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Mutis episcopal el 23-F y también silencio ahora ante el fin de ETA

Cuando se produjo el golpe de Estado del 23-F, los obispos estaban reunidos en Asamblea Plenaria para elegir al sucesor del cardenal Tarancón. Supieron, entrada ya la tarde y a través de la radio y de la televisión, que el entonces teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina, al mando de unos doscientos guardias armados, había asaltado el Congreso de los Diputados y tenía como rehenes o prisioneros a los diputados.

Se esperaba que en cualquier momento fuera –por la fuerza de las armas- nombrado presidente del Gobierno uno de entre los altos jefes militares procedentes de la dictadura franquista. El general Milán del Bosch, además, sacó los tanques por las calles de Valencia. Era de noche y la mayoría de los ciudadanos de este país pasaron miedo o, mejor dicho, pavor. Tres años después, 1978, de haber sido aprobada la Constitución democrática –tras cuarenta años de fascismo a la española- el viejo régimen estuvo a punto de reaparecer para regresar a las terribles andadas de antaño.

Émulos de Poncio Pilatos
Los obispos y cardenales, sin embargo, siguieron sin inmutarse ante la situación descrita. Los esfuerzos del jesuita y vicario de la diócesis de Madrid, José María Martín Patiño, por conseguir que el episcopado hiciera cuanto antes una nota en defensa de la democracia, que se encontraba en evidente, peligro, no prosperaron. Unos cuantos obispos, requeridos por Martín Patiño, para que impulsaran la nota, optaron por emular a Poncio Pilatos. Es decir, se lavaron de forma ominosa las manos e hicieron mutis por el foro.

Texto timorato
Cuando pudo comprobarse que el golpe de Estado había felizmente fracasado, en la mañana del día siguiente, los máximos representantes de la Iglesia católica en España difundieron finalmente la nota. Pero llegaron tarde y lo hicieron mal porque el texto era timorato, escasamente comprometido con la democracia y más ambiguo que firme. Era más un trámite que un compromiso con las libertades.

Rouco Varela, sin alegría
Ahora, la Conferencia Episcopal Española ha repetido -salvadas las distancias y también los hechos- un numerito similar a su silencio del 23-F. ¿Por qué el arzobispo de Madrid y cardenal, Antonio María Rouco Varela, no ha expresado, en su nombre y el de sus colegas eclesiásticos, su alegría ante el comunicado de ETA anunciando el fin definitivo de sus siniestras actividades? ¿Por qué no ha felicitado a las fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado español, a los jueces y los fiscales y, naturalmente al Gobierno actual y al Gobierno francés, ante lo que es el fin del terrorismo etarra? Hace más de dos años que no ha habido un solo atentado mortal. ¿Les importa o no a estos clérigos de alto rango que ya no haya muertos de ETA? Por cierto, ¿alguien recuerda que los etarras asesinaran a un solo eclesiástico?

¿Clases de democracia?
En estos últimos días ha vuelto la jerarquía eclesiástica a bendecir de facto y públicamente a los votantes del PP y, en cambio han vuelto a cargar contra los votantes del PSOE o, en general, de la izquierda. Está ya muy a la vista el 20-N y andan los jefes católicos exigiendo que se deroguen las leyes del divorcio, el aborto y los matrimonios homosexuales. Y además se permiten sin complejos dar clases de democracia a cuenta precisamente de ETA. Afirman que “una sociedad que quiere ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población”. Está más claro que el agua clara que los obispos atacan una vez más al PSOE, como si los socialistas estuvieran apoyando a ETA. ¡Hay que ser hipócritas para decir estas cosas y hablar en nombre de Cristo!

El semanario Alfa y Omega
Desde ELPLURAL.COM preguntamos a Rouco Varela por qué desde el semanario Alfa y Omega -que el Arzobispado de Madrid financia con crisis y sin crisis- insultan, descalifican, ofenden, injurian, al estilo de los medios de comunicación ultramontanos, a la izquierda. El jueves pasado en la sección que firma el citado Gonzalo de Berceo pudo leerse lo siguiente a propósito de la Conferencia de San Sebastián, prólogo del fin de ETA: “¿Por qué los asesinos etarras y sus cómplices celebran (…) en vísperas electorales, esa ignominiosa conferencia mal llamada de paz, que ha reunido en San Sebastián a los indeseables?” Y agrega: “¡Qué ocasión tan maravillosa ha perdido el llamado Gobierno español de enviar a la policía para que hiciese una redada determinante! Pero sí, sí…lo que ha hecho es enviar a los representantes vascos del PSOE (…) Este paripé de paz inexistente [está] en el plan macabro de ruptura de la Nación española, diseñado diabólicamente por los asesinos etarras y sus múltiples cómplices”.

Brazo en alto
Y así, hace bastante más de una década, cada semana, el tal Berceo, asalariado del cardenal Rouco Varela, ejerce de portavoz de la derecha extrema o del PP. Y no olvidemos que el régimen de Franco se basó en buena parte en el nacionalcatolicismo. Lo protagonizaban aquellos obispos que saludaban al Caudillo brazo en alto. Por eso a los obispos les pareció no mal del todo el 23-F y ahora les parece muy mal, por lo visto, que ETA se desactive. O sea, que deje de matar. ¡Fariseos!

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM

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