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Musulmanes en Europa: Los guetos se multiplican

Arabe igual a musulmán, musulmán igual a islamista, islamista igual a terrorista. Ése es un encadenamiento de razonamientos o conclusiones propio de la mentalidad del Front National" (FN), dice Antoine Sfeir, director de la revista Les Cahiers de l'Orient y gran especialista de las relaciones entre Oriente y Occidente. Y el FN conquista, desde hace ya casi diez años, alrededor del 15% de los votos franceses. "Europa no es consciente de que dentro de sus fronteras viven 13 millones de musulmanes. La UE nunca se ha planteado su integración socioeconómica, limitándose a aceptar el auge del comunitarismo", concluye Sfeir.

En Francia nadie sabe con exactitud -las estadísticas no pueden interesarse ni por la raza, ni por la religión de los ciudadanos, so pena de ser acusadas de discriminación- cuántos musulmanes viven en su territorio, pero se cifra entre cinco y seis millones el número de personas de origen magrebí, un origen que, si bien no comporta obligatoriamente una práctica religiosa, sí nutre las filas del islam francés. En cualquier caso, esos cinco o seis millones de personas nacidas al otro lado del Mediterráneo, o hijos o nietos de gente venida de Argelia, Marruecos y Túnez, equivalen a casi un 10% de la población gala. Más, pues, que los 600.000 o 700.000 judíos franceses. Durante años, esos dos mundos han vivido en paz, compartiendo en París incluso una misma calle, la Rue Ramponeau, en el barrio de Belleville. Durante la llamada primera guerra del Golfo, en 1991, se temía que la acera derecha atacase a la acera izquierda, pero no pasó nada. Pero también es verdad que, en Francia, en 1990 hubo un total de 10 actos considerados antisemitas o racistas, mientras que en 2002 hubo 193 catalogados dentro del primer caso y que los incidentes de corte racial progresaban un 205% en 10 años.

La sociedad francesa está amenazada de desintegración. El enquistamiento del paro por encima del 10%, la desaparición o debilidad de los mecanismos clásicos de integración del inmigrante -sindicato y partido en relación con el trabajo, servicio militar obligatorio, voluntarismo de una política social de vivienda, etcétera- ha favorecido el surgimiento de guetos. Y en los guetos, el nivel de la escuela es más y más bajo, arrastrado por las dificultades socioculturales de los alumnos, que ya no ven en ella una vía para progresar. Las chicas jóvenes se rebelan contra esa tendencia. El movimiento Ni Putes ni Soumises reivindica para las mujeres dominadas por la familia y el suburbio árabe el derecho a la libertad, es decir, a la libertad de movimientos, a poder maquillarse, a llevar falda o pantalón en vez de chándal o chilaba; a no ser tratadas, en definitiva, como seres de segunda categoría en manos de los caídes del barrio, que sólo pueden imaginárselas como futuras esposas fieles o como prostitutas. "Aquí, si quieres que te dejen en paz tienes tres soluciones: ponerte el velo o la burka, estar embarazada o salir con uno de los jefecillos", explica Reine-Claude Lasry, hija de argelino y francesa, violada a los seis años y hoy destacada militante de Ni Putes ni Soumises.

Este movimiento de nombre provocador es hijo de una iniciativa de Fadela Amara, una de los 10 hijos de una familia argelina de Clermont-Ferrand. "Surgió después de que un novio machista quemara viva a Sohane, en la primavera de 2002. Es un gesto de rebelión contra los bárbaros de los barrios, los caídes irrecuperables", dice Fadela, para quien el velo o el pañuelo en el pelo "es un signo de opresión y discriminación".

La progresión comunitarista va acompañada de violencia. "Al Qaeda ha declarado la guerra a Occidente. Palestina, Irak o el velo islámico son meros pretextos. Con las Torres Gemelas y el Pentágono arremetieron contra símbolos de EE UU; en Bali, contra los intereses australianos; en Madrid han abierto el frente europeo. Su objetivo es hacerse con el control de las comunidades musulmanas en Occidente, hacer más ancha y profunda la grieta que separa el islam de nuestro mundo", explica Sfeir.

A veces el remedio es peor que la enfermedad. Nicolas Sarkozy, ministro del Interior, quiso crear un organismo representativo del mundo musulmán. Y ahí está el Conseil du Culte Musulman (CCM), dominado por la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia, subvencionado por Arabia Saudí, y con una concepción integrista de la religiosidad. La apuesta a favor de la hegemonía de la oficialista mezquita de París ha fracasado, y hoy los integristas del CCM hablan en nombre no sólo de los creyentes en el islam, sino de todos los ciudadanos de origen árabe. Más leña al fuego.

Antoine Sfeir, en una entrevista para el canal de la Asamblea Nacional, resume a la perfección el problema: "Si el islamismo ha progresado en el mundo árabe es porque las mezquitas eran y son, en el mundo árabe, el único espacio abierto a la crítica del poder". En los guetos de Occidente sólo las mezquitas recogen y capitalizan el odio de los marginados de origen árabe o confesión musulmana. No es extraño que, en ese contexto de miedo e incapacidad integradora, el novelista Michel Houellbecq acabase ante los tribunales franceses por declarar que "si todas las religiones son idiotas, la más idiota es el islam".

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