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Macron sitúa la lucha contra el islamismo como prioridad de la seguridad nacional

Francia teme que un número creciente de barrios de la «banlieue», la periferia y los suburbios de París y las grandes ciudades, se hayan convertido en «vivero» de vocaciones criminales yihadistas. Ante esa amenaza creciente, Christophe Castaner, ministro del Interior, ha dirigido una circular a los 200 prefectos de Francia anunciándoles que el presidente Emmanuel Macron desea convertir la lucha contra el islamismo y el «comunitarismo» en «prioridad nacional».

En la administración territorial francesa, el prefecto es el representante del Estado ante todas las «colectividades territoriales» (departamentos y regiones), responsable de «los intereses nacionales, el control administrativo y el respeto de la Ley». Castaner ha convocado a los 200 prefectos a un seminario de trabajo en su ministerio (a 300 metros del palacio del Elíseo), para comentarles en detalle la circular. «El islamismo es un proyecto político antidemocrático, antirrepublicano, un contraproyecto autoritario», aseguró el ministro. Esa es la matriz conceptual de la lucha nacional contra islamistas y «comunitaristas», que tendrá varios terrenos de trabajo privilegiados.

«Protección» como la mafia

A juicio de los especialistas franceses, el islamismo ha comenzado a crecer a través de una «economía subterránea», convirtiéndose en interesado «protector» de comercios que no siempre son ilegales. Se trataría de un modelo semejante a los modelos mafiosos de «protección» de comercios y distribuidores de productos «orientales». Se sospecha que un número creciente de carnicerías halal (especializada en el «corte» de la carne según las prescripciones musulmanas) comienzan a estar sometidas al chantaje físico y económico de mafias o grupúsculos islamistas «informales».

La defensa de la escuela pública es otro objetivo estratégico: los islamistas intentar «evitar» que sus hijos y familiares se eduquen en los valores de la escuela pública, laica y republicana, para «controlarlos» a través de sus versiones radicales de un islam revolucionarios, subversivo. Según las estadísticas oficiales de Educación e Interior, el «absentismo» es más alto de lo normal entre los niños de familias musulmanas «piadosas». Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación, sostiene una «guerra sorda» con organizaciones musulmanas que intentan imponer sus criterios sobre el uso del velo islámico a la salida de las escuelas.

Los servicios de seguridad detectan desde hace meses un aumento de la propaganda islamista en «espacios culturales y deportivos», convertidos en «incubadoras de odio» religioso, cultural, cívico y político. Instituciones tradicionalmente respetadas, como hospitales de la periferia parisina, comienzan a ser víctimas de la frecuentación «interesada» de musulmanes «piadosos» proclives al proselitismo.

En Francia existen unas 740 zonas suburbanas que presentan síntomas muy diversos de crisis y angustia social. En esa «tierra de cultivo», un centenar de barrios, en 13 de los 93 departamentos nacionales, está proliferando un islam con vocación yihadista.

Hace años que el norte de Marsella se convirtió en una de las zonas más peligrosos de Europa, con un índice de criminalidad excepcionalmente alto. En la periferia de grandes ciudades como Toulouse, Burdeos o Lyon, las «bolsas» musulmanas, con tentaciones yihadistas han crecido significativamente los últimos años. En la «banlieue» de París, los servicios de seguridad tienen fichados a unos 2.000 sospechosos. Barrios y ciudades de talla media, como Gonesse, La Courveuve, Trappes, Bobigny, Saint-Denis o Aubervilliers tienen comunidades musulmanas/salafistas que los especialistas consideran potencialmente peligrosas.

Gilles Kepel, uno de los grandes especialistas en la historia del islam francés, comenta el proceso en estos términos: «Estamos asistiendo al nacimiento de un terrorismo endógeno, que se «fabrica» en Francia, en barrios, pueblos y suburbios donde el Estado tienen dificultades para aplicar la Ley. Ese terrorismo islámico de nuevo cuño es la «síntesis» y «semilla» que se siembra, en muchos casos, con la prédica tradicional de los viernes, a cargo de imanes extremistas, cuyo «mensaje» es difundido masivamente a través de la captación e instrumentalización de individuos culturalmente frágiles».

Se calcula oficiosamente que en la «banlieue» parisina existen unos 50 lugares de culto salafista que escapan al control de las organizaciones oficiales del islam francés, a las que Macron intenta convencer para que ayuden al Estado en su lucha contra la difusión de la propaganda subversiva islamista.

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