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No, no es ni censura ni atentado a la libertad de expresión

Quiero parafrasear a mi querido amigo y colega Juan Carlos Sánchez Díaz, director general de Poblanerías en Línea.

Las redes sociales son como ir al centro comercial, son empresas privadas y si incumples sus reglas, te sacan de la plaza.

Y eso fue precisamente lo que sucedió estos días con el aún presidente de Estados Unidos, Donald Trump y sus perfiles en las principales plataformas sociales de su país, Twitter, Facebook e Instagram.

Y es que el retiro de este personaje de estos canales de comunicación obedeció a que violó las condiciones de uso al haber publicado mensajes de odio y que fueron interpretados como incitación a la violencia.

Desde que Trump es presidente ya había tenido enfrentamientos previos con los directivos y dueños de Twitter y Facebook por estos mismos asuntos y también por la difusión de información manipulada y mentirosa.

El año pasado le suspendieron durante unas horas sus cuentas precisamente por abonar a la desinformación.

Aquí es importante aclarar que esta cancelación de las cuentas del presidente Trump de ninguna manera se trata de actos de censura o de coartarle su derecho a la libertad de expresión, como lo ha dicho el propio Trump en el papel de víctima, sus seguidores y hasta uno que otro presidente latinoamericano.

Yo le preguntaría al futuro desempleado gubernamental ¿qué opinaría si las cuentas canceladas hubiesen sido de Nicolás Maduro, Vladimir Putin o el mismísimo Joe Biden? Seguro aplaudiría esa decisión y hasta diría que Jack Dorsey y Mark Zuckerberg habrían actuado valientemente contra esos incitadores a la violencia.

Lo que olvida Trump y quienes reclaman su desaparición de estas redes sociales es que incumplir reglas previamente aceptadas de ninguna manera son un acto represivo. Las reglas de uso de Twitter y Facebook son claras sobre los mensajes de odio y la difusión de mentiras.

Trump olvida que el derecho a la libertad de expresión es un derecho humano que tiene límites y que esos límites se encuentran precisamente en el resto de los derechos reconocidos a nivel internacional.

Mensajes que incitan al odio, a la violencia, a la discriminación, al menosprecio o que pretenden acusar en falso o mentir deliberadamente, de ninguna manera pueden tener el cobijo de la libertad de expresión, precisamente porque difundirlos vulnera otros derechos de otras personas.

Esto mismo deben de reflexionar todas las personas públicas del mundo y especialmente quienes gobiernan.

Y las audiencias y cualquier persona usuaria de redes socio digitales debe tener claro que estas mismas reglas se aplican a todos y todas por igual, pero que también son una garantía para protegernos ante embates virulentos, vengan de donde vengan.

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