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Los obispos, al fondo

Los obispos constituyen la institución que menos confianza (3.0) inspira a nuestra ciudadanía, menos incluso que los Bancos (3.6), las multinacionales (3.4) o los partidos políticos (3.2) —en una escala evaluativa de 0 a 10—, según la última oleada del Barómetro Continuo de Confianza Institucional de Metroscopia, que ordena a más de cincuenta instituciones y grupos sociales en función del grado de confianza que infunden. La Iglesia Católica, en su conjunto, obtiene un 4.0 (lo que la coloca en una zona medio-baja del ranking general) y su obra social, que consigue un 4.7, queda situada en una aceptable franja media, junto a los fiscales, por ejemplo, o a los ayuntamientos. No hay pues confusión posible: es específica y exclusivamente a los obispos (que son parte significada de la Iglesia, pero no toda la Iglesia) a quienes nuestra ciudadanía concede el “farolillo rojo”.

¿Anticlericalismo visceral? Parece dudoso: más del 70% de los españoles se definen como “católicos” (con más o menos matices, bien es verdad) y ya ha quedado indicado además cómo otras dimensiones de la Iglesia cuentan con una clara mejor imagen social. ¿Incomodidad entonces ante lo que la ciudadanía probablemente percibe como excesiva propensión por parte de los prelados a intervenir en la vida política, a manifestarse en la calle, a hacer declaraciones altisonantes y en ocasiones dudosamente caritativas? Probablemente. A fin de cuentas, y también según una encuesta reciente de Metroscopia, una masiva mayoría de ciudadanos (74%) considera que los legisladores deben realizar su tarea sin tener en cuenta consideración religiosa alguna. Nuestra sociedad tiene claro que entre lo que son competencias exclusivas "del César" — y no "de Dios"— está el dictar normas jurídicas (que no éticas) para todos, creyentes y no creyentes.  Y no cabe excluir  que la desmesura crítica y las puntillosidades excesivas (en unos temas —ay— más que en otros) antes que iluminar y remover conciencias estén quizá contribuyendo a desconcertarlas y alejarlas: en la actualidad apenas uno de cada cinco españoles se considera “católico practicante”, la cifra más baja de los últimos cincuenta años.

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