Ha años, Pacheco, entonces alcalde de Jerez, provocó un escándalo al afirmar que en España la Justicia era un cachondeo; comportamientos posteriores de ese estamento respecto a la corrupción política, el caso Garzón o el Estatut catalán han mostrado que se quedó muy corto, y hasta qué punto ese estamento no ha hecho la transición a la democracia y daña nuestra convivencia e imagen internacional.
En modo parecido, y tras haber pasado un período de opacidad para que se olvidara su gran apoyo a la dictadura, que se lo pago con tan grandes privilegios, la Iglesia católica ha conseguido mantener un Concordato preconstitucional y antidemocrático, obligar a todos los españoles a financiarla anualmente con sus impuestos, y encima también actos como las visitas papales y chantajear a las autoridades públicas siguen incumpliendo en favor suyo también en otros capítulos la aconfesionalidad del Estado, como acabamos de presenciar en la ofrenda multicentenaria –España es eterna, aquí no hay transición posible, al parecer- de la nación al apóstol Santiago. Peor que un cachondeo, es la burla descarada y la violación del bolsillo y la conciencia de muchos, muchos millones de españoles por parte de una jerarquía católica tan corrupta que, burlándose también sangrientamente de la doctrina con la que quiere justificar su poder, no sólo no ama, sino que ni siquiera respeta al próximo.