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Por ser católico

Algo chamuscado en su orgullo por no haber sido propuesto como Defensor del Pueblo por el gobierno socialista, don Francisco Vázquez ha hecho un amargo comentario sobre el partido al que nominalmente todavía pertenece. «Hoy, un católico no tiene nada que hacer en el PSOE, salvo ser utilizado como coartada». El enfado le ha hecho faltar a la verdad. Católicos en el PSOE hay muchos. Y en lugares muy destacados del escalafón: Bono, Jáuregui o Blanco. Y ni siquiera podría decirse que son los valores del laicismo los predominantes en la política del socialismo postfranquista porque durante su acción de gobierno, con González y con Zapatero al frente, ha respetado todos los privilegios de la Iglesia Católica, especialmente los relativos a la financiación. Otra cosa es que no hubiera hecho suyos los criterios de la jerarquía eclesiástica en la regulación de asuntos en los que tienen preeminencia el orden civil, como el matrimonio y el aborto. Faltaría más.
A lo largo de su dilatada trayectoria política, Vázquez se ha caracterizado por cambiar de discurso en función del público al que se dirigía y de sus momentáneos intereses. Franquista con los franquistas (ahí está su defensa a ultranza del callejero fascistoide), y republicano con los republicanos, el comportamiento de Vázquez como alcalde durante 23 años estuvo guiado por un populismo provinciano que le hizo ganar fama de buen gestor entre la derecha mediática madrileña. Hasta que, después del escándalo sobre la adquisición y modificación de la casa familiar, su propio partido le obligó a renunciar al cargo y aceptar la embajada en El Vaticano como retiro dorado.
Pero se ve que cinco años de reflexión no le han llegado y ahora pretendía saciar su sed de honores con el nombramiento de Defensor del Pueblo. Un cargo para el que él mismo no había dudado en ofrecerse impúdicamente contando con el apoyo de ciertas instancias del PP. A los 65 años cumplidos, cualquier persona medianamente razonable sólo aspira a jubilarse y a vivir en paz consigo mismo el último período de su existencia. Y los católicos, como Vázquez, a ponerse a bien con Dios. Salvo que entienda que su afiliación al PSOE pueda comprometer la salvación de su alma y decida darse de baja. Sería lo coherente.

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