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¿Por qué la visita de Francisco puede (o no) considerarse de jefe de Estado?

México tiene relaciones diplomáticas desde 1992 con la Santa Sede. Jorge Mario Bergoglio es actualmente su jerarca máximo, ejerce la dirección de la Iglesia Católica pero también soberanía sobre el Estado Vaticano que aloja a la Santa Sede.

El Vaticano anunció que el papa Francisco viene a México en visita apostólica, pero la Presidencia de la República informó el martes que le dará trato de jefe de Estado. ¿Es posible hacer a un lado la figura del líder religioso?

Jorge Mario Bergoglio representa al Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, territorio que aloja a la Santa Sede. Desde 1992, existe una relación diplomática con México y un intercambio de funcionarios: un embajador mexicano en el Vaticano y un nuncio apostólico en el país.

Sin embargo, así como Bergoglio es un jefe de Estado también es la figura del líder máximo de la Iglesia católica, ambas, alojadas en la representación de la Santa Sede. No puede tener un papel y dejar el otro, ejerce ambos al mismo tiempo.

“La Santa Sede es la conjunción de la Iglesia católica universal con la del Estado de la Ciudad del Vaticano. Un papa representa al máximo jerarca de ambos. La Santa Sede tiene su territorio en la Ciudad del Vaticano: son ciudadanos de la Santa Sede los que tienen ciudadanía vaticana y por eso el papa es su jefe de Estado; pero simultáneamente todos los católicos son parte de la Santa Sede y el papa tiene injerencia sobre ellos como jefe máximo”, explicó en entrevista Elio Masferrer Kan, investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

La Santa Sede, como sujeto de derecho internacional, mantiene relaciones con 180 países, tiene un lugar como observador ante la Organización de las Naciones Unidas y es integrante de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa y del Consejo de Europa.

El derecho internacional lo explica así: la Santa Sede es el gobierno universal de la Iglesia Católica y opera desde la Ciudad del Vaticano, un territorio soberano e independiente. La Santa Sede también es una entidad jurídica soberana bajo el derecho internacional. El Papa es el gobernante de ambos y el “Sumo Pontífice” de la iglesia católica.

En México, si bien la visita es apostólica —en su papel de líder religioso—, el gobierno mexicano confirmó que le dará trato de Jefe de Estado para que haya un “diálogo abierto entre el Papa y el Presidente de la República, así como entre las autoridades de México y la Santa Sede, para explorar los mecanismos que permitan que la relación bilateral siga dando frutos en los temas de interés compartido”.

El Papa asistirá a Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo del Estado mexicano, pero debería hacerlo como Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano.

En ese sentido, le corresponde al presidente Peña Nieto dirigir y encabezar la ceremonia de recepción como responsable de las relaciones internacionales entre los dos Estados.

El resto de las actividades de Francisco ocurren en un contexto de máximo jerarca en la Iglesia católica. Los funcionarios que participen en esos eventos del Papa tendrían que hacerlo como creyentes, pues ya no se trata de un programa por una visita de Estado.

En ese sentido, también hay diferencias sobre cómo dirigirse a Bergoglio. El título secular es el de jefe de Estado del Vaticano, el resto —incluyendo el de Papa, Santo Padre, Vicario de Cristo, Sumo Pontífice, Obispo de la Iglesia Católica u Obispo de Roma—, están vinculados a su liderazgo de la Iglesia Católica.

En la década de 1860, desde el Vaticano anunció el fin de la relación de la Santa Sede con México tras la aprobación de las Leyes de Reforma. Argumentaron que se afectaban “los intereses del clero” al permitir la libertad de culto, prohibir la realización de ceremonias religiosas fuera de la Iglesia, nacionalizar los bienes eclesiásticos y declarar el Estado laico.

La relación se restableció en 1992 con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).

Como máximo líder de la iglesia católica, México ha recibido en seis ocasiones a otros dos papas. De esas visitas, ya con relaciones diplomáticas, recibió a Juan Pablo II en 1993, 1999 y 2002; y a Benedicto XVI en 2012.

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