Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

¿Por qué llora el obispo?

Dice el diccionario que un obispo es el prelado superior de una diócesis. O sea que tiene más categoría administrativa que un sacerdote. De un tiempo a esta parte, veo –leo– que se dan algunas discusiones sobre los obispos que son llamados para gobernar en una diócesis. Los sacerdotes y los ciudadanos católicos expresan su conformidad o su disconformidad sobre el nombramiento. Sin que se pueda ir más allá de unas opiniones más o menos discretas. Porque, en este ámbito, la aceptación o el rechazo a través de los votos populares no es posible.
El caso del nuevo obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, consiste en unas declaraciones que han disgustado –o escandalizado– a muchos fieles. Según el dicho a eso se llama llegar y besar el santo, y en este caso significaría llegar al cargo de obispo y dar inmediatamente una campanada.
«Hay males peores que el de Haití, como nuestra situación espiritual».
Dice el señor obispo que deberíamos llorar por nuestra concepción materialista de la vida, que eso sí es para llorar. Cada uno llora por lo que quiere o por lo que puede. No es preciso decir que el señor obispo tiene derecho a llorar mucho por quien tiene una concepción materialista de la vida, y en cambio no encontrar tan grave que tantos miles de personas hayan perdido la vida. Creyentes y no creyentes, adultos y niños.
Me sorprende la rapidez con la que los obispos recién proclamados se ponen a realizar declaraciones. A veces parece que el asesor de sermones les ponga rápidamente un texto delante. Es frecuente que el nuevo obispo tenga que ir corriendo después a denunciar «malas interpretaciones». Tanto si la iniciativa de estas declaraciones es propia como de su equipo, la imprudencia es evidente. Hay que pensar, hay que valorar lo que piensan otros, hay que consultar. Un obispo no es cualquiera. Ante tantas víctimas inocentes, ¿cómo puede ser que, mientras se van acumulando los cadáveres, un obispo diga que hay cosas peores, «como nuestra pobre situación espiritual»? ¿Qué compensación es esta?
O sea que «no tenemos que llorar» por los desgraciados de Haití, sino por nuestro materialismo. Este es el gran mal, lo peor de todo, no debemos equivocarnos. Aunque tengamos buenos trajes, coches, platos en la mesa, debemos de dar mucha pena. Somos merecedores del peor de los castigos.
Escucho a un haitiano malherido que murmura: ¿no hay ningún terremoto en el Vaticano?

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share