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No nos salva ni dios · por Jose Antonio Luque

La técnica del milagrito divino para explicar comportamientos raros ha sido profusamente usada desde la noche de los tiempos.

Así, dios todo poderoso, quiso restar trascendencia a lo inexplicable e hizo que las cosas fluyeran a su imagen y semejanza: sin dejar pruebas de su presencia.  Eso dicen los sabios teólogos.

Con el hermanísimo de la nueva “Virgen Iluminada de Atocha” se ha pretendido mejorar la ancestral técnica de los prodigios: huelen a corrupción, suenan a corrupción y parecen corrupción pero quieren hacernos creer que son iniciativas empresariales del hermano de IDA.

Es lo que tiene ser familia de una iluminada, resulta complejo separar la ficción de la realidad, más aún cuando la realidad es la utilización lucrativa de los recursos públicos.

Por mucho que Díaz Ayuso alegue persecución ¿Desde cuándo denunciar las presuntas tropelías de su hermano es un ataque a la iniciativa privada? ¡No señora Presidenta! ¡La denuncia representa defender los recursos públicos!

IDA fue una de las personas que tuvo paperas y faltó a la escuela el día que explicaron – en segundo de primaria – el concepto universalmente reconocido de la condición social del ser humano.

La defensa que desde las teorías cristiano-liberales se hace de la individualidad está muy bien, aunque sean discutibles se pueden admitir como filosóficamente aceptables.

Ahora bien, pierden toda su credibilidad cuando arremeten contra la socialización de los recursos comunitarios para retribuir una inexistente “meritocracia”.

En la mayoría de los casos los premiados no atesoran méritos suficientes para ser distinguidos, ni los recursos utilizados  son de carácter privativo.

 Normalmente (a las estadísticas nos remitimos) son gratificaciones a costa del erario público y los valores especiales que se esgrimen acaban siendo  algún vinculo familiar con quién designa al agraciado.  

Son sanguijuelas que viven de las arcas públicas pavoneándose de pertenecer a una clase que consideran especial.

Todo este proceso ha sido, es y, si nada lo remedia, seguirá siendo convenientemente sepultado bajo toneladas de información sesgada, distorsionada, errónea o convenientemente manipulada por medios afines que limpiarán la imagen del corrupto.

A esos sicarios del poder nada les detiene. Carecen de deontología profesional.

Otro ejemplo lo encontramos en el trato dado a las múltiples tropelías del Emérito. Primero la ocultación, a continuación la negación y la puesta en aviso del infractor.

Finalmente han acabado defendiendo al investigado alegando la prescripción de los delitos, la regularización (hecha sobre aviso), la inviolabilidad del personaje y como guinda los méritos contraídos por ser nombrado por Franco ¡Toma, toma y toma!

Está sobradamente probado que la especie autóctona hispánica atesora una serie de taras que la facultan para tolerar casi todo, es capaz de tragar con cualquier cosa.

También es un secreto a voces que el desarrollo democrático del sistema judicial post franquista deja mucho que desear, lo más reciente es la propuesta de la fiscalía del cierre de la investigación sobre el Emérito.

Las correcciones que ha tenido que hacer el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, unido al estado de provisionalidad dilatada en el tiempo de su órgano director (CGPJ) es una prueba irrefutable de su deficiente funcionamiento y escasez de carácter democrático.

Sin embargo, siendo un problema, no es el más grave. La falta de educación, formación e información es mucho más preocupante.

La completa falta de deontología profesional en el campo informativo ha conducido al mundo en general – y a España en particular – a un callejón sin salida.

Vivimos una historia de malos y buenos contada a través de las maniqueas lentes de Hollywood y ahí nos hemos quedado.

El séptimo de caballería sigue llegando a rescatar a la caravana de colonos y los aplausos resuenan en el patio de butacas.

Poco importa que – durante la carga –  los yanquis  arrollen todo y a todos que se crucen en su camino ¡Son los buenos! Los indios (ancianos, enfermos y niños) corren a salvarse sin que los espectadores participen de su sufrimiento ni les importen sus heridas o su muerte ¡Son los malos! Hollywood dixit, amén.

Las agencias de  publicidad llevan decena de años vendiendo el producto capitalista-liberal sin ninguna cortapisa.

En una buena comercialización es imprescindible hacer notar las deficiencias de la competencia. Verdaderas o falsas, no importa, hay que resaltar deficiencias ajenas para que destaquen virtudes propias.

Ese es el papel que adoptan los medios de comunicación. Poco importa la veracidad de la noticia, nadie va a reclamar y si alguien lo hace, una ridícula rectificación a pie de página servirá para salvar responsabilidades.

En ese mundo vivimos y nos movemos. Las agencias informativas marcan el rumbo de nuestras ideas y adhesiones. Malos y buenos a la carta informativa.

Los vaqueros nos defienden de los cuatreros malvados y el séptimo de caballería nos rescata de los perversos indios ¡Dios salve a América! Al resto del mundo no lo salva ni dios.

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