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Podemos en clave religiosa

Según el autor el fenómeno Podemos debe interpretarse en clave religiosa y no solo política para poder entenderlo.

“Cuando os insulten, griten o difamen, sonreíd, porque vamos a ganar”. Eso dijo Pablo Iglesias Turrión cuando fue elegido Secretario General de Podemos. Para quienes conocemos los textos bíblicos, es difícil no acordarse de frases similares de Jesús en los evangelios: “Y si en algún lugar no les reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de los pies. Yo les aseguro que esa ciudad, en el día del juicio, será tratada con mayor rigor que Sodoma y Gomorra” (Mateo 10, 14-15). Es fácil encontrar muchos más paralelismos entre Podemos y la religión, y de hecho aquí vamos a lanzar la hipótesis de que el fenómeno Podemos debe interpretarse en clave religiosa y no solo política para poder entenderlo.
Hasta ahora, los acercamientos teóricos al fenómeno Podemos han sido exclusivamente políticos, pero falta una perspectiva religiosa que los complemente y matice. Y por religiosa me refiero a entender el fenómeno Podemos como un fenómeno más religioso que político, similar a otros fenómenos religiosos como el cristianismo primitivo o la reforma protestante. No quiere decir esto que Podemos sea una secta o grupo religioso, sino que el fenómeno socio-político que se ha producido en torno a Podemos se ha desarrollado como un fenómeno religioso o, por lo menos, con muchas de sus características y rasgos. No porque los líderes o seguidores de Podemos lo hagan así (emic)conscientemente, pero sí que ha derivado en eso: acaban actuando como si fueran una religión, y sus seguidores se comportan de un modo muy parecido a la religión. Dicho de una forma: un observador etic podría clasificar el fenómeno Podemos entre otros fenómenos religiosos al observar en aquél rasgos propios de éstos. O podría entender mejor a Podemos si lo analiza desde ese prisma de las religiones, como si fuera una religión, que desde otros. No sería la primera vez que un partido o movimiento político adquiere rasgos religiosos que no estaban en su origen ni en sus intenciones, o que se desarrolla de forma parecida a las religiones. El comunismo o el ecologismo, por lo menos en algunas de sus formas, también han mostrado rasgos similares. En cualquier caso, presentamos aquí esta hipótesis que, como tal, queda sometida a la crítica argumentada (¿puede haber otra?), de modo que, a la postre, pueda comprobarse si la hipótesis es una auténtica analogía o una mera homología.
Llamamos “fenómeno Podemos” al hecho asombroso de que un partido político, de reciente creación, haya sido capaz de lograr resultados espectaculares en un periodo temporal muy corto. En menos de cinco meses, sin ser todavía ni siquiera un partido constituido sino solo una candidatura, fue capaz de lograr 1.253.837 votos (el 7,98%), y cinco eurodiputados en las elecciones europeas, y en menos de un año, siendo ya partido, tiene más militantes[1] que el PSOE, y es el número 1 en intención directa de voto en las encuestas. Todo un fenómeno inédito en la historia política reciente de España. Llegado el caso, podría ser la primera vez que un partido creado dos años antes ganara unas elecciones generales o se convirtiera en la primera fuerza de la oposición.
Como decíamos, se han propuesto muchas hipótesis para explicar este fenómeno, desde las más conspiranoicas hasta las más ingenuas, y otras mucho más sensatas. Pero parece que falta alguna que apunte al elemento religioso como una parte o variable de la explicación.
Pensemos, por ejemplo, en los militantes y simpatizantes del nuevo partido. Podemos surge a partir del manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político. Del grupo de intelectuales que firma ese manifiesto surge después una candidatura para las elecciones europeas con el nombre de Podemos y un programa electoral que los propios dirigentes reconocen que era bastante improvisado. Sin embargo, resulta un éxito. ¿Cómo explicamos esto? ¿Cómo es que millones de ciudadanos deciden votar a una opción meses antes inexistente, sin experiencia previa, con un programa para salir del paso? Se ha señalado a la indignación ciudadana manifestada en el 15-M, las mareas ciudadanas o el movimiento anti-desahucios, a la desconfianza hacia los partidos tradicionales y el bipartidismo por la crisis económica y la corrupción, a que Podemos no nace realmente de la nada sino de partidos preexistentes como Izquierda Anticapitalista (IA), al papel de los medios de comunicación y su presencia en ellos, etc. Sin embargo, nada de eso por sí mismo ni en conjunto puede explicarlo suficientemente. Falta ahí el elemento religioso de la conversión, y por su carácter masivo, de avivamiento (revival).
Los militantes y simpatizantes de Podemos son mucho más parecidos a conversos religiosos que a militantes y simpatizantes de cualquier otro partido político. La conversión religiosa implica el arrepentimiento del converso respecto de su vida anterior (pecaminosa) y la confianza plena y absoluta (fe ciega) en la nueva religión que abraza y su líder, lo que experimenta como un cambio radical que le da una nueva perspectiva total y le lleva a una nueva forma de vida coherente con la nueva fe. Todos esos elementos pueden encontrarse en gran parte de la militancia de Podemos. Muchos de ellos eran militantes o simpatizantes de otros partidos, y otros eran desencantados de la política. Unos y otros han “visto la luz” en Podemos, arrepintiéndose de su anterior voto, militancia o inacción y pasando a la nueva vida de militancia activa. También es recurrente que muchos de ellos desarrollen un claro desprecio a su anterior partido de referencia: son los “rebotados” de partidos previos que ahora están en Podemos, de forma similar a como muchos católicos convertidos al protestantismo acaban odiando a la iglesia del papa de Roma.
También está el elemento de la fe en el nuevo partido y sus líderes, especialmente Pablo Iglesias. Y es ciertamente una fe, en el sentido de confianza plena que se basa mucho más en la emoción, la esperanza o la creencia que en el análisis crítico o la argumentación. El voto a Podemos en las elecciones europeas no pudo deberse a un análisis y comparación sosegados de los diferentes programas y candidaturas que diera como resultado el voto a Podemos como el más razonable. Todos los elementos objetivos iban en su contra: programa, experiencia, etc. Lo que movió ese voto fue la fe en que los miembros de esa candidatura serían mejores que los de las demás; la confianza, deseo o esperanza en que así fuera. Podría objetarse que la ilusión que genera Podemos, pese a no tener un programa, se debe, precisamente, a que permite a la ciudadanía la posibilidad de participar asambleariamente en la elaboración de ese programa, y que es eso lo que genera la ilusión. Sin embargo, los datos lo desmienten: Podemos obtuvo 1.200.000 votos (aprox.) y según las encuestas serían más todavía los que les votarían en las generales, pero solo se han inscrito en el Partido 200.000 personas. Esos 200.000 inscritos pueden estar ilusionados con su participación directa en la creación de Podemos, pero el otro millón largo que no participa pero sí que les vota o piensa hacerlo y confía en ellos lo hace por pura fe, ya que no tiene más datos objetivos (programa, etc.) que su confianza en que lo harán bien. Otra cosa será qué motivos llevaron a esa fe, pero que se trató de fe no hay duda.
Y esa fe continúa: después del éxito europeo, y en parte gracias a él, los conversos han aumentado y han reforzado esa conversión. No solo se identifican con el partido sino que, además, están absolutamente convencidos de que van a ganar las elecciones, ¡sin ni siquiera saber qué hará el partido cuando gane!, ya que todavía no tiene programa. Contrasta la enorme confianza y esperanza en esa próxima victoria electoral pese a la falta casi total de datos para justificarla: de hecho, lo único que tienen es la promesa en que todo irá mejor. Pero nada más: y nada menos, pues la fe religiosa en el cielo o el nirvana tampoco deja de ser otra cosa que eso, y sin embargo también mueve montañas. Que Podemos gane unas elecciones generales significa que consigan, por lo menos, unos 9 millones de votos. Pero no solo eso, implica que los demás partidos pierdan esos 9 millones y que pasen a ellos, que es como decir que la mitad, más o menos, de quienes votaron PP, PSOE e IU voten cuatro años después a Podemos. Imposible, desde luego, no es, pero la improbabilidad de que ocurra contrasta con la fe y el convencimiento de quienes creen que va a ser así.
Por otro lado, el culto al líder y la disminución del pensamiento crítico es otro factor. El caso de la papeleta de voto de Podemos en las elecciones europeas lo reflejó a la perfección: por primera vez un partido colocaba como logotipo la cara de su líder en vez de un símbolo del partido. Este gesto, de claro culto al líder, sería algo inimaginable que ocurriera en otros partidos, sobre todo en los de tradición trotsquista. Sin embargo, fue algo totalmente asumido sin crítica[2] incluso por los trotsquistas de Izquierda Anticapitalista y justificado a posteriori como algo necesario. Igual con otros gestos como las elecciones internas con listas cerradas y sistemas mayoritarios en vez de proporcionales, en los que el grupo vencedor se queda el 100% de la representatividad y no deja ningún espacio a los demás grupos: algo asumido y justificado plenamente por los militantes[3]. Así como la negativa a definirse como de izquierdas o a participar en manifestaciones unitarias por la República[4]: totalmente justificado por parte de los seguidores de Podemos pese a ser muchos de ellos de izquierdas y republicanos, o incluso a pesar de haber acusado en su día a sus anteriores partidos de no serlo suficientemente o de forma incoherente. Por otra parte, los militantes de Podemos conocen y recitan a la perfección el mismo discurso a forma de mantra: somos ciudadanos, realmente no somos un partido[5], el enemigo es la casta, no somos de izquierdas sino de abajo, el miedo está cambiando de bando, vamos a ganar las elecciones…, y si no estás conmigo estás contra mí y con la casta. Un discurso (en realidad una narrativa) que no procede de un programa político o electoral sino de los mítines y entrevistas del propio Pablo Iglesias y su grupo más cercano, aprendido y recitado a modo de citas de textos sagrados.
Ahora bien: ¿a qué se debe este avivamiento, esta conversión masiva a Podemos, esta fe religiosa en que ganarán las elecciones? Las semejanzas con otros movimientos religiosos pueden ayudarnos a entenderlo. Podemos habría salido beneficiado por la forma religiosa en la que se han conducido los acontecimientos o así han sido interpretados por buena parte de la población. No quiere esto decir que Podemos haya buscado deliberadamente que así fuera, pero sí que, una vez ocurrido, le ha sido útil y, consciente o inconscientemente, les ha servido y lo han alimentado. Usaremos aquí principalmente la mitología judeocristiana y el modelo del cristianismo primitivo para explicar el fenómeno Podemos por ser con el que más parecidos le encontramos.
Las religiones se conforman de acuerdo al esquema mítico básico: caos-dios-orden. Ante una situación de caos o injusticia, aparece un dios, héroe o semidios que, de forma milagrosa (Deus et machina), impone o restaura el orden o la justicia. En el mito judeocristiano de la creación, Dios crea el mundo de la nada con su sola palabra (“Y dijo Dios: Hágase”). En el mito del éxodo hebreo, Moisés libera a su pueblo de la esclavitud en Egipto hacia la tierra prometida obligando a Faraón a ceder con las diez plagas. En el mito, al dios o héroe se le contrapone el mal, o el villano que lo encarna, y con el que se enfrenta y al cual vence: el caos, la nada, faraón, Goliat… El cristianismo primitivo también se basa en esta estructura mitológica, concretada como un mito mesiánico. El mal o injusticia inicial es la dominación romana del pueblo judío. El orden esperado es el reino de Dios: la independencia judía y la instauración de la teocracia. El héroe es el mesías prometido por los profetas si los judíos se arrepienten, ya que la dominación romana es la consecuencia divina por haberse apartado de la ley de Dios. La forma en la que el héroe conseguirá el reino de Dios es la sublevación armada contra Roma, asistido por legiones de ángeles de Dios que vendrán en su ayuda. Es el arrepentimiento de los pecados y la creencia ciega en que Dios cumplirá su promesa lo que mueve la fe de los primeros cristianos, pese a que creer que algo así ocurriría era cualquier cosa menos evidente[6].
El esquema mítico básico de Podemos es el mal personificado en la casta (los de arriba) que genera la injusticia de la crisis económica, el paro, los desahucios y la pobreza de la ciudadanía (los de abajo). Destaca el maniqueísmo y la inconcreción de la terminología, esta vez sí que deliberadamente buscada: la casta (los de arriba) versus los ciudadanos (los de abajo).
Es un esquema binario y de tercio excluido donde solo hay esas dos opciones, y entre las que hay que elegir necesariamente. En palabras del propio Jesús de Nazaret: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Lucas 11, 23). Un esquema que conlleva que, para los seguidores de Podemos, cualquier crítica al partido o al líder se interpreta como procedente de alguien de la casta o aliado suyo ya que no caben más opciones.
En realidad, no está claro qué es exactamente la casta ni los ciudadanos. No son términos científicos (en el sentido de las ciencias sociales): “casta” es un término concreto para designar una forma de estratificación social muy rígida y por nacimiento típica de la India, y “ciudadanos” son los sujetos con plenos derechos políticos, principalmente el de sufragio. En ese sentido, en España no hay castas y los banqueros y políticos son ciudadanos. Evidentemente, se trata de metáforas. El problema es que las metáforas pueden ser iluminadoras, o pueden ser oscurantistas: pueden aclarar algo más complejo o confundir más todavía algo de por sí complicado, como es el caso aquí. Lejos de ser términos científicos para analizar la realidad socio-política son, en realidad, términos con una carga emocional para mover precisamente los sentimientos y no la razón. Su ambigüedad busca precisamente eso: que todo el mundo pueda identificarse como ciudadano y despreciar a la casta. De hecho, ¿cómo se puede saber quién pertenece a cada grupo? No hay forma objetiva de hacerlo, depende de la intuición o el sentimiento de cada uno. ¿El Lute, el Vaquilla o el Solitario, por ejemplo, son de abajo o son casta? En este sentido son términos muy distintos de los de otras terminologías, como la marxista, donde “capitalista” o “proletario” son términos definidos y operativos por eso mismo: capitalista y obrero se definen en función del lugar objetivo en el modo de producción que determina esas relaciones de producción. No son términos morales sino científicos[7]. De hecho, el papel del proletariado como sujeto revolucionario en la teoría marxista no se debe a la injusticia de su explotación, ya que hay otros grupos peor todavía (los lúmpenes o el campesinado, por ejemplo), sino a que su papel objetivo en el modo de producción es el que lo sitúa en el mejor sitio para liderar la revolución inevitable por las propias contradicciones del capitalismo. Por el contrario, casta vs. ciudadanos es una metáfora de buenos y malos, moralizante, similar a otras contraposiciones religiosas como santos vs. pecadores o la Ciudad de Dios vs. Babilonia, propia de un cuento o mito que, en un momento dado, puede servir para movilizar, pero que como terminología para el análisis socio-político es inservible.
Pero, precisamente porque es científicamente inservible, es perfecta para la narrativa y el mito, por esa emotividad y poder de movilización que tiene, y porque su ambigüedad sirve para no decir nada aparentando decir algo muy profundo, o para poder decir dos cosas contradictorias al mismo tiempo. Ventaja que es habitualmente empleada en el ámbito de la pseudociencia, la videncia y otras mancias. El propio Jesús nos da muchos ejemplos en los evangelios: “Entonces los fariseos fueron a deliberar un modo de enredarlo [a Jesús] con sus palabras. Le enviaron algunos discípulos suyos acompañados de herodianos, que le dijeron: “(…) ¿Es lícito pagar tributo al César o no?”. (…) Entonces les dijo: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22,15-21). ¿Qué quiso decir? Pues que sí y que no al mismo tiempo. De forma muy parecida a cuando Pablo Iglesias respondió también que sí y que no a si sacaría a España de la OTAN.
El héroe de este mito es Pablo Iglesias, sin duda. Un héroe que liberará a los de abajo de la casta con sus poderes mágicos según el modelo de Deus et machina, ya que ni siquiera sabemos con qué programa político-económico piensa hacerlo. Se trata de un líder carismático de por sí pero también prefabricado: joven, guapo, inteligente, buen orador, aspecto moderno y novedoso (la coleta), y hasta con el nombre apropiado que recuerda al padre del socialismo español. Comparado con sus “apóstoles” Monedero o Errejón, salta a la vista que tiene mucha mejor imagen y presencia que ellos: es más comercial. Y la prueba está en que previamente ya había triunfado en los platós de televisión. La plataforma televisiva sirvió de lanzadera del líder para su conocimiento general: si Pablo Iglesias no llega a salir en esos programas, o si en lugar de Iglesias hubiera sido Errejón o Monedero quienes hubieran estado allí y luego al frente de Podemos, el resultado no habría sido el mismo. Como en cualquier movimiento religioso, el líder carismático es fundamental, y no cualquiera puede serlo.
El papel del líder es el de portavoz de los buenos de la película, esto es, de los de abajo o ciudadanos. En este sentido, el líder solo es un portavoz y el partido un instrumento de la ciudadanía, pero es la ciudadanía quien manda (el “empoderamiento” que dicen en Podemos). La imagen también es religiosa, como cuando Jesús lavó los pies a sus apóstoles (Juan 13) o como cuando les dijo “El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos” (Marcos 9, 35). Así, Podemos no se concibe como un partido al uso que gobierna o dirige, sino como un mero instrumento de la ciudadanía, y por eso también los militantes de Podemos se conciben a sí mismos como ciudadanos y no militantes, y acusan a los militantes de los demás partidos de ser políticos (¿casta?). En realidad, subyace el modelo del líder y el clero como meros intermediarios o intérpretes de la palabra de Dios (en este caso, de la ciudadanía): la ciudadanía es Dios y su palabra es sagrada. Podemos y su líder solo la expresan o interpretan: es lo que llaman la “hegemonía del sentido común”. Lo que ellos dicen es de sentido común, evidente: quien no lo comparte es idiota, no tiene sentido común[8]. En la realidad no es así: bajo la apariencia de asamblearismo y participación en Podemos lo que realmente hay es un proceso dirigido de arriba abajo y que se está desarrollando a la perfección de acuerdo a un guión previsto y calculado. Y, si no, que se lo digan a Echenique por haberse salido de ese guión.
El mesianismo es un fenómeno que aparece en contextos apocalípticos, cuando una situación de injusticia o calamidad se interpreta como la consecuencia de causas religioso-morales y previas a un fin de los tiempos. Es el pecado, la relajación de las costumbres, o la idolatría, lo que provoca esa calamidad. Pero Dios, en su misericordia, da la oportunidad del arrepentimiento mediante sus profetas antes de la llegada del mesías que salvará a los arrepentidos pero castigará sin piedad a los obstinados. El arrepentimiento implica una conversión o renacer absoluto que marque un antes y un después. En el caso de Podemos, la actual situación política y económica es también apocalíptica. La crisis económica ha producido una situación de desempleo, desahucios y pobreza que sufre la inmensa mayoría de la población, al tiempo que banqueros y políticos corruptos de todos los partidos campan a sus anchas. La indignación contra esta situación ha sido el caldo de cultivo del mesianismo de Podemos. Pablo Iglesias y los suyos han sabido ponerle nombre a todo esto y situarlo en ese marco binario y maniqueo: los de arriba o casta y los de abajo. El pecado de la casta ha sido la corrupción política y el secuestro de las instituciones que realmente pertenecen a la ciudadanía: diciendo representar a los de abajo se han colocado arriba y se han aprovechado de ellos. Aquí la imagen religiosa es el episodio de Jesús en el templo expulsando a los cambistas a latigazos: “Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio” (Juan 2, 13-16).
Continuando con la escena de Jesús en el templo, leemos justo después. “Entonces los judíos le preguntaron: ¿Qué signo nos das para obrar así? Jesús les respondió: Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar” (Juan 2, 18-19). De forma similar, Podemos propone también una ruptura radical con lo que llaman el “régimen del 78” y un comenzar de nuevo. Su solución pasa por la regeneración política y empezar desde cero, renacer, abandonar todo lo antiguo y comenzar un nuevo mundo construido desde abajo y por los de abajo, dirigidos por el líder-mesías. Eso supone desconectar totalmente con lo anterior. Aquí aparece otro elemento típicamente religioso: el pensamiento mágico de la pureza y la magia por contagio. En la religión hay una obsesión por la pureza, de ahí los rituales de purificación de tantas religiones (el propio bautismo es uno de ellos). La magia por contacto es la creencia en que cualquier cosa en contacto con otra impura se contamina de esa impureza. Lo impuro debe ser exterminado totalmente. Eso explicaría todos los esfuerzos de Podemos por presentarse y mantenerse de modo inmaculado. Precisamente así justificó Podemos no presentarse a las elecciones municipales: para no contaminarse con “paracaidistas” que quisieran aprovecharse del prestigio de Podemos para medrar. Pureza que implica no solo no estar inmersos en ningún caso de corrupción, sino estar separados y lejos de cualquier elemento contaminado, aunque sea mínimamente, como serían todos los demás partidos, incluida IU. El prestigio de Podemos está en su novedad y carácter inmaculado: cualquier vínculo con algo anterior debe ser cortado y eliminado de raíz. Por eso en Podemos reniegan de sus orígenes en IU e IA o de sus contactos con movimientos de izquierdas latinoamericanos, pues eso haría que ya no fueran tan novedosos sino más bien continuadores o sucesores de algo ya inventado. En la mitología de Podemos, este partido surgió de la nada absoluta, fue una creación ciudadana sin orígenes, totalmente espontánea. La pureza implica ninguna relación con lo anterior. Por eso han tenido que crear un partido nuevo y hasta un sindicato nuevo (Somos). No podían haber intentado utilizar algo ya existente para reformarlo o regenerarlo, debían empezar de cero para mantener la pureza: el adanismo.
Ese adanismo y el purismo de Podemos obliga a usar incluso un lenguaje nuevo que no remita al antiguo, para borrar cualquier resto del pasado y reforzar esa sensación de novedad absoluta. Por eso Podemos reniega del eje izquierda-derecha o de identificarse con la República. “Izquierda”, “derecha”, “clases sociales”, “lucha de clases”, “capitalistas”, “trabajadores”, “república”…, todo ese lenguaje es viejo y está contaminado. El nuevo lenguaje es el de la “casta”, “ciudadanos”, “empoderamiento”, “hegemonía del sentido común”, el eje arriba-abajo.
Siendo así las cosas, IU es un lastre para Podemos. IU es izquierda, comunismo, ecologismo, República… pero todo eso es viejo, suena a lo de antes, a lo mismo de siempre, a lo que nunca ha pasado del 11% en unas elecciones generales. Por eso Podemos tiene que distanciarse de IU. Tiene que decir que está más allá de la izquierda y la derecha, y no implicarse en esas cuestiones (por eso, por ejemplo, no quiso convocar en la manifestación unitaria por la IIIª República en junio de 2014 junto con IU). Podemos puede reconocer a Julio Anguita como su profeta. Anguita es alguien sumamente respetado, no solo en la izquierda sino también en la derecha. Gentes de toda ideología le reconocen y admiran como un grande. Es un buen padrino. Para convertirlo en profeta hay que decir que él profetizó lo que luego sería Podemos, y que, como a todo profeta, en su tierra no le hicieron caso, esto es, en IU, y por eso Podemos recoge su testigo y sí que lo hace. IU queda así como los fariseos del mensaje auténtico de Julio Anguita.
Un líder mesiánico no se alía con nadie, porque entonces no es un mesías: el mesías puede hacer las cosas él solo porque para eso es puro y además el elegido de Dios. No solo no necesita a los demás sino que le estorban. Podemos no busca la convergencia con otros partidos porque cree que no la necesita y que le contaminaría hacerlo. Al contrario de IU, que constantemente busca la alianza programática con otros partidos de izquierda, Podemos quiere ir solo, sin aliados, con sus propias fuerzas, crecidos en la fe ciega de que podrán hacerlo: su propio nombre, tomado del “Yes, we can” de Obama, se lo recuerda y confirma constantemente: “Podemos”. Y así, de paso, no tienen que compartir poder ni dialogar ni negociar nada con nadie. Es el mismo mecanismo que han utilizado para configurar su grupo dirigente, sin pluralismo interno: quien gana se queda con el 100%. Por todo lo anterior, era más que previsible que Podemos rechazara la convergencia con IU y concurra en solitario a las próximas elecciones.
El cristianismo primitivo acabó mal. Si Judas era un zelota pudo ser que pensara que la mejor forma de lograr sus objetivos era con un líder que prometía como Jesús. Sin embargo, pudo sentirse decepcionado o traicionado después y por eso le vendió. Queda por ver qué hará Izquierda Anticapitalista si, en la analogía que hemos hecho, se corresponde con los zelotas. IA lo ha abandonado todo por Podemos en su estrategia de “Operación Coleta”. Dejó de lado su nombre, no se presentó a las elecciones, puso toda su infraestructura y militancia a favor de Podemos y hasta metió un voto en la urna con la cara de un líder (lo que en cualquier otro contexto hubieran denunciado como culto a la personalidad y estalinismo). Ocultó toda referencia a ella misma y su ideología: desapareció en Podemos ninguna referencia a la izquierda, a la revolución, a la lucha de clases, a la clase obrera, al marxismo, al capitalismo, y aceptó el nuevo lenguaje de la ciudadanía, los de abajo, la casta. Dejó de lado las bases, el asamblearismo, la dirección colectiva, y asumió el liderazgo fuerte y entrar en el juego de la personificación de la política en un líder y hacer la política en los platós de televisión en vez en las fábricas o las minas. Pero merecía la pena. Según ellos, todo eso era necesario para lograr el objetivo último: la revolución y el socialismo. Decirlo así de claro como antes era contraproducente, asustaba a los electores, constituía un techo de cristal que impedía dejar de ser un grupúsculo y pasar a ser partido de masas. Era necesario ese cambio de imagen y de lenguaje para llegar a la mayoría social, para ganar su apoyo y, una vez en el poder, quitarse la careta y expropiar a los capitalistas, nacionalizar los medios de producción y construir el socialismo por el que Trotsky dio su vida. Sin embargo, Pablo Iglesias les lanzó un órdago: con más de un millón de votos y cinco eurodiputados les dijo que ya no valía la doble militancia en la dirección de Podemos: que debían elegir entre seguir siendo militantes de IA, pero renunciar a puestos en la dirección, o abandonar IA y poder estar a su lado. Aún así, IA aceptó y renunció a optar a la dirección. Ahora es cuestión de ver si eso terminará en la plena integración de IA en Podemos y la desaparición de IA, o la salida de IA de Podemos, o la fractura de IA en dos: una integrada en Podemos y otra fuera reclamándose la “auténtica” IA anterior a Podemos.
El final de esta historia está por ver, pero se sabrá dentro de un año en las próximas elecciones generales. Sea como sea, y pase lo que pase, sin esta perspectiva religiosa será difícil de comprender.
Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.


[1] Realmente tiene más “inscritos”, que no es lo mismo que el concepto de “militante” de los partidos y que son los que pagan cuota al partido: en Podemos no hay cuotas y cualquiera puede inscribirse a través de internet. No obstante, en este texto, identificaremos ambos conceptos en el de “militante”, y dejaremos el de “simpatizante” para quien se identifica con un partido pero no paga cuota ni está inscrito.
[2] En realidad sí que hubo críticas, pero fueron más externas que internas: en el interior de Podemos se asumió mayoritariamente y se justificó con total convicción hacia el exterior como algo necesario en ese contexto electoral.
[3] Pasa como con la nota anterior: en realidad sí hubo críticas por estos procedimientos poco democráticos y poco pluralistas, pero finalmente la militancia lo asumió y lo defiende como algo necesario en la coyuntura de un partido que es nuevo, el contexto, etc.
[4] En muchas ocasiones, los líderes de Podemos han insistido en que Podemos es un partido fuera del eje izquierda-derecha aunque muchos de ellos sean, en lo personal, de izquierdas. Respecto a la forma de Estado, Podemos nunca se ha identificado con la República ni exhibe sus símbolos en sus actos (es más, los retira si aparecen), tan solo se pronuncia a favor de decidir entre monarquía o república en referéndum, sin apostar por ninguna de las opciones, si bien, de nuevo en lo personal, muchos de sus militantes se consideran republicanos.
[5] La militancia de Podemos no considera a Podemos un partido aunque formalmente lo sea y así se haya constituido como tal. Para ellos es una estructura necesaria que hay que tomar pero para hacer algo distinto a los demás partidos: son un partido que no es un partido. De hecho, este partido no tiene militantes sino inscritos. Lo que entra en la lógica de ser algo totalmente distinto de todo lo anterior, que comentaremos más adelante.
[6] Este resumen del cristianismo primitivo está basado en la obra de Gonzalo Puente Ojea y en su distinción del Jesús histórico (líder guerrillero-mesiánico) y el Cristo de la fe posteriormente reinventado y mitificado sobre aquel, principalmente por Pablo de Tarso.
[7] No queremos decir que el marxismo sea una ciencia en el sentido actual de la palabra, pero sí reconocer que, por lo menos en su intención, el marxismo procura ser una ciencia, en el sentido en el que Engels contraponía el socialismo científico al utópico.
[8] Lo que no deja de ser una falacia ad populum.
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