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Mi cuerpo es mío y mi desnudo también. Y me gusta.

Hace unas jornadas leí en el diario “Público” el artículo “Topless político y feminismo” de la periodista  Nazanín Armanian, escrito con motivo de que el 4 de abril fue declarado por las Femenel “Día Internacional de la Yihad topless”, en solidaridad con Amina Tyler, la joven tunecina que subió al Facebook las fotos de su torso desnudo en el que había escrito “Mi cuerpo me pertenece y no es la fuente de honor de nadie”.

Me ilusionó el comienzo de la lectura porque empezaba criticando cierto tipo de feminismo no comprometido con la defensa de todas las mujeres en todas partes del mundo y porque denunciaba el machismo. Y como esperaba algo más seguí leyendo y me encontré con ciertas afirmaciones que o yo no entendí o estoy en desacuerdo con ellas, si es que las entendí.

Hacía tres afirmaciones que me desconcertaron y no porque no las entendiera. Una es en la que afirma que: “El feminismo, como movimiento, tiene el propósito de eliminar la supremacía masculina”; la otra que dice que: “Mi cuerpo me pertenece” es otro de los lemas del capitalismo neoliberal y su apología de la propiedad privada frente a los sistemas político-económicos menos desarrollados…” y la tercera que: hacer “topless frente a una mezquita o en el Vaticano- es éticamente incorrecto y contraproducente políticamente”.

En cuanto a la primera creo que existen diferentes feminismos desde diferentes concepciones ideológicas de la mujer. A mí personalmente me parece que la tarea fundamental del feminismo no es la de igualarse al hombre porque en cualquier sistema político democrático esa igualdad ante la ley, afortunadamente, ya existe y si no existiera habría que luchar por ella. Lo que significaría proponer una revolución política en los regímenes dictatoriales o teocráticos.

Creo que la tarea fundamental del feminismo, y también de las fuerzas políticas progresistas, debería ser la liberación moral o la revolución moral creando una “nueva moral” que, basada en los derechos individuales, denuncie todas las morales existentes por ser, precisamente, monoteístas, machistas, patriarcales, antifeministas y homófobas. La revolución moral es la que nos libraría a los hombres y a las mujeres de la opresión o al menos en una primera fase adquiriríamos conciencia de la opresión en que vivimos para dar el siguiente paso. ¿Se imaginan ustedes lo que significaría que un día todas las mujeres musulmanas decidieran desnudarse? Ese día se desplomaban todas las teocracias como consecuencia de la revolución moral. Porque un cuerpo desnudo, sea o no bello, es un cuerpo libre. Y para impedir que sea libre lo tapan. Y podríamos contemplar nuestros propios cuerpos y los ajenos con gozo, sin sentimiento de vergüenza y con una inmensa sensación de libertad. ¿Por qué tenemos que apartar la mirada de un cuerpo desnudo, masculino o femenino? ¿Por qué no puede ser contemplado un desnudo, simplemente?

Por otra parte, en la relación que hace entre la propiedad de los medios de producción y la frase “mi cuerpo me pertenece”, aún no consigo salir de mi asombro. Por más que busco la salida no encuentro la puerta. Sencillamente no me explico que la posesión que cada cual tiene sobre su cuerpo tenga nada que ver con el “neoliberalismo”, el capitalismo, el neo-imperialismo o el neocolonialismo. Alucino. Desde que Rousseau escribió “El contrato social” las relaciones laborales son contractuales porque cada uno, al menos, posee su propio cuerpo. Porque si fuera una característica del “neoliberalismo” la proclamación de que el cuerpo de uno es propiedad del mismo y no de los otros, los países en los que reina el “neoliberalismo” como en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y los demás países europeos, defenderían la consigna “mi cuerpo es mío”.

Y sin embargo ocurre todo lo contrario, que el cuerpo desnudo y el placer sexual son una perversión inevitable, según la moral pública, oficial y cristiana de los sistemas neoliberales, por lo que debe mantenerse oculto ante la mirada lasciva del pueblo. Y van e imponen, imitando sin duda a la Santa Inquisición española, a la doctrina cristiana, a los libros sagrados y al código penal, la prohibición del desnudo porque, por lo visto es inmoral y pervierte, a través de la mira, las dulces almas de las inocentes criaturas que deben ser, porque han debido nacer así, asexuadas y cubiertas de pelo para que no se pueda ver el cuerpo que hay debajo del cabello. Como monos.

Siguiendo el modelo de la doctrina cristiana y de la dictadura franquista, modelos que no son exclusivos de la patria potestad del ser español si no que son universales, se exigía a hombres y mujeres que se bañaran en distintos lugares y con albornoz. Esto lo pueden ver, hoy día, sí hoy día, en la India, en Irán o en cualquier país monoteísta sin derechos individuales. Que son todos.

No sabía yo que lo moralmente progresista y revolucionario fuera esconder el cuerpo ante la mirada ajena y ante la propia. Siempre se había dicho que esa conducta era la propia del clero y de la derecha o de las fuerzas políticas, ideológica y moralmente reaccionarias. Porque reprimir es ocultar el cuerpo y reprimir se reprime para dominar. Y no porque lo dijeran Freud, Reich, Marcuse, Foucault o Fourier, ni tan si quiera porque lo diga yo, con razón porque el desprecio del desnudo y del placer sexual es una manifestación patológica que se llama Sexofobia. Es que también lo decía y lo probaba Sade en su novela “Las 120 jornadas de Sodoma” y Orwell en su inmortal novela “1984”.

Y la dominación de la mujer por las religiones monoteístas a través del machismo es justo lo que criticaron Simón de Beauvoir en su ensayo “El segundo sexo” y Betty Friedan en “El mito de la feminidad”.

Pero si nos ponemos a criticar que el individuo posea su propio cuerpo y sea él o ella quienes dispongan y decidan qué hacer con él y nunca el otro, la otra o los otros y en ningún caso los libros sagrados, la Biblia o el Corán o sus sadomasoquistas representantes, si criticamos el derecho a ser propietarios de nuestro propio cuerpo porque eso es un rasgo neoliberal (¿), entonces estaremos,  siguiendo la lógica de quienes razonan así, en contra de uno de los derechos humanos y de los derechos fundamentales proclamados en la Constitución española, que no es otro que el derecho a la propiedad.

Como, en mi opinión, el cuerpo no es, como la propiedad privada de los medios de producción, un medio de producción, y sólo en el peor de los casos es una herramienta de trabajo, y yo sólo entiendo como derecho de propiedad el aplicado solamente a “las necesidades básicas” de cada individuo, estoy dispuesto a defender el derecho a la propiedad del propio cuerpo porque es una necesidad básica, inalienable, imprescriptible y debería ser ilegislable. Básica para pensar, básica amar, básica para ser libre, básica para ser feliz, básica para disfrutar sexualmente con él y poder participar con otros u otras del placer sexual y de la contemplación del desnudo, que me parece, además de una seña de identidad personal, fantástico. Básica para poder afirma este soy yo.

Debe ser que me gusta el placer y el desnudo, contemplarlo y practicarlo, porque si no fuera así no sería libre, por eso no soy puritano. Y no soy puritano porque viva en los tiempos clásicos de Platón, de los epicúreos o de los egipcios, sino porque soy, si no económicamente libre, sí moralmente libre. Y no lo digo porque Kant o Rousseau creyeran que la libertad absoluta se alcanza en la libertad moral, sino porque he llegado a la conclusión, sin necesidad de leer a Freud, cuya lectura recomiendo, de que dispongo de mi inteligencia y de mi cuerpo como a mí me da la gana y si quiero utilizarlo como un anuncio de neón para simplemente exponerlo o denunciar a los enemigos del cuerpo lo haré, si les gusta como si no, si les molesta como si no  a las teocracias y sus fundamentalistas, a los dictadores, a los nazis, a los fascistas, a los machos, a los intelectuales de derechas o a los reprimidos de izquierdas.

¿Cómo puedo en nombre de no molestar a los enemigos de la libertad: los dioses monoteístas y sus ejércitos de reprimidos y fundamentalistas, renunciar al pensamiento crítico, a ejercer la libertad y a denunciar sus monstruosas prácticas? cuando son ellos, esos dioses que emanan de esos libros sagrados, los que nos ofenden con su existencia porque son sadomasoquistas, brutales, bestiales y crueles. Crueldad que vienen practicando impunemente durante siglos ante la impotente contemplación de sus cientos de millones de víctimas. Ellos son los que nos molestan, nos irritan y nos avergüenzan con su existencia. Esos monstruos son los que deberían dejar de existir.

Como mi cuerpo es mío, afortunadamente, mi mente es mía. La libertad moral es imposible allí donde uno no puede desnudarse porque entonces mi cuerpo ya no sería mío sino de otros. De los otros. Porque yo ya no podría decidir qué hacer con él. Qué curioso que la libertad se represente siempre en el arte con un desnudo de mujer: Atenea Niké, la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia, “La libertad guiando al pueblo” de Delacroix, las repúblicas en los carteles republicanos españoles…

Lo contrario ocurre con las teocracias y todo tipo y forma de dictadura que representan a las mujeres como máquinas de parir, idealizadas y petrificadas como madres, cubiertos sus cuerpos bajo el manto de la negación de su propio yo y de la libertad: el ropaje, como símbolo de opresión, dominación y sumisión. ¿Por qué será?

Libertad religiosa Fisac

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