mantilla y peineta en la festividad del Corpus Christi. Esta señora puede hacer privadamente lo que guste, pero no como nueva presidenta de Castilla-La Mancha. ¿Qué otra cosa se puede esperar de los amantes del viejo nacionalcatolicismo y de un Estado aconfesional que no ejerce de esa manera?

Rajoy amenaza diciendo que Cospedal es “un avance” de lo que haría el PP si gana las elecciones generales. No es difícil imaginar a Mariano bajo palio como nuevo caudillo de España por la gracia de Dios, de los votos y de los poderes financieros, responsables estos últimos de la crisis y parientes de la gran familia de la derecha extrema.

Por mucho que pueda reprocharse a los socialistas, aterra que los ciudadanos den la confianza a estos personajes de baja estofa. La austeridad, fuegos artificiales al margen, siempre se dirige contra la población. Más aún con los populares dirigiendo el barco.

“No gastar más de lo que se ingresa” está bien teóricamente. Aunque ya es desgracia pedir dinero prestado, esa filosofía impide el desarrollo de quienes no ganan para llegar holgadamente a fin de mes y dificulta cualquier recuperación económica.

Los excesos deben ser recortados. No las políticas sociales o la inversión necesaria en infraestructuras. Sanear las cuentas, sí. No a costa de la gente de a pie. Sin embargo, la ciudadanía paga los platos rotos que nunca rompe. La indignación, pues, aumenta ante un panorama gris y las perspectivas de un paisaje más oscuro en el horizonte.

El paro o un trabajo sin calidad y derechos. Ésta es la cuestión. “Trabajar más y cobrar menos” fue la receta patrocinada por el ínclito Díaz Ferrán cuando era presidente de la CEOE. La genial idea para salir de la crisis no ha fenecido. Continúa viva y coleando.

Dicho de otro modo, sacar al país de un túnel sin que los trabajadores salgan de él. La Ley de Reforma de la Negociación Colectiva nos conduce en esa dirección. Éste es el camino que señalan los organismos nacionales e internacionales para reducir el número de parados y reactivar presuntamente la economía.

El pacto de competitividad a nivel europeo, que ampara la canciller Angela Merkel, liga la productividad y el salario. El caciquismo, bajar los sueldos, aumentar la jornada de trabajo o la movilidad empresarial constituyen las normas que nos envuelven y seguirán envolviéndonos con mayor ímpetu si la fuerza de la población no lo impide.

Austeridades y recortes, ya lo ven, bendecidos por la flexibilidad. El Pacto por el Euro borra la democracia y las fórmulas que no sean las impuestas en función de los intereses de unos cuantos. Se diluyen algunas conquistas sociales, no sólo de forma transitoria, y la pérdida de poder adquisitivo seguirá haciendo de las suyas en España.

Habla el departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU y reconoce que el endeudamiento público convierte en “frágil e incierta” la recuperación económica. Pero también nos dice que las políticas de austeridad la ponen en peligro. El asunto requiere medidas para recuperar la producción y preservar las inversiones.

Peor lo tiene Grecia con un segundo rescate financiero por parte de la Unión Europea si aprueba su durísimo plan de ajustes. No hay plan B ni alternativas para el país heleno ni para nadie. Las sogas aprietan los mismos gaznates cada día un poco más. Los próximos días 28 y 29 habrá huelga general en Grecia coincidiendo con la aprobación de los nuevos recortes del Gobierno griego. La suma que pretende ahorrar asciende a 28.000 millones.

Aquí mientras, los indignados no dejan de tomar la calle, y Rajoy planea su paseo triunfal bajo palio con permiso del candidato Rubalcaba, quien como vicepresidente y ministro del Interior elimina la reducción transitoria del límite de velocidad a 110 kilómetros por hora en autovías y autopistas. Entre ahorros y gastos, volverá el máximo de los 120 a partir del 1 de julio.

El ministro de Fomento, José Blanco, cree que esta marcha atrás, cuando la desconexión campea a su aire, “conecta con el sentimiento mayoritario del país”. Es evidente. Las próximas elecciones generales marcan la ruta. Pocas ilusiones podemos hacernos.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos

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