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Nigeria: las mujeres como pretexto en las intervenciones militares

Tras un discurso de defensa de las mujeres se esconde a menudo una excusa para justificar las injerencias de la comunidad internacional.

Rafia Zakaria, periodista feminista pakistaní, lo llama “el paradigma de la colegiala” en una columna de opinión publicada en Al-Jazeera. La narrativa es sencilla: niñas en una tierra subdesarrollada en la que el acceso a la educación no está garantizado, un grupo islamista bárbaro y un Gobier­no ineficaz que no es capaz de controlar su propio territorio, la violencia y la misoginia. La estampa recuerda a países como Afganistán o Pakistán, pero desde hace un mes es el discurso dominante sobre Nigeria, donde el grupo islámico Boko Haram tiene secuestradas a más de 200 niñas de la localidad de Chibok, al noroeste del país.

Así, la maquinaria de defensa occidental (Estados Unidos, Francia e Inglaterra) celebraba en París el pasado 17 de mayo una cumbre internacional junto a cinco países africanos, Nigeria, Níger, Camerún, Chad y Benín, en la que diseñaron un plan global para “defender el estado de derecho en las regiones afectadas por la acción de los terroristas” y, sobre todo, “los derechos de las niñas víctimas de la violencia, los matrimonios forzados o la amenaza de esclavitud”.

“A menudo se usa a las mujeres como excusa para las intervenciones de la comunidad internacional, se hace bajo la idea de la protección de las mujeres. Pero esta idea supone verlas sólo como víctimas. La lógica de la protección implica continuar con una dinámica armada donde hay intereses de otro tipo”. Así lo explica para DIAGONAL Carmen Magallón, directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz.

Uno de los ejemplos es Afga­nistán, donde la intervención estadounidense de 2001, previa campaña internacional de denuncia de la situación de las mujeres afganas, ha cronificado un conflicto con miles de personas muertas y desplazadas donde las mujeres se enfrentan a un régimen que continúa vulnerando sus derechos de manera sistemática.

Pretextos para intervenir

Sin embargo, a pesar de experiencias como la del país asiático, Rafia Zakaria señala que incluso los feminismos occidentales ponen el acento en el islam y en los derechos de las mujeres en vez de articular un discurso más profundo que tenga en cuenta cómo estos derechos son usados como pretexto para una intervención militar.

Esta narrativa, según Carmen Magallón, “deja fuera de discurso la opinión de las mujeres africanas”, que, sin embargo, en muchas ocasiones rechazan de manera contundente las intervenciones. En noviembre de 2012, la feminista Aminata Traoré firmaba junto a distintas personalidades malienses un manifiesto en el que denunciaba la instrumentalización de la violencia contra las mujeres para legitimar las guerras y la injerencia en su país. Ese mismo año la feminista nigeriana Amina Mama señalaba la necesidad de problematizar “la retórica omnipresente occidental de ‘terror’ que justifica y sostiene la expansión militar continuada en nombre de un discurso emi­nentemente nortea­me­ri­cano cen­tra­do en la doctrina de la seguridad”.

En esta línea, la profesora y antropóloga de la Universidad de Grana­da Soledad Vieitez afirma en una entrevista con este medio que “lo que está ocurriendo con el terrorismo de Boko Haram es execrable. Sin embargo, vemos como en estos días muchas personas reconocibles de todos los ámbitos de la política se hacen la foto, sin hacer la más mínima autocrítica de hasta qué punto las políticas económicas de sus propios países han contribuido a polarizar a estos grupos en Nigeria o en Somalia hasta alcanzar esta situación. De fondo hay numerosos objetivos geoestratégicos de primera magnitud”.

Combustibles fósiles

Nafeez Ahed, columnista del diario británico The Guardian, también critica la poca atención que se ha prestado a las raíces de la crisis que afecta a Nigeria: “La militancia islamista en Nigeria está siendo fortalecida por los intereses occidentales y regionales sobre los combustibles fósiles”.

Nigeria es el mayor exportador de petróleo en el África subsahariana y, según un informe anual de BP sobre el estado de la energía en el mundo en 2013, cuenta con el 2,2% de las reservas mundiales de petróleo. Ade­más, como refleja en sus informes la Unión Europea, es un socio comercial muy importante para el continente, sobre todo en recursos energéticos como gas y petróleo. Según el Departamento de Energía de Esta­dos Unidos, en 2012 Europa importó el 44% del petróleo producido por Nigeria, lo que representa el 20% de su consumo total de esta energía. Este crudo, por otro lado, es exportado por multinacionales europeas, como Shell o Total, que operan en el Delta del Níger desde los años 50.

La riqueza energética, sin embargo, es un arma de doble filo para el neoliberalismo. El pasado mes de marzo un estudio de Bank of Ame­rica-Merrill Lynch, una de las mayores compañías financieras del mundo, señalaba a Nigeria como uno de los países emergentes que más amenazan en el plano geopolítico los mercados internacionales.

A pesar de las cifras, la riqueza de la primera economía africana no repercute en la población del país: según Naciones Unidas, el 62% de sus 170 millones de habitantes vive bajo el umbral de la pobreza. Para Itziar Ruiz-Giménez, coordinadora del Gru­po de Estudios Africanos, éste es uno de los factores que explican la presencia de grupos armados del islam político: “Los recursos naturales de Nigeria se han quedado en manos de una pequeña élite y no han llegado al conjunto de la población, y mucho menos a esos Estados del noreste, de donde proviene Boko Haram. No hay escuelas, educación, carreteras… y se percibe al Gobierno de Nigeria como un gobierno corrupto y acaparador que excluye y margina a la población”.

Las violaciones de derechos humanos por parte del Gobierno son también silenciadas en el discurso mediático. “Se practica de manera sistemática la tortura –afirma Ruiz-Giménez–, lo que ha supuesto, por ejemplo, que desde el año pasado más de 900 personas murieran bajo custodia en las cárceles nigerianas por su supuesta vinculación no probada con Boko Haram. Es importante que la cobertura mediática amplíe el foco del secuestro de estas niñas”.

Hacer un análisis multidimensional de lo que ocurre en Nigeria implica dejar de lado el discurso civilizatorio y elaborar una respuesta que cuestione los discursos hegemónicos. Así lo señala Rafia Zakaria, que critica cómo “se descontextualizan las historias locales que se transfieren a un contexto global sólo cuando se ajustan a los estereotipos de la mayoría”. Desde esta lectura, Zaka­ria apela a las feministas occidentales que deseen unir fuerzas con las feministas negras, menos representadas en los medios de comunicación, para ir más allá y desmontar esa narrativa que busca justificar las intervenciones militares.

Africom, niñas secuestradas y petróleo

El pasado 8 de mayo un equipo de 16 efectivos del Africom entre personal del FBI y militares estadounidenses llegaron a Nigeria para, en palabras de uno de sus portavoces, “coordinar con las autoridades del país la ayuda necesaria en la búsqueda de las menores”. El Africom se creó en 2007 como un Mando Combatiente Unificado del Departamento de Defensa de Estados Unidos y es el responsable de las operaciones militares de este país en los 53 Estados africanos. Sin embargo, la presencia de estas fuerzas ha levantado las sospechas de la sociedad civil nigeriana, ya que la participación de este mando parece estar muy vinculada al petróleo en el Golfo de Guinea. La presencia del Africom, según diversos analistas internacionales, debe vincularse a nuevas lógicas geopolíticas norteamericanas enmarcadas en el final de la Guerra Fría, el control de los recursos naturales en zonas más inestables y la voluntad norteamericana de contrarrestar la influencia China en África.

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