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Nadie vota religiosamente

En teoría uno de los principales núcleos de voto sería el de los católicos, pues un 60% de los españoles se declara creyente, según el CIS. Sin embargo, y al margen de que solo un 13% va a misa regularmente, es absurdo pensar que se trata de un grupo homogéneo. España, apuntan los sociólogos, es uno de los países europeos que ha tenido una secularización más drástica y todas las encuestas señalan que la idea más extendida es que la Iglesia no debe meterse en política. Es paradójico, porque la línea oficial católica es precisamente que la fe no debe recluirse en el ámbito privado.

“Es un fenómeno acusado, en comparación con otros países donde se es más tolerante con la intervención de la Iglesia en la vida pública. Pero aquí los partidos son los que menos hablan en Europa de moral o religión”, reflexiona José Ramón Montero, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid.

El teólogo Juan María Laboa recuerda la variedad de ideas políticas de los creyentes desde la Transición. Y no solo de los fieles, pues la encuesta entre el clero de 1969, una iniciativa única en Europa, desveló que “gran parte eran cercanos a las ideas socialistas”. En las encuestas de los setenta, los católicos figuraban en todos los partidos y el que más tenía era el PSOE. Laboa también subraya que las organizaciones obreras cristianas —Juventud Obrera Católica y Hermandad Obrera de Acción Católica— tuvieron una importante labor de oposición y que CC OO nació en las parroquias. Por otro lado, las regiones que más porcentaje del IRPF destinan a la Iglesia católica son dos tradicionales feudos socialistas, Extremadura y Castilla-La Mancha.

La neutralidad oficial de la Iglesia es una clave de la Transición. “Hubo la tentación de crear un partido político católico, pero el cardenal Tarancón y la Iglesia dijeron que no. Para algunos fue un error, yo creo que fue un gran acierto. La Iglesia ya había estado demasiado unida al Estado durante el franquismo. Eso marcó el futuro. La Iglesia dice algo general de sentido común, no votar a partidos que vayan contra la doctrina. Pero es que no hay ninguno que la acoja plenamente”, opina Laboa.

“Le debemos más al PSOE”

Es automático asociar a la Iglesia con el PP, pero es interesante ver una de las últimas portadas de la revista católica Vida Nueva con un balance del Gobierno de Rajoy: “No debemos nada al PP”. Son palabras de un obispo. Que añade: “Le debemos más al PSOE”. El episcopado esperaba de Rajoy una reforma del aborto que, al final, fue un retoque, y abolir el matrimonio homosexual. Es más, en el PP se han caído de las listas los diez parlamentarios que votaron contra la reforma del aborto. Con Zapatero sí hubo fuertes choques, pero la verdad es que la Iglesia obtuvo un aumento del 0,52% al 0,7% en su asignación del IRPF.

En todo caso, coinciden varias fuentes eclesiásticas, la época de Antonio María Rouco ha quedado atrás y la actual jerarquía no va a salir a la calle con pancartas. Su única manifestación ante los comicios ha sido un documental titulado Defendiendo libertades: cristianos ante las urnas. En él aparecen personalidades y periodistas conservadores que se muestran huérfanos de un partido que les represente.

Al cambio de la Iglesia, además del nuevo Papa, ha contribuido el azote de la crisis. “Este país no se ha roto porque está la Iglesia: Cáritas da comida, paga la luz y el gas y el alquiler”, asegura un alto cargo de la Conferencia Episcopal Española, que aporta una pequeña parte de las donaciones que recibe la organización.

Lo curioso es que es en la Iglesia más progresista donde se reclama ahora menos neutralidad política. “En nuestra parroquia hablamos mucho de política. Las opiniones políticas de la jerarquía no son explícitas, hay miedos, y haría falta que se mojara sobre los dramas de la gente. Hay que señalar y acusar las políticas que los propician”, explica Javier Baeza, el llamado cura rojo de Vallecas (Madrid), que vio cómo Rouco le cerraba la parroquia en 2007, ahora convertida en centro pastoral. “Vivir la fe tiene una expresión política, no partidista, eso queda en la zona privada de la persona”, opina. “Hablamos de familias desahuciadas, de refugiados. La política debe estar presente en la vida de los ciudadanos”.

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