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Occidente y el Islam

“El Islam es monolítico sólo en la imaginación de Occidente”, explica Timothy Garton Ash en uno de sus artículos. El columnista de The Guardian entraba en el debate sobre si se puede ser un buen musulmán y a la vez un buen ciudadano de una sociedad occidental y democrática. Garton Ash dice que para poder responder debemos escuchar a aquellos que desde dentro del Islam tienen una actitud crítica.

 El Islam lo forman los extremistas yihadistas, los fervorosos religiosos, los moderados y aquellos que interpretan el Islam como una religión de paz, donde la crítica, el diálogo y la disidencia también caben. Entre estos últimos se encuentra Gama al Banna, un historiador musulmán que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar el Islam y su relación con la política. Para éste, no existe contradicción ninguna entre la libertad total de pensamiento y la religión. Al Banna explica que dentro del Corán se hace mención en cinco ocasiones al abandono de la religión y en ninguna de esas menciones se habla de castigo. Es más, explica Al Banna que en época del profeta Mahoma uno de los escribas del Corán abandonó el Islam y no hubo castigo para él.

La corriente que representa Al Banna es una minoría dentro del Islam, pero también lo son, por mucho que otros quieran hacernos creer lo contrario, aquellos que siguen a Bin Laden y a Al Qaeda. El mundo musulmán, como recuerda Garton Ash, se ha caracterizado por la gran variedad de cosas que dicen y hacen los fieles bajo la enseña del Islam. Así, contamos con aquellos que aceptan el pluralismo, defienden los derechos humanos y el diálogo y con radicales que son capaces de autoinmolarse y hablan de yihad y de infieles.

Autores como Ayaan Hirsi Ali, piensan que el Islam no ha vivido aún su Ilustración, como lo hizo Europa. Con la Ilustración, se abrió en Europa una época de conocimiento, ciencia y razón. Se dejó a un lado la “mojigatería” religiosa y la religión pasó al ámbito de lo personal. Desde Occidente, esta idea ha ido teniendo cada vez más arraigo y se da una visión del mundo musulmán como un mundo “retrasado” y que vive en la Edad Media. Intelectuales musulmanes de todo mundo consideran que es un enfoque erróneo, ya que hay países como Jordania o Turquía moderados y demócratas. Además, existen grupos y asociaciones islámicas que viven y realizan sus actividades dentro de países occidentales, y que respetan la democracia y al Estado de derecho.

Estudios como el realizado por el Pew Center, muestran que la democracia es el sistema de gobierno “preferido” por los musulmanes. La gran mayoría de los musulmanes quiere participar de las decisiones y actividades que afectan a las sociedades en las que viven. Entre ellos, también existen los valores de la justicia social o el respeto al medio ambiente. Estos valores no son exclusivos de aquellos que vivimos en Occidente, sino valores universales al alcance de cualquier ciudadano con sensibilidad democrática y humana.

El Islam no deja de ser una religión más. El cristianismo, como recuerda Miguel Murado (autor de La segunda Intimada. Historia política de la revuelta palestina y corresponsal en Jerusalén) el cristianismo ha sido la base de la civilización occidental y eso no ha impedido que nuestra sociedad sea laica. De ahí, que sean los musulmanes los que tengan que llegar a sus propias conclusiones sobre la naturaleza de su fe. Occidente, y sus intelectuales, tiene que quedar en un segundo plano. Tienen que ser críticos con aquellos que tienen posturas radicales, pero también con aquellos que opinan que “el único musulmán bueno es el ex musulmán”. Son los propios fieles del Islam los que han de elegir entre asumir la libertad de conciencia e interpretación de sus libros sagrados o caer en las manos de aquellos que se alzan como los “guardianes de la tradición”.

 (*) Periodista

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