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No te lleves todo. Don’t Carry It All

No te lleves todo. Es una espléndida canción de uno de los grupos más interesantes del panorama musical actual: The Decemberists. Un magnífico ejemplo de cómo la fuerza creativa sigue residiendo en la juventud. Aunque el grupo tenga ya más de diez años. The Decemberists  son una banda “indie” de folk-rock originarios de Portland (Oregón, Estados Unidos), liderados por el cantante y compositor Colin Meloy. Los otros miembros son Chris Funk (guitarra, multi-instrumentista), Jenny Conlee (órgano hammond, acordeón, piano, teclados y harmónica) Nate Query (bajo) y John Moen (percusión, armonías vocales, guitarra).  Su música recibe influencias de los míticos grupos británicos Fairport Convention, Pentangle, los fabulosos  Waterboys de los 80 y también de los norteamericanos R.E.M. La canción pertenece al sexto álbum de la banda: The King Is Dead, publicado el 18 de enero de 2011, tras lo cual se situó rápidamente en el número 1 de la lista  Billboard 200  en los Estados Unidos. El disco es una sobria colección de  country-pop que sorprendió a todos con su fulgurante éxito, desconocido hasta entonces. Además cuenta con la colaboración de dos artistas de lujo: el soberbio Peter Buck  (guitarrista cofundador de R.E.M.) y la no menos sobresaliente Gillian Welch.
 
No te lleves todo. Eso querríamos, que nos dejaran algo de ellos. Y lo que parece es que los que se van no se llevan nada a ningún sitio, nos dejan todo, menos su vida, que la entregaron como juraron hacer al poco de ingresar en el Ejército. El sargento Manuel Argudín y la soldado Niyireth Pineda han caído. Han hecho lo máximo que puede hacer un soldado, caer en el cumplimiento de su deber. Lo hicieron donde la ocasión requería, haciendo lo que sus jefes les ordenaron hacer, junto a sus compañeros. “Su principal hazaña fue obedecer”.
 
Su unidad no podrá hacer otra cosa -no sabría- que rendirles homenaje perenne. Como el más valioso de los tesoros recogerá su ejemplo para difundirlo a cuantos desfilen, ahora, mañana, siempre,  bajo las ondas de la enseña roja y gualda del Regimiento de Infantería Soria número 9. Honor y gloria a los caídos: honor conquistado antes de caer con su ejemplar conducta acorde con la honrosa profesión que eligieron, gloria al ofrecernos a todos lo último y más valioso que un soldado puede dar: su vida. Seguirán para siempre en las listas de revista de la unidad, en los escalafones del Ejército,  servirán de guía a todos los que visten el mismo uniforme, vivirán, en suma, como viven los caídos: presentes en los pensamientos de todos los que reconocemos su suprema entrega.
 
No obstante, la tristeza aparecerá sin que nadie pueda evitarlo encarnada en sus dolientes familias. Conscientes de que cada vida es distinta, única e irremplazable, llorarán desconsoladas la pérdida de lo más querido. El dolor presente nos conmueve, ante el cual los demás nos postramos respetuosos ofreciendo lo poco que se puede  en esos momentos: Compañía y  palabras de consuelo y pesar. Los muertos seguirán no obstante siendo parte de nosotros. Sus actos pertenecen a la comunidad en la que vivían. Por eso los ejércitos saben que su  principal patrimonio lo constituye la memoria colectiva de todos los que les precedieron en su mismo puesto. Caídos o no. 
 
Los soldados cantan “La muerte no es el final”. La religión asoma, cómo no, también aquí. Podría no hacerlo. No pasaría nada. Muchos ejércitos del mundo separan las creencias religiosas de los actos que rinden homenaje a sus caídos. No se pierde nada en reconocimiento y solemnidad. El Ejército tiene su propia liturgia y ceremonial. Esta se fundamenta en el valor que los vivos, soldados o no, otorgamos a unos hombres y mujeres que llevaron al máximo las exigencias de su profesión. Para eso no es necesario que la religión invada este ámbito. Ni ninguno. No es necesario que un sacerdote diga:"La muerte es una llamada a la plenitud de la existencia", en el funeral celebrado en Fuerteventura.  Incomprensible juego de palabras antónimas que solo la fe puede enlazar. Tan tranquilo. Tampoco es necesario el funeral.

Tenemos clero castrense, incluso un Vicario General Castrense, capillas castrenses –católicas- fuera y dentro de los cuarteles. Monolitos a los caídos en los que se insertan cruces. Las misas de campaña obligatorias se han suprimido hace tiempo, pero como se ve, la religión Católica sigue burlando la supuesta neutralidad religiosa en la esfera de lo público. El Ejército no parece darse por enterado. Tenemos, además, a un Príncipe de España, futuro Jefe del Estado, que participa en un acto religioso católico en Fuerteventura.

La “Muerte no es el final”, dice:En Tu palabra confiamos/con la certeza que Tú/ ya lo has devuelto a la vida, /ya lo has llevado a la luz”. Juzguen si se trata o no de una oración, de una manifestación religiosa realizada de una forma colectiva e impuesta.
 
En una sociedad plural, creyentes y no creyentes, ciudadanos antes,  podemos y debemos aspirar a reducir a la religión, cualquiera,  a su ámbito propio, el de sus templos, el de sus practicantes; a una sociedad civil laica que al margen de cualquier confesión permita cívicamente a todos el ejercicio de su particular práctica religiosa. Siempre, eso sí, que  el terreno de todos, lo público, quede al margen de opciones particulares.
 
Mi posición religiosa es lo de menos. Ya la conocen. Es este blog he escrito ya al respecto. Yo no creo que exista una vida que trascienda a esta. El consuelo que ofrece la religión católica me parece una explicación mágica, dominio de la fe. Sobre lo que no hay disputa.
 
Respeto todos los credos. Pero no deberíamos permitir más que las Iglesias, fundamentalmente la católica, sigan impregnándolo todo.  Para los que así pensamos, es el momento de la acción. Esta es mi aportación en este momento.

Permanecemos atentos: Manuel y  Niyireth han caído.¡ Honor y Gloria para ellos!. 

 

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