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Papa, jesuita, discreto y? conservador

El cardenal Bergoglio nos hizo creer que los matrimonios gays atentan contra la ley de dios con más fuerza que los crímenes de la dictadura

En 1981, Juan Pablo II, en su tercer año de pontificado, resolvió terminar con la agitación en la Compañía de Jesús, que administraba como podía la renuncia de su prepósito general, el inolvidable padre Arrupe, y decidió “intervenir” la sociedad. Puso a su frente interinamente a un par de notorios “comisarios”, los padres Paolo Dezza y Giuseppe Pittau.

No hubo motín alguno porque es una norma estricta entre los jesuitas obedecer “perinde ad cadáver” (como un cadáver) según la fórmula ignaciana. Y entre quienes probablemente se alegraron de lo que fue universalmente visto como una “vuelta al redil” ordenada por el papa polaco pudo estar el superior de la provincia de Buenos Aires, el jesuita Jorge Mario Bergoglio.

El contexto argentino
Vista su hoja de servicios está claro que la gestión bonaerense de Bergoglio en los trágicos años primeros de la dictadura militar no le significó impedimento alguno… pero ciertos medios locales dijeron en cuanto pudieron, que no fue ningún problema para el general Videla y sus amigos en los cuarteles y en las cárceles, los ladrones de niños y miembros de los escuadrones de la muerte.

Hubo, incluso, algunas peticiones formales de que declarara en algunos sumarios instados, cuando fue posible, por las asociaciones que combatieron por la recuperación de la verdad, particularmente en asuntos relacionados con el robo de bebés y las desapariciones de curas progresistas. Nunca fueron atendidas y su carrera siguió apaciblemente: en 1992 fue nombrado obispo de Auca y seis años más tarde arzobispo de Buenos Aires y, en seguida, hecho cardenal. Todo en orden…

La Iglesia institucional, sin más
Es evidente que como el resto de la iglesia institucional argentina él no estuvo nunca en el ámbito de los  que se creyeron autorizados tras el Concilio Vaticano II (1962-65) a llevar a la práctica la pudorosamente llamada “opción por los pobres”. Es forzoso subrayar hasta qué punto y con qué dignidad tantos sacerdotes y entre ellos muchísimos jesuitas, se unieron al esfuerzo contra las dictaduras de los terratenientes y la ultraderecha política en muchos países del subcontinente: el mejor de todos, monseñor Romero, el arzobispo asesinado en El Salvador en 1980, los curas progresistas en Nicaragua, con Ernesto Cardenal (reprendido públicamente por Juan Pablo II) los jesuitas españoles asesinados en 1989 con el padre Ellacuría en cabeza, los vetados Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino, algunos obispos brasileños… sin olvidar el imborrable testimonio de tantos curas en el Chile del general Pinochet, con la conducta solidaria y el apoyo del arzobispo de Santiago, el salesiano Raúl Silva Henríquez, enterrado en 1999 en honor de multitud por su hoja de servicios…

Colusión “de facto” con el régimen militar
Nada de esto se encontrará en la biografía del nuevo papa, hombre de virtudes personales, sobrio, modesto, sencillo… pero “acrítico” con la Junta Militar y se diría que al margen de los terribles sucesos de su patria. Es verdad que los tiempos eran otros, pero no lo es menos que los militares argentinos quisieron darse un perfil ideológico y ese fue una mezcla de nacionalismo extremo y catolicismo de viejo cuño.

Hubo curas en la resistencia, varios pagaron con su vida, y algunas monjas. Pero la jerarquía no solo no movió un dedo para crear algo como la “Vicaría de Solidaridad” que Silva Henríquez montó en Santiago. Se puede deducir sin ser temerarios que la Iglesia institucional se alegró del golpe que extirpaba el marxismo y asintió a los métodos de la dictadura… y allí estaba el provincial de los jesuitas de la provincia de Buenos Aires, hoy papa.

El nuevo escenario
Es verdad que la democratización casi total del subcontinente ha hecho posible una cierta normalización del papel de la Iglesia.  Los tiempos han cambiado para todos y monseñor Bergoglio ha recuperado repentinamente la voz para enfrentarse con los gobiernos Kitchner (marido y mujer) a cuenta del matrimonio homosexual, haciéndonos creer que esta legislación civil atenta contra la ley de dios con más fuerza que los crímenes de la dictadura.

Ley y orden, ortodoxia doctrinal con buenas maneras, conservadurismo moderado, “statuo quo” a diestro y siniestro… eso es lo que, razonablemente, cabe esperar de un papa por completo respetable pero que dice poco y, salvo gran sorpresa, pocas satisfacciones dará a la parte del rebaño que anda huérfano de apoyos…

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