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«No se le está imponiendo la píldora a nadie». Entrevista a Juan José Oyarzún, líder de los masones chilenos

Cree que ha faltado tolerancia en la discusión por la píldora del día después. Que al Gobierno todo se lo encuentran malo. Y que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. La masonería entra en la llamada discusión va

“No soy hombre de santos, así que no puedo andar con santos tapados”, dice para empezar la conversación y dejar en claro que quiere hablar con franqueza. En su oficina de calle Marcoleta, en el Club de la República, nos recibe Juan José Oyarzún, quien desde hace dos meses ostenta el cargo de gran maestro de la Logia de Chile, con el cual se conoce al líder de la institución que es la como masonería.

Las escalada de declaraciones entre Gobierno, oposición, Iglesia y expertos en bioética, derecho y educación sexual tiene a la población atenta a una discusión en la cual se observan, aunque sea a lo lejos, conceptos como el embarazo no deseado, la desigualdad social y el acceso y conocimiento (o no conocimiento) de la población a los métodos de control de la natalidad. La masonería no está ajena al debate y entra a tallar desde dos puntos de vista: la educación y la libertad de elección

–¿Qué le parece la discusión que se ha generado a raíz de la entrega de la píldora del día después a niñas mayores de 14 años?

–Yo creo que el Gobierno está siendo consecuente con sus principios y valores. No está imponiéndole la píldora a nadie, pero sí proveyendo los recursos para que las mujeres que están afectas a un embarazo no deseado puedan tomar una decisión sin necesidad de verse ahogadas por un problema económico. La libertad de elegir descansa sobre la conciencia de cada mujer. No entiendo cómo la Iglesia, que postula el preocuparse de una vida ulterior, es decir más allá de la muerte, se mete en los dominios de lo que nosotros llamamos el campo citerior, lo que está más acá de la muerte. En lenguaje profano, como decimos nosotros, al Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Lo que sí hay que preocuparse es de mejorar la educación. Estamos bombardeados todos los días por una campaña de prensa que lo único que dice es que la educación en Chile es una lástima.

–¿Cree que hay una campaña en contra de las políticas de educación sexual?

–Me preocupa esta verdadera alienación que hay, de encontrar malo todo lo que hace el Gobierno. Esta es una campaña muy bien orquestada, de gente interesada en impedir avances de la sociedad chilena en el terreno de la libre expresión de las ideas y en el campo de ejercer voluntades.

–¿Cree que la repartición de la píldora es un avance de la sociedad?

–La repartición no, la opción que se le da a la mujer de tomar la decisión. Insisto, no es obligatorio, la decisión la toma la mujer. Es como si acusaran a los vendedores de cordel de inducir al suicidio. Y para mí, la mujer de 14 es tan respetable como la de 80.

–¿Y tienen la misma capacidad de discernir respecto de la píldora?

–Depende de sus genes, su herencia y también del ambiente en que ha vivido, familia y educación. Conozco niñas cuya cultura es tan sólida como la de una mujer adulta.

–¿Ha faltado tolerancia en esta discusión?

–Sí, porque la tolerancia no es sólo el arte de convivir en desacuerdo. Consiste en aceptar la opinión del otro, tratar de comprenderla e internalizar lo que es un aporte. En esta discusión parece que cada uno se considera depositario exclusivo de la verdad absoluta. No puede ser que instituciones como la Iglesia traten de imponer su pensamiento a gente que tiene menos información. Ellos están abiertos a cualquiera que quiera entrar a sus filas, nosotros reconocemos que somos selectivos, exigentes con nuestros postulantes. La Iglesia construye su estructura sobre un dogma, nosotros impugnamos los dogmas, esa es una diferencia fundamental.

–La resistencia es en general a las políticas de control de la natalidad de los últimos años.

–El control de la natalidad es tan viejo como el mundo. La polémica se reduce a en qué momento se considera que existe una persona, y sobre eso la ciencia no tiene aún la última palabra. Si la ciencia no puede decirlo, no le corresponde zanjarlo a instituciones dedicadas a otras actividades. Respecto del embarazo no deseado, lo mejor es evitar que se produzca, y el único camino es la educación en el aspecto sexual. En estos días hemos estado bombardeados de imágenes en la televisión con padres de familia, estudiantes y profesores, y lo que queda claro es que se carece de una buena educación sexual.

–¿Cree que la Iglesia busca posicionarse como conciencia moral de nuestro país?

–Eso es lo que ella postula, pero no es la única. La laicidad también postula a convertirse en un referente ético, con otros principios y valores. Respecto de si los postulados de la Iglesia, por ser una institución más antigua, deben estar por sobre el resto, quiero ser bien claro: la antigüedad no constituye mérito. Esto no es el Ejército. Un viejo pensador español decía “el teniente sabe más que el capitán, porque estudió después”.

–La discusión acerca de la eutanasia, ¿ha sido otro reflejo de esa realidad?

–Ha habido mucha polémica y poca difusión de conocimiento. La pregunta es: ¿quién es dueño de la vida de un hombre? Si es creyente, su Dios particular. Si no es creyente, él mismo. Pero, ¿acaso no existe un compromiso con la sociedad en que vive y convive? Yo creo que tiene una deuda con la sociedad. Es difícil trazar la línea… Creo que la única que puede decidir es la persona.

–¿Independiente de esa deuda con la sociedad?

–Independiente de esa deuda, porque él en su conciencia sabe si está en deuda o no. Es mi visión personal. Ahora, la orden masónica respeta el pensamiento de cada uno de sus miembros. Tenemos creyentes de diversas iglesias.

–¿El congelamiento de embriones es inmoral, como ha planteado el obispo auxiliar de Santiago, Fernando Chomalí?

–No estoy de acuerdo, es un procedimiento científico y con pureza de intenciones. Siempre que no se convierta en negocio, por supuesto. No hay una degradación del sujeto manipulado. Para nada. Él ya está allí.

–¿Existe lo valórico más allá de píldoras, condones y embriones congelados?

–La desigualdad social, que ahora los sociólogos le han puesto inequidad, es una injusticia social y también es valórica. Es el baile de los que sobran, de quienes crecen sin participar, con resentimiento, y ahí están las raíces de la delincuencia.

–En ese contexto, ¿endurecer las penas y aumentar el número de cárceles es la forma de combatir la delincuencia?

–No. Es el homenaje a la tolerancia cero, de un alcalde de Nueva York, y no creo en las recetas importadas. Creo que importante es la igualdad de oportunidades, pero con reglas del juego limpias.

–Para los masones, la educación es una preocupación permanente. ¿Cuál es su opinión acerca de la llamada “revolución pingüina”?

–Saludable. Una advertencia. Hay un libro de José de Castro, que se llama “Geografía del hambre”. Ahí se indica que hay dos tipos de personas: las que no comen, pero duermen y sueñan, un gran número de personas; y un pequeño número de personas que comen pero no duermen, por miedo al despertar de los hambrientos…

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