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¿Pero dónde está el mensaje evangélico?

El carpetazo del Gobierno al proyecto de Ley de Libertad Religiosa era lo que nos faltaba, en vísperas de la visita a España del Papa Benedicto XVI, para terminar de envenenar la pendiente y trascendental historia de la laicidad del Estado y de la separación entre éste y la Iglesia Católica, 33 años después de la llegada de la democracia con las primeras elecciones generales y 35 años después de la muerte del dictador Franco. Parece como si las presiones de la jerarquía católica, de la derecha dura y de la ultraderecha ejercieran sobre el Gobierno socialista un influjo indeseado para la mayoría de la población española y, desde luego, para la España progresista, tan castigada en estos tiempos, pese a ser mayoritaria en nuestro país. La visita del Papa a Compostela y Barcelona, a punto de comenzar, llega rodeada de grandes polémicas en torno precisamente a su carácter y organización, que ponen en riesgo el respeto a la laicidad de la Constitución y de la convicción mayoritaria. No se trata de oponerse a que el Papa venga a España, sino al modo y circunstancias en que lo hace.

No puede ser que el Pontífice se margine del mensaje evangélico y se convierta en una especie de protagonista de una operación de márketing y de propaganda, justificando además los cuantiosos gastos que eso genera, la mayor parte dinero público, por unos hipotéticos beneficios para el comercio y el turismo. El representante de Jesús en la tierra no está para eso. Cristo expulsó del templo a los mercaderes que lo aprovechaban para lucrarse. El Papa tendría que venir exclusivamente con su mensaje de amor y de solidaridad, que son la seña de identidad del cristianismo entendido correctamente. Y además en igualdad de condiciones con el resto de las confesiones religiosas, que es la esencia de la malograda ley con cuya promesa Zapatero ganó las elecciones generales. Que el Papa sea bienvenido, de todas formas, al menos por mi parte, y que todo lo que está pasando sea motivo de reflexión para el Gobierno, para la Iglesia, para el pueblo de Dios y para los españoles en general.

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