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No querer saber ni PAPA

Confieso que, por respeto a EL PAÍS y a sus lectores, yo no me atrevería a hablar de lo que reconozco que no entiendo, como hace una señora, que encima intenta burlarse de quienes con ligereza –¡qué proyección freudiana!- opinan de algo tan “denso” como el discurso del Papa en Ratisbona. Pero es que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”.
 
Aparte de ciertos detalles del contexto, no hace falta ser teólogo como yo para concluir que todo el discurso está dirigido a identificar el cristianismo con la razón, y el Islam con la sinrazón, lo que haría caer a esa religión en el extremo de la ”guerra santa”, perversión de  cuya presencia en el cristianismo el Papa no dice ni pío. Más aún, para remachar el clavo, el Papa cita  el tan famoso como injusto juicio de que Mahoma “no ha traído d e nuevo sino cosas malvadas e inhumanas”. Pero esa señora está dispuesta a no oír sino lo que le interesa, y por eso,   pretende que el Papa se ha excusado, cuando sólo forzado hasta por sus amigos ha lamentado que haya dolido a otros lo que él dijo, sin desdecirse o completar  su discurso, como si ellos fueran tontos que no entienden nada. No contenta aún con eso, esta señora, al condenar los “discursos incendiarios” “que acaban convertidos en bombas” acusa  de pronunciarlos sólo a los de los musulmanes. Necesita una urgente relectura del Evangelio, empezando por aquellos pasajes en que Jesús denuncia a los “sepulcros blanqueados” que dan gracias a Dios “por no ser como los demás hombres, pecadores”.

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