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Los obispos vascos consuman en una misa su desafío a Rouco Varela

El funeral, celebrado en Vitoria, subraya que los curas ejercían su «ministerio» sin hacer política Los prelados homenajean a 14 religiosos fusilados por el franquismo pese a la oposición del cardenal

No hubo representantes de la Conferencia Episcopal en el solemne acto religioso con el que ayer se rehabilitó en la catedral nueva de Vitoria a 14 religiosos vascos fusilados por las tropas franquistas. La ceremonia, organizada por los obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria para «purificar la memoria, servir a la verdad y pedir perdón», confirmó como «inaceptable» el silencio con el que «medios oficiales de nuestra iglesia» han envuelto durante años la muerte de los 12 sacerdotes, un misionero claretiano y un carmelita descalzo.
Porque nunca hasta ayer hubo una oración publica por José Adarraga, Gervasio Albizu, José Joaquin Arin, José Ariztimuño,Leonardo Guridi, José Iturrikastillo, Martín Lekuona, José Marquiegui. Alejandro Mendikute, Zelestino Onaindia. José Otano. José Ignacio Peñagarikano, José Sagarna y Román de San josé Urtiaga. Todos ellos estaban destinados en puntos del País Vasco y todos fueron ejecutados entre julio de 1936 y junio de 1937 por quienes vencieron en la guerra civil.
La diferencia entre estos 14 y el resto de sacerdotes y religiosos ejecutados en ese mismo periodo –se cifran en mas de 70– es que los recordados ayer quedaron excluidos del reconocimiento como mártires.

JUSTICIA REPARADORA La protesta que esta exclusión generó entre familiares y fieles de Euskadi llevó a la jerarquía de la iglesia vasca a efectuar una reflexión sobre lo sucedido, que desembocó en el funeral de ayer.
«Estamos reunidos para vivir juntos un acto de justicia reparadora y reconciliadora», dijo en la homilía el obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi. Quiso explicar que la celebración servía para «purificar la memoria» y no rebajó ni un ápice el tono autocrítico al defender que el «largo silencio» en torno a los trágicos hechos no solo fue una «omisión indebida», sino una falta contra «la verdad, la justicia y la caridad». Por eso, consideró que el funeral saldaba «una deuda» con quienes fueron apresados y luego fusilados cuando ejercía «su ministerio sacerdotal con dedicación y entrega».
Esta afirmación rompe con el recurrente argumentario de que los curas hacían política. La propia jerarquía eclesiástica lo ha dado por bueno en más de una ocasión para poner en duda la tarea que desempeñaban en sus respectivos destinos los sacerdotes homenajeados.

RECHAZO A LA VIOLENCIA Durante el oficio funeral se recordó a « todas las víctimas» de la guerra civil «de uno y otro bando». La homilía no mencionó a Franco, pero si renegó de una «contienda» que «jamás debió producirse». En un claro vínculo con la realidad actual vasca, además, el obispo de Vitoria abogó por un futuro en el que la sociedad tenga la «fuerza necesaria» para rechazar la violencia «como medio de resolución» de diferencias.
Cientos de fieles asistieron a la ceremonia presidida por Asurmendi. Le acompañaron los prelados de Bilbao, Ramón Blázquez y Mario Iceta, y San Sebastián, Juan Maria Uriarte. También asistieron el obispo emérito José María Setién y más de 200 sacerdotes.
Familiares de los 14 curas ocuparon un lugar preferente. En su nombre, Andoni Lekuona, sobrino de uno de los fusilados, recitó al final dos bertsos. En el exterior de la catedral se concentró un grupo que trabaja en la recuperación de la memoria histórica, cuyos integrantes dijeron que no participaban en el acto porque en su seno hay gente de distintas «sensibilidades» religiosas y porque en el interior del templo hay un gran escudo franquista.

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