El papa Francisco ha dicho con razón que se lo pensará antes de visitar España, a pesar de las insistentes demandan de los obispos que eso serviría “para reafirmar la fe”. El optimismo episcopal choca con las cifras, que muestran que el desapego a la Iglesia jerárquica, tras esas visitas, no ha hecho sino avanzar.
Los hechos son elocuentes. Tras muchos años, todavía son titulares de prensa hoy los escándalos de corrupción de la visita papal a Valencia; y el Vaticano no ha hecho sino lamentarlo tibiamente. (“Hágase el milagro, y hágalo el diablo”).
La posterior visita papal a Madrid fue aún mucho peor. Se ocupó la capital durante una semana y tuvimos que pagar entre todos, vía impuestos, unos gastos multimillonarios. Más aún, estuvo a punto de provocar una horrible matanza, porque cuando algunos ciudadanos se manifestaron contra ese atropello anticonstitucional, uno de los militantes de esas Jornadas proyectó envenenarlos con gas, y todavía anda huido por complicidades bien conocidas. Y esa manifestación legal fue atacada y dispersada por unos peregrinos “caritativos”, y por una policía que obedeció órdenes de reprimir… a las víctimas. Y un ciudadano que se paseaba con un cartel que decía “El papa da 50.000€ a Somalia y gasta aquí 50 millones”, fue herido por la espalda por un fanático, al que la “Justicia” condenó… a 300€ de multa.
¿Qué no podemos esperar, y los cristianos de verdad los primeros, de otra visita papal en el actual y aún mucho peor contexto?
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