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“Nos pegaba en un aula que estaba insonorizada”

Una antigua estudiante del Colegio San Viator de Madrid denuncia la violencia física del religioso español condenado en Chile

"Esa mirada fría que me echó no la olvidaré nunca. La reconozco ahora que le veo en televisión. Es el mismo que cuando te quería castigar te citaba en la sala de audiovisuales, porque sabía que estaba insonorizada. A mí no me bajó los pantalones, pero recuerdo a un compañero de clase que por culpa de los golpes no se pudo sentar en varios días".

El testimonio es de Sara S., una antigua alumna de José Ángel Arregui en el colegio San Viator de Madrid, en el curso 1992-93. El religioso español la dio clase de Lengua y de Religión en sexto de EGB.

Sara dice que tras quejarse de que Arregui le pegó, le mandaron a Huesca

Arregui fue condenado la semana pasada en Chile a dos años de cárcel por archivar pornografía infantil y la Justicia española le investiga además de oficio por presuntos abusos sexuales a menores, cometidos y filmados por él mismo en varios colegios de la congregación.

Hasta ahora, sólo se ha presentado una denuncia contra él, presentada por un ex alumno de Huesca al que presuntamente sometió a tocamientos.

"Entre los compañeros del colegio jamás hablamos de tocamientos sexuales", asegura Sara, que hoy tiene 32 años y sí recuerda, en cambio, con nitidez, 20 años después, la violencia física que el religioso empleaba con sus alumnos menores, sobre todo, con los malos estudiantes.

Ha sido denunciado por presuntos abusos cometidos tras ese traslado

Sara retiene en su memoria el camino del pasillo hacia la sala de audiovisuales, los rumores entre compañeros sobre las palizas y los azotes inapropiados: "Yo apenas tenía 11 ó 12 años, me puso sobre sus rodillas y me dio en el culo varias veces".

Sara contó en casa lo que sucedía. Su madre no lo dudó y fue al colegio a protestar. "Nos reunimos con el jefe de estudios, Fernando Morales, que le citó en una reunión. Cuando salimos de la sala, [Arregui]me miró fijamente a los ojos y me dio las gracias. Según él, quería irse del colegio", relata Sara.

La congregación de San Viator anunció tras conocer la condena a su profesor en Chile que había abierto un expediente de expulsión. Hasta que fue detenido, aseguraban desconocer los hechos, una circunstancia que Sara pone en duda. "Lo sabían todo. Se encubren entre ellos. En cuanto mi madre fue al colegio, le cambiaron de destino en lugar de echarlo", acusa.

Aquella decisión tomada por el jefe de estudios del colegio madrileño se repitió con Arregui hasta siete veces en 15 años en varios centros diferentes de la orden, hasta que el religioso fue atrapado por la policía chilena con material pornográfico, en agosto de 2009.

El perfil psicológico del profesor que recuerda Sara es el de un hombre "de arrebatos, que sentía una especie de amor-odio con los alumnos". "Sobre todo recuerdo su frialdad. Te miraba con severidad mientras se tocaba la barba. Nos tenía a todos sometidos con un miedo increíble", dice.

El jefe de estudios que cita Sara sigue como profesor de Pastoral en el colegio. Este diario intentó ayer hablar con él, sin éxito. No obstante, un portavoz de la orden insistió en subrayar que entonces no se produjo ninguna denuncia de maltrato. "Estamos a disposición de la Guardia Civil. Nuestros profesores han sido interrogados y han colaborado. Nunca recibimos una denuncia de algún padre y los traslados de este profesor fueron a petición suya", aclara el abogado Ignacio Pelaez, contratado por la congregación.

Filmación de los abusos

Arregui tiene hoy 53 años y durante su estancia en el colegio de Sara grabó a varios alumnos desnudos, un material que sirvió para que le condenara la Justicia chilena. Según la investigación, el religioso estaba trabajando en una tesis sobre la relación entre el ejercicio físico y el crecimiento en la adolescencia, excusa que le servía para captar a algunos alumnos y someterles a los presuntos abusos sexuales.

Sara cuenta que, pese a su natural discreción, a Arregui no le detenía la amenaza de los alumnos de contar los azotes a los padres. "Se ponía como una fiera e incluso se regocijaba en repetir que lo que hacía estaba bien. Por eso decía que no le preocupaba que los padres se enteraran de que te había dado una paliza. Jugaba con la amenaza de los suspensos en la asignatura. De esa manera, se aseguraba que no dijeras nada en casa", añade.

Sara, que oculta sus apellidos y su rostro por motivos profesionales, explica por qué ha roto su silencio: "Quiero que mi testimonio sirva para tirar de la manta. Estoy segura de que hubo muchos casos como el mío y quiero que a este hombre le caigan cuantos más años [de condena] mejor. Espero que se haga justicia".

Los presuntos abusos denunciados en Huesca se produjeron en 1993, justo después de los hechos que, según el relato de Sara, provocaron su traslado desde Madrid.

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