La reciente entrega de la medalla de oro de Granada a la Virgen de las Angustias me lleva a la triste conclusión del título de la carta. Soy nacido y residente en mi querida Granada, pero el alcalde, en su excluyente y esperpéntico discurso, me ha dejado claro que, al carecer de la necesaria devoción a la Virgen, incumplo un requisito esencial para hacer gala de mi calidad de ciudadano granadino. Mi tristeza se acentúa porque el acto en el que se me rechazó y en el que se violó, una vez más, la aconfesionalidad del Estado, estuvo respaldado por diversas autoridades civiles y militares, entre otras instancias públicas, y porque, además, sólo IU se opuso a la afrenta. ¿Hay quien crea a los genuflexos UPyD y PSOE cuando quieren convencernos de su laicismo?
Mongolia contra los Abogados Cristianos · por Aníbal Malvar
A lo largo de mi ya viejuna e infértil trayectoria periodística, he tenido oportunidad de entrevistar a millardos…