Durante muchos siglos la religión ha monopolizado la noción de ayuda al prójimo necesitado mediante el concepto de “misericordia”, que no hacía otra cosa que fomentar la desigualdad y el estatus de inferioridad de los sectores de población más desfavorecidos, mientras ayudaba a perpetuar una sociedad cerrada de clases, y acuñaba vocablos que añadían indignidad a los sectores sociales marginales (pobre, beneficencia, caridad, limosna…). A partir de la Revolución Francesa , con la nueva sociedad que basa sus pilares ideológicos en los principios de igualdad, libertad y fraternidad, empezó a surgir un nuevo modelo de ayuda social, de corte filantrópico-asistencial y ya de carácter público y laico, que sostenía su actuación no en socorrer de manera inconexa e individual al necesitado, sino fomentando la mejora de los sectores marginales, con una actitud no de caridad, sino de solidaridad. Es el origen, en la España del XIX, de la asistencia social.
Afortunadamente la asistencia social a lo largo del siglo XX fue evolucionando y pasando de ser una acción filantrópica puntual por parte del poder público o privado, a ser un derecho ineludible en cualquier sociedad justa y democrática, en la consideración de que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos a conseguir unas determinadas cotas de bienestar. Y paulatinamente se fue dejando de actuar sólo sobre las necesidades, para hacerlo sobre las situaciones de precariedad que afectan a grupos o comunidades de ciudadanos. El Estado ha ido, en definitiva, adquiriendo la responsabilidad de responder ante las necesidades de grupos sociales castigados por la carencia o la vulnerabilidad.
Cierre de centros de ayuda a discapacitados
Luis de Sebastián en su obra La Solidaridad (Ariel, 1996) define este concepto como el reconocimiento de la obligación natural que tienen los individuos y los grupos humanos de contribuir al bienestar de los otros, especialmente de los que tienen mayor necesidad. Y en cualquier sociedad decente y democrática, que supuestamente ha dejado de considerar al discapacitado como un tarado y ya no quema en la hoguera de la Santa Inquisición a los enfermos mentales por endemoniados, el apoyo a los sectores más vulnerables debe ser una de sus grandes prioridades. Sin embargo, hemos leído en los últimos días la noticia de que el día 8 de marzo la Comunidad de Madrid comunicó a varios centros asistenciales que serán cerrados indefinidamente debido al mal estado de las instalaciones que la propia comunidad había dejado en el abandono desde hace varios años. Se trata del Centro Ocupacional Magerit, el C.O. Fray Bernardino y el Centro de Atención a Discapacitados Psíquicos de Arganda del Rey.
El PP y sus despropósitos en Madrid
Yo no sé a los demás, a mí estas cosas me indignan. Desde que el PP se hizo con el gobierno de la Comunidad de Madrid, los despropósitos a los que asistimos no tienen fin: una implacable privatización de los servicios públicos, una ciudad (la más endeudada de Europa) cada día menos grata y habitable, unas obras inacabables que han dejado a la urbe, más que como una urbe, como un laberinto hostil de túneles de hormigón, carriles y rotondas, unas plazas que más que plazas parecen insufribles patios de cárceles en los que encontrar un árbol o un banco donde sentarse es algo muy cercano a la utopía. Son, en realidad, técnicas neoliberales cuya finalidad es privar al ciudadano de bienestar y calidad de vida, considerarle como un mero consumidor y como un votante simplón al que, cual borrego, hay que adoctrinar para que deje su voto sin tener en cuenta las mermas de sus derechos de que es objeto (de ahí el contundente y vergonzoso control que ejerce el PP en los medios de comunicación públicos).
Obra social, asunto político y moral
Nos faltaba por ver el cierre de centros asistenciales a discapacitados. Tengamos en cuenta que la obra social es, además de un asunto político, sobre todo un asunto moral. Y dada la importancia que la derecha concede a las palabras “moral” y “valores”, cuesta creer que los que no paran de aludir a la moral como si fuera su patrimonio exclusivo no consideren que la asistencia a disminuídos psíquicos forme parte de esa moralidad de la que tanto hablan y presumen. Falsedad e hipocresía que me provocan la percepción de un histórico “déjà vu”.
Falsa moral de la derecha neoliberal
Cuesta creer que los que regalan terrenos públicos (es decir, de todos) a instituciones religiosas de integridad muy dudosa para construir colegios privados que, hablando en plata, hacen proselitismo y negocio con la educación de niños y jóvenes, que los que intentaron ceder un legado histórico de la ciudad a la Iglesia para construir un minivaticano, que el partido que a todas luces parece constituir el brazo político de una iglesia que está muy lejos de ser moderada, se dedique a cerrar centros asitenciales públicos para personas discapacitadas, vulnerables y necesitadas. Probablemente abrirán otros privados para hacer negocio de la indefensión humana. Yo no sé a los demás, a mí esta "moral" me parece inmoral y de hojalata.
Coral Bravo es Doctora en Filología