Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Quitarse el burka

Han pasado seis meses desde que Nicolás Sarkozy dijera a los franceses que había que quitarse el burka. «El burka no es bienvenido en territorio de la República», sentenciaba solemnemente hace unos días. Entonces yo no sabía que en el barrio de Clichy, el mismo que me descubrió Henry Miller en sus libros, las mujeres caminaban ocultas tras un burka afgano. Los diputados no se han atrevido a declarar una prohibición total, de modo que no será tolerado en las escuelas, los hospitales, las administraciones y los transportes públicos, pero sí estará permitido caminar embozado al aire libre por las calles de Saint Michel.

A pesar de que la popularidad de Sarkozy ya no la levanta ni el gemido más erótico de Carla Bruni, su declaración en Versalles ante los miembros de la Asamblea y el Senado para anunciar al personal la prohibición colocó al presidente en el laicismo más radical de toda Europa. El redactor de Le Monde se apresuró entonces a anunciarlo en un titular a cinco columnas y todos los medios de comunicación se dispusieron a publicarlo en todo el mundo. Sin lugar a dudas, fue un golpe de efecto que devolvió a Sarkozy, a falta de un socialismo coherente, al lugar que le correspondía: la revolución francesa y el bonapartismo. 

Después de todo aquello, sabemos que el informe que ha elaborado la comisión parlamentaria encargada de estudiar el asunto no reconoce la prohibición total del burka por temor a una sentencia contraria dictaminada en el futuro por el Consejo de Estado o la Corte Europea de Derechos Humanos. El socialismo francés, por su parte, boicoteó a través de sus parlamentarios la aprobación del informe, que salió adelante con apenas un voto de diferencia. Aseguran los socialistas franceses con un buen chorrazo de hipocresía que la prohibición sería de muy difícil aplicación (quién puede impedir lo que no es una imposición) y que no ayudaría a la laicidad, ni tampoco a las mujeres. Lo cierto es que no se puede estar contra el burka y defenderlo, por el simple hecho de ser negado por la derecha. La izquierda francesa está muerta y el Partido Socialista Francés es un absoluto contradiós, ideológicamente navegando a la deriva. Quia. 

El burka subraya la invisibilidad de la mujer y porque en París, antes que en cualquier otro lugar, es imposible imaginarse a una mujer invisible. Quien se pasea por Saint Germain debe saber que está pisando en la galaxia de Occidente. El burka no es sólo una vestimenta, es también un objeto litúrgico que escribe sobre el cuerpo de una mujer su condición de sierva. Tiene razón Nicolás Sarkozy, el derecho a vestir el burka no es un derecho religioso, sino todo lo contrario: una servidumbre que anuncia la propiedad de otro. Me gusta pensar que en la Francia de Voltaire no hay espacio para los fundamentalismos, quizá porque todo fundamentalismo es el éxtasis de la ignorancia.

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share