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No lo educaría en ninguna religión concreta · por Juan Parrilla

*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.  

La inefable educación Católica que hemos recibido aquellos que ya contamos más años, no ha supuesto por suerte para mí, un bloqueo en mi crecimiento como persona, ya que siempre estuve y sigo interrogándome sobre si soy consecuente con mis pensamientos e ideas, pues que tuve la suerte junto a otros muchos, cuando éramos adolescentes, de hacer una parada en este tipo de educación y a través de una intensa formación en grupos cristianos, comprometidos con la sociedad de nuestro tiempo, en que aprendimos a discernir, pudimos renacer de nuestras impuestos dogmas y despojarnos de los lacres que la Iglesia Católica de aquel tiempo, nos había endosado.

Hoy desde luego, considerándome cristiano, con esa suerte personal que antes reflejo, no educaría a un hijo mío en ninguna religión concreta, pues la creencia solamente en una, excluiría per se a todas las demás.

Me volcaría en una educación que hiciese hincapié en los valores éticos, morales y humanistas de la persona y si después, como fruto de esa asumida educación, mi hijo, desembocase maduramente, responsablemente, en la necesidad de una vivencia en la Fe, me sentiría doblemente satisfecho.

Esto a alguien le puede parecer escandaloso, pero cada día que pasa, observo que no vivo ningún tipo de contradicción en este aspecto, porque se puede ser cristiano-católico sin renunciar a valores de otros credos y sin comulgar obligatoriamente con los dogmas que se sacan de la manga, quienes rigen las religiones para tener así, mejor atadas las voluntades, las conciencias y poder manipularlas.

Para mí, el Cristianismo, es liberador y esto supone vivir la Fe, la Esperanza y el Amor (que no Caridad, una palabra tan manoseada) en la libertad relacional con un Dios Personal y Cósmico, que es Padre y Madre a la vez, sin ningún tipo de imposiciones.
Porque se ha relacionado intencionadamente a la Fe de los creyentes, con los postulados y actitudes que a veces son antitestimonio de lo que nos quieren hacer creer.

La Fe en el Ser Transcendente, te llega o no, es un encuentro, un hallazgo, del ser humano, sin imposiciones, sin ataduras absurdas, con los límites morales, eso sí, que suponen nuestra relación con el hermano.
Sólo así, desde esta libertad de conciencia (que nunca es engañosa) podremos crecer en un humanismo liberador, un humanismo cristiano, que acaso puede desembocar en la Fe, pero que si no desemboca no pasa nada, porque al ser humano que ama auténticamente con el corazón, Dios Padre, Dios Madre, siempre lo sostendrá entre sus brazos.

Sólo la pregunta de ese Ser en que algunos, muchos, creemos, nos dará por nosotros mismos, la respuesta a la prolongación de la vida que desde nuestro nacimiento se nos ha otorgado, al pasar el umbral de nuestra física existencia y llegar a ese estadío de plenitud humana que ya hemos tocado aquí.

Me considero sincretista, es decir, no solamente no rechazo otras religiones, sino que abrazo todo lo bueno que éstas nos pueden ofrecer.

Y ya, como digo anteriormente, nuestra conciencia en la que está Dios, nos preguntará cuánto en realidad hemos amado a los demás.

Pienso que para sentirnos plenamente humanos y ver nuestra pequeñez e infinitud que somos al mismo tiempo, basta mirar las estrellas, las constelaciones. O mirar a un bebé que refleja que hay mucho más en la vida que merece ser vivida.

Entonces, si esa mirada la interiorizamos y sentimos que permanentemente nuestra Conciencia-Dios, está en nuestro corazón y en todas las fibras de nuestro ser, consecuentemente nos sentiremos realizados.

Basta ya de religiones impuestas, infantiloides, que permanentemente están amenazando con las llamas del infierno, porque hemos sido castrados en nuestra educación, que lejos de ser liberadora, siempre nos ha hecho y nos seguirá haciendo sentir culpables.

Siempre se nos ha dicho desde la religión:
Bienaventurados pobres, los mansos, los que lloran, los que pasan hambre y sed de justicia (no hablan del hambre física) los misericordiosos, los limpios de corazón, los que padecen persecución por la justicia, los pacíficos… Excepción hecha de un par de ellas las demás han sido para mí una distorsión interpretativa (¿acaso intencionada?) del Mensaje del Maestro.
Todo ello para un mundo en el cielo, pero aquí y mientras tanto… ¿Nos fastidiamos?
Es que desde luego estamos pillados por donde más nos duele.
Y a propósito, otro día tocaremos el “sexo” Mandamiento.
Deseo que sean ustedes moderadamente felices y que sean buenos/as si pueden.

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