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Megafonía para escuchar la misa desde casa en un pueblo de Galicia

En el pequeño pueblo de Ameixenda (A Coruña) no hace falta salir de casa para oír misa, pues el párroco ha decidido que sus oraciones se escuchen a través de una potente megafonía instalada en el campanario de la iglesia. La iniciativa de Don Andrés, popularmente conocido en la zona por su dinamismo, cuenta con más partidarios que detractores y surgió meses atrás a raíz de la petición de varios enfermos, cuyas dolencias les impiden asistir a los actos religiosos.

El cura contó que optó entonces por «complacerles», pese a albergar «reparos» porque sabe que a algunos vecinos de este pueblo no les agrada que el oficio religioso les despierte o acompañe su aperitivo.

«Quien quiera oír misa, que vaya a la iglesia», protestó una joven que, a la hora de la oración, desayunaba en un bar del pueblo en el primer domingo de agosto.

«No me molesta y a veces hace falta que se despierte a la juventud», apuntó otra mujer en el bar, una postura con la que coincidió su compañero de mesa, a quien le parece «bien» que «todo el mundo oiga la misa».

Y es que la iglesia parroquial de Santiago de Ameixenda, que data del siglo XVI con una amplia cruz que domina su entrada, supera en afluencia de público a los dos bares y una tienda de ultramarinos que hay en el pueblo durante la celebración de los actos litúrgicos.

La misa por megafonía, a través de potentes altavoces colocados en los cuatro costados de la torre del campanario, se emite los domingos de verano, a las diez y media de la mañana, mientras que en invierno se retrasa a las once.

Además de ese acto litúrgico, los parroquianos se ven obligados a escuchar las misas, quieran o no, con motivo de los festivos del Apóstol, el Santísimo y la Inmaculada, entre otras fiestas patronales.

Por si fuera poco, o tal vez por gentileza de la iglesia, las campanadas también resuenan por megafonía cada treinta minutos desde las ocho de la mañana para recordar a los vecinos la hora, un servicio del que muchos confiesan que agradecerían prescindir para no perturbar sus sueños, particularmente los domingos, aunque este toque de campanas no es especialidad sólo de esta localidad.

El silencio es, los domingos por la mañana, uno de los principales protagonistas en las calles de Ameixenda, junto con el suave movimiento de las ramas de los árboles que, repentinamente, se ve interrumpido por el estruendoso rezar de los feligreses.

Nadie pasea por las calles de este pueblo centenario a esas horas y tan sólo una decena de rebeldes con causa osaron, en el primer domingo de agosto, saborear sus licores y cafés en las mesas de uno de los bares, tratando de desoír el omnipresente llamamiento a la oración.

El resto, unas 120 personas de diversas edades, abarrotaban el templo, hasta el punto de que algunos fieles se llevan pequeñas sillas plegables porque no hay sitio para todos en los dieciséis bancos existentes.

Las oraciones y el sermón de Don Andrés, como el mensaje pastoral, llegan mucho más allá de este pueblo, en el que viven unas 180 familias y cuyas casas discurren a lo largo de un kilómetro en una carretera, que ha quedado rezagada tras la construcción de un nuevo tramo.

La tecnología de la megafonía, cuyo control central ha sido albergado en la sacristía junto a las reliquias y sotanas, permite que la palabra de Dios llegue, por lo menos, hasta la vecina localidad de Corcubión, al otro lado de la ría, si el viento es favorable, según explicó el anciano ayudante del sacerdote.

La iglesia parroquial, que ocupa el centro de la línea de casas de esta localidad situada a pocos metros de la costa coruñesa, ha pasado en los últimos tiempos a ampliar la forma de transmitir el mensaje de fe católica, puertas adentro, para predicar la palabra divina a los cuatro vientos.

Campanario Ameixenda altavoces

Vista del campanario de la iglesia del pequeño pueblo de Ameixenda (A Coruña), donde el párroco ha hecho instalar una potente megafonía que permite escuchar misa sin salir de casa. EFE

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