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Mientras tanto, en la capilla…

La universidad pública cuenta con una treintena de oratorios católicos, que algunos rectores han barajado suprimir en los últimos años, sin llegar a hacerlo

Los rectores “no se han atrevido” a sacar a la Iglesia de la universidad, denuncia Europa Laica

Ni un alma rezaba en la capilla del campus de Somosaguas en la mañana en la que Rita Maestre declaraba como acusada por su asalto a este mismo oratorio hace casi cinco años. El silencio se adueñaba a las once de una pequeña sala, con apenas cinco filas de bancos, a la espera de que se iniciase después, ya a la una y media de la tarde, la misa que ha congregado al cura y a solo 13 fieles. El Padre nuestro ha resonado entonces en esta habitación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), con nula presencia de jóvenes, mientras el juicio contra una edil reabría a 13 kilómetros de allí el debate sobre la existencia de instalaciones religiosas en centros educativos públicos.

Porque, según subrayan fuentes de Podemos, ese era el propósito que se escondía tras la acción en la que participó en 2011 la actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid: “Era una protesta pacífica que reivindicaba la separación de la Iglesia y el Estado“. Las universidades públicas españolas cuentan con, al menos, 33 oratorios católicos, según el recuento de la organización Europa Laica —de ellas, una veintena están en la Comunidad de Madrid—. El centro educativo cede la sala y corre con los gastos derivados del mantenimiento y los suministros. Y el Estado sufraga el capellán.

“Que, en cualquier lugar del mundo civilizado, haya en las universidades aulas de teatro o campos de deporte también nos hace plantearnos por qué no van a existir lugares donde, quienes creen, puedan vivir una experiencia de Dios”, ha defendido el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, que añade: “No digo que solamente tenga que existir algo para los cristianos, debe ser algo para todos. Pero hoy, en España, hay una mayoría [católica]”.

La presencia de estas capillas se ampara en los acuerdos de cooperación firmados entre la Iglesia y el Estado en 1979. En uno de sus artículos, España se comprometió a “garantizar” que los católicos pudiesen organizar cursos y otras actividades religiosas en las universidades públicas “utilizando sus locales y medios”. “La anacrónica existencia de capillas solo tiene sentido, realmente, en lugares donde la gente no tiene movilidad, como cárceles y hospitales. No aquí. Pero muchas autoridades han sido muy permisivas durante estos últimos 40 años”, señala Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, que denuncia cómo los rectores “no se han atrevido” a sacar a la Iglesia de la universidad. “Es como si tuvieran miedo a los obispos”.

Carlos Berzosa, rector de la UCM cuando Rita Maestre asaltó el oratorio en 2011, afirmó entonces que “no debería haber capillas en las universidades”. Pero las ocho con las que contaba la Complutense continúan allí. En 2013, su sucesor, José Carrillo, reabrió el debate e intentó cerrarlas o convertirlas en salas multiconfesionales —”al menos, si se quedan, que paguen alquiler por ocupar terrenos de la Complutense”, dijo—. Pero este también fracasó. El actual rector, Carlos Andradas, defiende un modelo laico donde los espacios religiosos “estén en otros sitios”: “Pero esos espacios ahora existen, forman parte de una tradición y de acuerdos que tampoco pueden romperse de un día para otro”. “Hay que dar pasos en ese sentido, pero no es una prioridad”, apostilla.

“Está fuera de lugar que en una universidad pública esté todavía metida, a estas alturas, la Iglesia. Además, que prácticamente nadie la usa”, argumenta este jueves Elena Varea, de 23 años y estudiante de tercero de Psicología, a las puertas de la capilla de Somosaguas. “A mí me parece bien que los creyentes tengan la oportunidad de venir aquí y rezar. Está bien que tengan esa opción”, responde Blanca López, de 18 años y alumna también de Psicología.

A pocos metros de ella, una profesora, que acaba de salir de la misa de la una y media, defiende la presencia de la capilla y se lamenta de que vuelva a reabrirse ahora el episodio del asalto de 2011: “Es una lástima que la Justicia haya tardado tanto, porque si el juicio hubiese sido hace dos años, no se hubiera montado tanto revuelo”. A su espalda, los otros 12 fieles abandonan la capilla. Y el silencio vuelve a adueñarse de este oratorio ubicado junto a la Unidad Clínica de Logopedia.

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