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¿Nosotras decidimos?

DESDE hace menos de una semana mi memoria visual está desquiciada. Veo mujeres aferradas a una pancarta reclamando su derecho a decidir si quieren ser madres o lo aplazan. Es una imagen del pasado. De hace más de dos décadas, cuando al grito de ‘nosotras parimos, nosotras decidimos’ se consiguió el derecho de poder abortar en este país nuestro de forma legal, sin clínicas clandestinas donde te desangrabas o pasando fronteras para emprender un viaje de dolor y no sólo físico. Cuando una creía que aquella batalla estaba librada viene Gallardón con un proyecto de ley que nos devuelve a la clandestinidad y sonroja a propios y extraños. De nuevo deja la decisión de no seguir adelante con el embarazo a todos menos a quien cobija al feto, relegando a la mujer al papel de inútil, incapaz de decidir en solitario si asume o no la maternidad.  Su deseo debe coincidir con el de dos médicos para que algo tan íntimo y personal sea legal.

¿Y este ministro es el mismo que no hace mucho decían que representaba al ala más progresista del PP y que militaba en el partido equivocado? Menudo fiasco. Si de él dependiera las aerolíneas de bajo coste volverían a obtener beneficios llenando aviones con destino Londres y algunas viviendas de la frontera portuguesa volverían a convertirse en mataderos.

Ministro, le retiro el señor porque no se lo merece, abortar es una decisión dolorosa y frustrante, asumir un fracaso personal y  comprender que los errores duelen y marcan a fuego. Comprender y aceptar que los hijos no llegan porque sí y que donde comen dos bien comen tres es una falacia. Se es madre por convicción y responsabilidad, los mismos motivos por los que se decide aplazar o renunciar a la maternidad.

Y ni usted ni nadie está capacitado para obligar a una mujer a ser madre en contra de sus propias convicciones. Si se cree ese papel se difumina la débil línea que a algunos les separa de un viejo dictador de letal memoria. O rectifica o sobre su conciencia pueden recaer las vidas truncadas de quienes eligieron no ser madres y pagaron el mayor precio.

mujer en sepia

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