Papa Francisco, ningún Gobierno español, ni de izquierdas ni de derechas, ha querido abolir el Concordato del Estado Español con la Santa Sede de 1976. ¿Por qué? ¿Por convicciones católicas? Ni hablar. Porque han visto en esta relación una forma de reforzarse políticamente. Unos y otros han manipulado la ficticia buena relación para explotarla en su beneficio. La derecha, aunque no lea el Evangelio frecuentemente, se pone en primera fila en las procesiones. La izquierda, para evitar conflictos incrementa los privilegios de la Iglesia, lo que difícilmente logra. La Iglesia, con el fin de mantener esas prebendas, se inhibe en su misión de crítica y denuncia de las políticas que ignoran las necesidades de los más débiles de la sociedad española. ¿Protestaron los Obispos por la reforma laboral, por la eliminación de derechos sociales y laborales, por la exclusión de los inmigrantes de la atención sanitaria, por los recortes en educación o salud, por la hiperfinanciación a los bancos? No.
Es imprescindible la separación de la Iglesia y el Estado. Es imprescindible derogar el Concordato y conseguir la laicidad que garantiza la libertad de la Iglesia Católica y de otras confesiones, para cumplir su misión, sin tener que adular o complacer al Gobierno de turno. El Concordato ata las manos a la Iglesia. La Iglesia tiene que anunciar libremente el Evangelio, y desde el Evangelio evaluar las políticas que mejoran o dañan el bienestar de los más pobres.
El objetivo de esta petición que usted, Papa Francisco, sea el que tome la iniciativa de terminar con el Concordato. Volver al espíritu de las primeras comunidades cristianas, libres, independientes de los poderes públicos, sin contemporizar con el Estado, sin más misión que anunciar libremente el Evangelio.
Ellos no quieren. Usted puede hacerlo.
