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Provocación papal

Desde mi posición de ciudadano laico, me he venido esforzando por no intervenir en las discusiones sobre la visita del Papa a nuestro país. En los diferentes medios de comunicación se han cruzado opiniones para todos los gustos, desde adhesiones fanáticas a rechazos viscerales.

He considerado significativas, por su sensatez, algunas intervenciones de los propios cristianos que se opnen a este tipo de visita por su fastuosidad en tiempo de crisis, como hacía con argumentos convincentes, desde su interesante artículo en este periódico, un cristiano de base. De manera colectiva, han sido varios los comunicados de protesta emitidos por grupos de católicos y sacerdotes: “Como cristianos, recibiremos al Papa; pero no nos gusta este viaje con tanta pompa y ostentación. Debería ser modelo de igualdad, participación y sencillez”.

Lo que sí ha roto mi silencio, ha sido la declaración de Benedicto XVI a los periodistas, en su vuelo de llegada: “El laicismo fuerte y agresivo de la España actual es como el anticlericalismo de los años treinta – II República- . España es el epicentro del laicismo del mundo occidental”. Esto le lleva a plantearse la necesidad de reevangelizar nuestro país y ha incitado a sus fans agritar:”¡Zapatero, reza con nosotros!”
Lo que verdaderamente resulta “fuerte y agresivo” es tener que oír esta sandez provocativa de un mandatario extranjero que, camuflado bajo los honores de Jefe de Estado, viene a un Estado democrático y laico por su Constitución que, además de subvencionar a la Iglesia con más de 3.500 millones de euros al año, paga los casi 30 millones de euros que cuesta su viaje para hacer proselitismo sectario y difundir sus creencias. Él mismo reconoce que viene como peregrino en misión pastoral.

Lo que hace aún más imporcedente que el Estado español cargue con los gastos.
En lugar de culpar a los ciudadanos españoles del alejamiento de su Iglesia, más le valdría hacer autocrítica y reconocer que con sus planteamientos reaccionarios, faltos de compromiso social, con su oposición a la educación cívica y a los avances científicos en beneficio de la humanidad, o con la ocultación de sus clérigos pederastras mientras condena el divorcio, la unión de homosexuales y la interupción del embarazo ha sido ella la que se ha despegado de los problemas humanos.

Fue él precisamente, como cardenal Ratzinger, con su prestigio de de intelectual (progresista en un principio), el que traicionó el espítitu ético-profético en favor de los débiles que propugnaba el Concilio Vaticano II y lo desvió en sentido contrario encumbrándose en la cómoda burbuja ontológico-cultualista de los privilegiados.

Aun admitiendo la dudosa legitimidad democrática de un Estado teocrático como es El Vaticano, si viene como Jefe de Estado, tendría que haber sido más respetuoso con el país que le recibe como invitado de honor con tanta parafernalia.

Como demócata español, me he sentido humillado al ver a los miembros de la Casa Real y al Embajador de España en la Santa Sede (para colmo, socialista) hacer la genuflexión y besarle el anillo al Papa.

¿Es este el laicismo tan “fuerte y agresivo” y tan parecido al de la República que ha detectado el Papa en España? Le estaría bien empleado que fuera cierto lo que ha dicho, por provocador.

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