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Nosotros adoctrinamos, vosotros adoctrináis

El ministro de Educación (?) del GCBA, Esteban Bullrich se sigue revelando como un perfecto vigilante.

La palabra "adoctrinar" tiene mala prensa hegemónica. Se la asocia a concepciones autoritarias, al "lavado de cerebros" al que la paranoia anticomunista apelaba para asustar las conciencias de los buenos burgueses o a la relación líder-pueblo, cuando los grandes movimientos de masas osan alterar el status quo impuesto desde siempre por las minorías privilegiadas. Todo depende de dónde, cuándo y quién pone la carga negativa en este vocablo. Entre tantas otras apropiaciones indebidas, los poderes reales y los medios concentrados se han quedado con la palabra y modificado, a su uso y antojo, el sentido de las mismas. Las últimas columnas de Federico Bernal en Tiempo Argentino son estimulantes y nos incitan a recuperar significados y descartar prevenciones en el uso de expresiones y conceptos que han sido estigmatizados por los dueños de casi todo.

"Doctrina" viene del latín "docere" de donde se deriva "docente" y "enseñar". Y cada religión y cada movimiento político parte de un cuerpo doctrinario y su razón de existir y permanecer vivo depende de la difusión, enseñanza y propagación de su ideario. Porque toda doctrina contiene una teoría que la sustenta y la explica y las formas de realizarla para no volverla inútil. Y en cada caso, eso se llama adoctrinar.

Fue sincero Bartolomé Mitre cuando en 1870 fundó su diario y eligió como lema: "La Nación será una tribuna de doctrina", porque desde entonces defendiendo, al principio los intereses británicos y luego los norteamericanos, viene adoctrinando a generaciones según sus propios valores e intereses de clase. Como vocero del trípode Sociedad Rural-Confederaciones Rurales Argentinas, Iglesia Católica y Fuerzas Armadas ha derramado entre sus lectores, desde la Doctrina de la Seguridad Nacional y el apoyo a todos los golpes y dictaduras militares, hasta adoctrinar en contra de la Doctrina Social de la Iglesia, además de su pertinaz y consecuente antiperonismo, que es también una doctrina en sí misma. Seguramente, el refinado Mitre también conocía que los oradores romanos lo hacían desde una tribuna llamada "rostra" (de donde deviene rostro) que ostentaba los espolones, o mascarones de proa de las naves tomadas al enemigo. El creador de la adoctrinadora versión liberal de nuestra Historia, debía sentir que desde su diario y sus libros, desde su tribuna, podía mostrar –metafóricamente– las cabezas y la lucha de los caudillos populares, de los federales, las del genocidio del pueblo paraguayo, las de los excluidos de la Argentina oligárquica de la que su diario es su house organ.

Y sin mostrarse avergonzados, sobreactuando una indignación de señora paqueta y con una hipocresía similar a la de quienes apoyan a los ecologistas y usan pieles de animales o van a misa y desprecian a los pobres, el coro de grillos adoctrinadores, nos ensordece con sus falsas notas, "alertando" del peligro del adoctrinamiento –en el mal sentido que ellos le dan– de jóvenes militantes, en este caso de La Cámpora, que llegarían ¡hasta a los jardines de infantes! Es tan burda esta maniobra, que muestra la desesperación porque ni Macri ni De la Sota mueven el amperímetro y Scioli no da muestras de la traición que ellos esperan y alientan. Estarán viendo que la única posibilidad que les queda es la fórmula Magnetto-Mitre. Y si no se animan, tendremos que esperar un recrudecimiento de esta operación contra la política, los jóvenes, la militancia y la doctrina. Y para no ir con medias tintas, podrían intentar denunciar que La Cámpora está copando los cursos de pre parto para adoctrinar a los futuros bebés –sin que las futuras madres se den cuenta– que luego nacerían haciendo la V de la Victoria y una sonrisa peronista.

Que este cambio de época se verifique en miles de pibes pintando y arreglando escuelas y discutiendo con otros pares sobre el profundo sentido de El Eternauta, ese maravilloso texto de Oesterheld en forma de historieta, es alentador y hasta emocionante. No se trata –como quieren presentarlo– de Guardias Rojos haciendo aprender de memoria el Libro Rojo de Mao. Es debate y polémica entre semejantes. Es proponer una visión donde el verdadero héroe sólo existe en lo colectivo, en la construcción común. Muy lejos de los paradigmas de los '90, del fin de la Historia, del grosero individualismo, de la anti política. O de esa juventud fashion, vacua y posmoderna de los "sushis" de Antonito de la Rúa, Darío Lopérfido y del actual ministro de Cultura (?) de Macri, el hotelero Hernán Lombardi.

Y la respuesta es la esperada en estos repetidores del discurso preparado por Duran Barba. Indignación, victimización y todas las variantes policiales de la mano dura contra los diferentes. El ministro de Educación (?) del GCBA Esteban Bullrich se sigue revelando como un perfecto vigilante y al mejor estilo falangista propone un 0800 para "defendernos del peligro rojo". Eso se llama: "Adoctrinar en la delación", con todos los riesgos que conocemos en nuestra historia reciente. Porque no hay nada más fascista que un burgués asustado.

Por eso, entre tantos verbos denostados, recuperar la vigencia y la necesidad de adoctrinar se hace imprescindible. No tenemos nada que ocultar. Los mensajes son claros, No se engaña a nadie. No se disfraza de independiente lo que no lo es. La presidenta lo aclaró y nosotros estamos orgullosos de no ser neutrales. Queremos cambiar de raíz la matriz de la injusticia, luchar por la independencia económica, bregar por la soberanía política, construir la Patria Grande.

Y como estamos decididos a llegar a todos, seguiremos adoctrinando. Ya que como decía Perón: "Para nosotros organizar es adoctrinar, porque la doctrina es el único caudillo que resiste la acción destructora del tiempo."

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