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Por qué es tan estupendo/maravilloso/ chiripitifláutico ser español

Breve preámbulo

Como explico en Panfletario, cuando los amigos de la editorial Pepitas y un servidor estábamos editando el libro, estuve a punto de incluir entre los textos uno titulado “Trece reflexiones sobre la identidad vasca”, una visión quizá un poco amarga de lo que pienso sobre la cuestión, y que había publicado ya en euskera en diferentes formatos. En él hablaba de lo incómodo que se me hace a veces ser parte de ese pueblo que “canta y baila a ambos lados del Pirineo”, y trataba de reírme un poco de lo que se considera convencionalmente ser vasco hoy en día. Pero, aunque llegué a traducir el texto al castellano, luego decidí dejarlo en un cajón: hay cosas que está bien decirse a la cara, sin tapujos, entre las personas implicadas, pero que cuando se sacan de contexto quizá tienen menos significado. 

Pienso que no siempre es obligatorio editar exactamente lo mismo en los dos idiomas, sobre todo, teniendo en cuenta qué posición tan diferente ocupan en el modo de producción cultural que los envuelve, y las diferencias del público al que irían dirigidos ambos textos. Ese sobre la identidad vasca, por ejemplo, tendría como objetivo de segundo orden molestar en sus creencias a algunos nacionalistas vascos, que forman, por otra parte, el grueso de la población lectora euskaldún. En Panfletario me temo que no tenía mucha razón de ser, más allá de reafirmar algunos de los prejuicios de los nacionalistas españoles que llegaran a leerlo. 

En general soy partidario de hurgar en la herida, y si aquel texto tenía la intención de hacerlo en la del nacionalismo vasco, lo lógico es que lo sustituyera en mi libro por otro de similar intención, pero dedicado a la identidad española. De hecho, empecé a redactarlo con el título provisional de “Por qué no acaba de convencerme esto de ser español”. Pero tengo que reconocer que al final me entró pereza, quizá porque me puse a ello en pleno estado de alarma coronavírico. Es decir, en medio de una reafirmación nacionalista demasiado evidente, tanto por parte del gobierno, con todos sus soldados, sus policías y su lenguaje militarista al frente, como por parte de la ‘Revolución Cayetana’ de Núñez de Balboa y de la ultraderecha –¿acaso hay alguna derecha que no sea ultra en España? Si hasta el centro es ultra…–; tanto fue así que creo que me venció la evidencia de lo redundante que podría ser mi esfuerzo.

Bueno, pues al final lo he hecho, tarde, bajo el título “Por qué es tan estupendo/maravilloso/chiripitifláutico ser español”. Ahí va.:  

14 razones 

Ser español es estupendo, maravilloso, chiripitifláutico. Mal que les pese a los nacionalistas (periféricos) y a todos esos luteranos y calvinistas que no han dejado de muñir, desde el siglo XVI (e incluso desde antes), versiones sucesivas de la falsaria Leyenda Negra, ser español es brutal, magistral, genial, y hay que decirlo más, tal y como nos instaban desde La Hora Chanante a hacer con cierta expresión: con la misma asertividad y la misma bonhomía –otros dirían campechanía–. He aquí una serie de argumentos para reafirmarse en la idea, tan venida a menos estos últimos tiempos.

Ser español es estupendo/maravilloso/chiripitifláutico…

1.- …porque es el único lugar del mundo en el que se puede ser nacionalista sin ser nacionalista, que es algo muy feo y demodé. Para ser nacionalista sin ser nacionalista, España cuenta con una serie de nacionalismos (periféricos), pequeños, particularistas y torpes, que se empeñan en inventarse un pasado mítico que nunca jamás existió. No como España con su Viriato, su Covadonga, su Reconquista, o su Encuentro Entre Culturas (a.k.a Descubrimiento). 

2.- …porque permite, a estas alturas del siglo XXI, ser, sin sonrojo alguno, monolingüe (y despreciar de paso los ininteligibles dialectos periféricos, es decir, el catalán, el valenciano, el mallorquín, el ibicenco, el menorquín, el formenterano, el vascuence de Zaldibia, el de Markina, el gallego, el asturiano, el aragonés, el aranés…), y pensar que eso, no conocer más que una lengua, universal eso sí, es el estado natural del hombre y la mujer contemporáneos. 

3.- …porque, gracias a la cantidad media de insolación solar al año, a sus playas, a su dieta mediterránea, a sus cañas, sus tapas y sus terracitas, la patria tiene un índice bajísimo de suicidios en comparación con esos supuestos campeones del Bienestar que son los fríos países del norte de Europa, en los que la gente está mohína, se emborracha en casa y, consecuentemente, pierde las ganas de vivir. 

4.- …porque uno puede sentirse parte de la nación más antigua de Europa y casi-casi-casi del mundo mundial (si España fuera una taberna o una mercería, en el cartel, debajo del nombre, figuraría “Fundada en 1492” o, si los dueños se pusieran estupendos, incluso “Desde 507 d.C.”, en referencia a esa protoEspaña tan española que fue el reino visigodo de Toledo). Eso, si nos referimos a la España histórica, por supuesto, porque la España metafísica seguro que se remonta como poco al Big Bang (es una pena que Menéndez Pidal no se hubiera dedicado a la cosmología, porque seguro que habría dado con la radiación de fondo de microondas de la españolidad…). Todo eso, en consonancia con el punto 1, es decir, sin sentirse para nada nacionalista… 

5.- …porque permite vivir de espaldas a un país/apéndice como Portugal, en justo castigo por perder tontamente, en 1640, el privilegio de seguir siendo español. Salvo para cuando es necesario hacer comparaciones internacionales (en el campo de la economía, sobre todo, aunque cada vez menos…), en cuyo caso siempre se puede constatar, junto al grupo Siniestro Total, aquello de “Menos mal que nos queda Portugal”. 

6.- …porque confiere la inaudita capacidad de no ver contradicción alguna entre reafirmar la españolidad de Ceuta y Melilla, que son españolas desde siempre, es decir, desde 1580 y 1556, respectivamente, y reivindicar la de Gibraltar, en manos de la pérfida Albión desde el vil tratado de Utrecht de 1715. Es lo que tiene la geometría (histórica) variable… 

7.- …porque lo pone en tu DNI. Algo que suele recalcarse siempre antes (o después) de que a alguien se le haya dicho, amablemente, que “si no te gusta España, ahí tienes la puerta de salida”. Entendiéndose que, desde luego, el susodicho o la susodicha tiene que largarse solo, sin desgajar y llevarse consigo la nación (periférica e imaginaria) cuya reivindicación suele provocar, casi siempre sin excepciones, la apelación al Sagrado Documento. 

8.- …porque aquí, después de expulsar a judíos y moriscos, de haber sojuzgado a los pueblos indígenas del imperio americano (que fue, además, uno de los vértices del comercio trasatlántico de esclavos), de perseguir y marginar al pueblo gitano, de haber implementado unas cuantas leyes de Inmigración cuyo objetivo fundamental ha sido y es precarizar el trabajo de los recién llegados, y de tener una de las políticas de asilo más restrictivas del todo el mundo mundial, no hay racismo. Qué va. 

9.- …porque el consenso sobre la memoria histórica es total y absoluto, siempre que se remonte, como muy tarde, o muy pronto, hasta 1975, y se refiera solo y exclusivamente al dolor causado por la organización terrorista ETA. 

10.- …porque, como se ha señalado en el punto 8, a pesar de que España fue cabeza de un Imperio (en el que nunca se ponía el sol, y, por cierto, a veces tampoco salía, para sus súbditos más desafortunados y prematuramente asesinados en masa), el español puede sentirse, así y con todo, víctima: de la envidia de sus vecinos europeos más desafortunados (todos), de la ingratitud de los catalanes, de la extorsión fiscal de los vascos, de las artimañas dialécticas de los creadores de la falaz Leyenda Negra (ya mencionada en la introducción de este pasquín), de las oligarquías extractivas nacionales (siempre que no haya que echar mano de ellas para reivindicar la antigüedad histórica de la nación, cfr. punto 4), de los inmigrantes legales e ilegales que les quitan el trabajo a los honrados trabajadores de raza hispana (cfr. punto 8) etc. 

11.- …porque, pese a que uno de los orígenes (en este caso no tan mítico) de la nación española se halla en la Guerra de la Independencia contra el francés, el (imposible) sueño húmedo del (inexistente, cfr. punto 1) nacionalismo español ha sido siempre, de alguna manera, la Francia contemporánea: su centralismo, su política de laminación de toda lengua que no sea la designada como nacional, su eficaz estatalismo. Eso sí, todo ello sin cortarle la cabeza al rey (también Borbón), sin abrazar el laicismo y marginar (aunque sea un poquito) a la escuela privada (hoy concertada), sin proteger demasiado la cultura patria y sin renunciar a una deuda pública casi siempre galopante. 

12.- …porque tiene uno de los patrimonios naturales más impresionantes de Europa (siempre, claro está, que no se lo merienden la especulación inmobiliaria, sobre todo en la costa y sus alrededores, y los incendios de cuarta, quinta y sexta generación). Gracias, naturalmente, a haber fracasado en su revolución industrial decimonónica, a haberse desindustrializado tempranamente a finales del siglo XX, y al precio de una España interior vacía/vaciada. 

13.- …porque gracias a la industria turística, el país se ha convertido en destino privilegiado de todos los hooligans de Europa, que vienen alegremente a estampanarse desde los balcones de sus habitaciones contra los bordes de las piscinas de los hoteles en los que se alojan. Y muchos de los naturales del país (camareras y camareros, kellys, cocineros y cocineras, instructoras e instructores de windsurf etc.), en su alegre servidumbre, a cambio de salarios mínimos y una estacionalidad digna de mejor causa.  

14.- …porque celebra su día conmemorando un hecho digno y victorioso, el del Descubrimiento de América, y no a la manera de tantos nacionalismos periféricos como el catalán, o el interno castellano-comunero, una deprimente derrota (la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión y la batalla de Villalar, respectivamente). Aunque la celebración de esos hechos de armas, que tanto bien hicieron a España, siempre sea preferible a apropiarse de fiestas que deberían ser de todos los muy españoles y mucho españoles, tal y como hacen los vascos con el domingo de Resurrección (el malhadado Aberri eguna) y los gallegos con el día de Santiago apóstol (que, encima, mezclan arteramente con la reivindicación de Rosalía de Castro, una escritora nada menos). 

15.- …porque, jugando bien las cartas que se han repartido, es posible resignificar todo lo resignificable en su historia, limpiándolo y dándole esplendor más o menos progresista: la universalidad del Imperio, la dinastía borbónica, la Restauración, la Legión, la bandera que ondearon los golpistas en contra de la II República, la tercera España y sus ecuánimes intelectuales, algunos líderes nacionalsindicalistas de indudable raigambre  anticapitalista, la entrañable familia tradicional de toda la vida del Señor, la Marcha Real –es decir, el himno de España, a la espera de una letra que lo resignifique definitivamente–, el cantante Raphael o la Transición –con o sin Movida madrileña–. Etcétera, etcétera.

Después de releer yo mismo esta lista de razones, me están entrando unas ganas locas de hacerme más español aún, si cupiera tal posibilidad cuántica, porque lo cierto es que ya lo pone en mi DNI. ¿Alguien sabe si hay alguna manera de renovar los votos matrimoniales con la nación? ¿Dónde está el juródromo de bandera más cercano? Siri, ayúdame.

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