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Los velos del velo

La polémica del velo ha reaparecido y una vez más con todas sus contradicciones y prejuicios. Es un debate incómodo que desafía los esquemas rutinarios; y como cualquier cuestión poliédrica, carece de una única respuesta. Finalmente ninguna es la verdad o completamente mentira, sino opciones ideológicas, y por cierto cada vez más radicales, más dogmáticas. De hecho, la hostilidad al velo está a flor de piel entre la derecha xenófoba que trata de mantener el paisaje del continente a salvo del mestizaje, islamófobos como los suizos que hace meses han prohibido en referéndum la construcción de minaretes en el país para evitar que compartan el aire con sus viejos campanarios mientras fantasean con Eurabia, la invasión silenciosa de Europa por los musulmanes acuñada por Oriana Fallaci; y a la vez hay una izquierda también radicalizada que, so capa del refinamiento intelectual del multiculturalismo integrador, prefiere mirar para otro lado ante el huevo del fanatismo incubado en algunas mezquitas o los abusos sobre las mujeres y sobre derechos elementales, como si no significaran nada. La cuestión del velo es dogmática para unos y otros. De hecho se suele reprochar a sus detractores que sean a la vez los principales partidarios del crucifijo en las escuelas, o viceversa. Ese es un enfoque mal planteado porque compara espacios públicos y personas. En la escuela de un Estado laico no debe hacerse apología de una religión; pero la libertad religiosa de los individuos es sagrada y nadie puede discutirle a otro llevar un crucifijo. Claro que entonces ¿el velo qué?, porque también encajaría en el derecho constitucional a no verse discriminado por las creencias religiosas.
Este debate áspero resulta casi insoluble porque trata de tolerancia y de xenofobia, de libertad de culto y de laicismo, y desde luego de un símbolo que puede ser la expresión individual de un credo pero también una de las prendas de dominación sobre la mujer, incompatible con la Europa de las libertades. De hecho, ni siquiera existe un criterio: Francia ha prohibido el velo en nombre del laicismo; Alemania tolera cualquier opción individual, y en Gran Bretaña decide cada colegio. En España, el velo se enfrenta a un conflicto cultural. En la mayoría de escuelas españolas se prohíbe a los alumnos llevar gorra u otros tocados en nombre de un decoro mínimo, por respeto al profesor y a la institución. Y la escuela está por encima de las decisiones individuales de los alumnos. En el instituto de Najwa, la prohibición de cubrirse se hizo contra las gorras de las tribus urbanas. En ese caso ¿gorras no, pero velo sí? Si sólo se tratara de una prenda más, parece claro. El problema es que es algo más.

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