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Los «líos». Lejos de Dios, cerca del dólar y el sexo.

La Iglesia perdió el 62% de sus fieles en los países latinoamericanos con mayor cantidad de católicos: Brasil, Perú, México, Colombia y Argentina. La preocupación es bien terrenal.

Dos agendas de distinta naturaleza hicieron coincidir la llegada del Papa Francisco a las calles de Brasil, con la aparición en este mundo del primer bebé varón de la realeza británica. Como si sus destinos se confundieran en el mismo propósito de perpetuarse, a pesar de todas las revoluciones y todos los avances democráticos adquiridos por la humanidad.

Como suele ocurrir, el secreto de tamaña capacidad de acomodación en las turbulencias de vida social está en la gente, fuente de toda legitimación. Millones salieron a las calles de Río de Janeiro y Londres para celebrar las dos apariciones celestiales. El Papa Francisco despertó un fervor sólo equiparable a los alcanzados en los últimos siglos por dos papas: Juan XXIII y Juan Pablo II en sus primeros años antisoviéticos. Ambos resultaron de dos crisis graves de la Iglesia.

La Iglesia entró en crisis cada vez que su gente se alejó de la fe y del aparato que las sostiene, y salió de ella cuando puso en orden ambas cosas.

Declarar que la Iglesia “necesita de una revolución” (Corrière della Sera, 27 junio), o conminar a sus 230 mil jóvenes y acólitos congregados en Copacabana, lo más similar a los “cuadros” en la política, a “salir” y hacer “líos” (“Quiero líos, quiero a la Iglesia en la calle”, Telam, 26 de junio), es demasiado para una institución dedicada a lo contrario desde el origen de los tiempos. Esto lo dice el obispo que escribió el Documento de Aparecida (Brasil, 2007) en el que diagnosticó la crisis actual y el programa para resolverlo. Ese documento fue el que se llevaron a sus despachos más de mil cardenales, y una veintena de presidentes de América latina, Estados Unidos y Europa.

La Iglesia como estructura mundial no está al borde de un colapso o de un cisma. Pero, para una institución vertical y omnímoda, integrada desde el final de la II Guerra al sistema mundial de Estados, los dichos del Papa hablan del por qué y para qué llegó a Roma.

Perder tantos adeptos en tan poco tiempo y padecer una crisis de confiabilidad –que algunos llaman moral– al interior y al exterior de ese gigantesco aparato de control social mundial, son dos hechos suficientes para encender las alarmas y buscar una salida no convencional.

Los datos aportados por los comentaristas más nobles, indican que la Iglesia que recibió Francisco/Bergoglio enfrenta una situación que podría asimilarse con una crisis, como cualquiera de las que condujeron a los conocidos cismas desde el siglo II. Con una diferencia. Un cisma del siglo XXI no tiene por qué repetir sus formas violentas iniciales. También en ese detalle, la Iglesia se adaptó a la cultura del capitalismo y sus instituciones. Todo se negocia.

Una de las pruebas de esta integración al sistema de dominación internacional es que alrededor del “60% de los fondos de la Iglesia Católica proviene de Estados Unidos, seguido por Alemania, Italia y Francia en término de contribuciones”, según Jason Berry, de la BBC.

La agenda papal comenzó en Brasil, donde más fieles hay en América latina, pero seguramente seguirá en México, Perú, Colombia y Argentina. Pero Estados Unidos no se salvará de la cruzada franciscana. Este país imperial registra la mayor debacle estadística y moral de la Iglesia Católica, con la mayor cantidad de deserciones de “cuadros” (los sacerdotes) y el mayor número de implicados en abusos sexuales y pederastia.

Lejos de Dios, cerca del dólar y el sexo. La suma de escándalos por abusos sexuales, financieros, de poder parroquial, filtración de documentos secretos a la prensa, procreaciones prohibidas, participación en conspiraciones para derribar gobiernos democráticos, relaciones con la mafia, pederastia incluso de asesinatos inconfesos en la Guardia Suiza son suficientes para creer que los cuadros de la Iglesia están más cerca de la especie humana que de alguna divinidad impoluta.

Por los VatiLeaks, develados por la entidad informativa de Julian Assange, y por una decena de libros escritos en su mayoría por periodistas italianos y alemanes, se pueden sumar no menos de 30 casos escándalos internacionales de la Iglesia. La mayoría, relacionados con abuso o uso sexual de menores en parroquias, se registra entre 2002 y 2012.

Un reporte del periodista estadounidense, Bob Stanley, de febrero de 2004, señala que 4.450 sacerdotes de esa nacionalidad fueron acusados de “abuso a menores”, desde 1959. Esta cifra sube hasta 27 mil entre los 327 mil sacerdotes a nivel mundial. No debe haber entidad internacional con tantos escándalos juntos.

La suma del lío se conoció en 2010, tres años después del Documento de Aparecida, cuando las iglesias de cinco países europeos (Irlanda, EE.UU., Alemania, Austria y Bélgica) entraron en pánico por una seguidilla de hechos sexuales prohibidos para las normas de Dios. El propio ex Papa Benedicto fue acusado “de haber encubierto a sacerdotes pederastas”. Tuvo que despedir a varios obispos y ordenar “la limpieza de los Legionarios de Cristo” cuando se denunció que su fundador, el cura mexicano Marcial Maciel, fallecido en 2008, abusó sexualmente de seminaristas y tuvo hijos con varias mujeres”, algo malo para ellos. (EFE, 11-02-2011).

Bajo el gobierno de Juan Pablo II (1978-2005), quebró el Banco Ambrosiano por actos corruptos en el Instituto para las Obras de la Religión, cuyo principal accionista es el Vaticano. Ese hecho sacudió las bases de la Iglesia por el escarnio público en la prensa, o sea, en la cabeza de millones de católicos en el mundo, sobre todo los de clase media.

El asunto tomó tal gravedad institucional para el sistema mundial de Estados, que uno de sus garantes, Londres, comenzó a mostrar su preocupación: “La investigación por lavado de dinero del Banco del Vaticano, las indemnizaciones por los escándalos sexuales y el número decreciente de creyentes y donaciones son algunos de los problemas que heredará el próximo Pontífice”, advertía Marcelo Justo, de la BBC en febrero de 2013, cuando se supo que el Papa cambiaría de nombre y continente.

La revista inglesa The Economist publicó en 2012 una investigación que calculaba en más de US$170.000 millones las erogaciones globales de 2010.

Esta lujuria financiera multinacional, más la declinación de la iglesia como aparato de fe, explican la cruzada preventiva de renovación iniciada por el Papa Francisco en Río de Janeiro.

La Iglesia perdió el 62% de sus fieles en los países latinoamericanos con mayor cantidad de católicos: Brasil, Perú, México, Colombia y Argentina. La preocupación es bien terrenal. En esos países nació la Teología de la Liberación. En su reunión de 2012, el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) reconoció una estadística sorprendente: cada 24 horas abandonan la Iglesia católica 10 mil personas en nuestro continente. En 20 años sumaron casi 32 millones.

Las estadísticas, del Index of Leading Catholic Indicators publicados por Kenneth Jones, evidencian la declinación de la fe católica y explican la cruzada global del Papa Francisco.

En los Estados Unidos los sacerdotes bajaron de 58 mil a 45 mil. Las ordenaciones para el sacerdocio cayeron hasta 2002 en 350%. En 2002 había 2.928 parroquias sin sacerdotes, contra 549 sin sacerdotes residentes en 1965.

El número de seminaristas cayó de 49.000 a 4.700, o sea, el 90 por ciento, informa Catholic Hierarchy, de EE.UU. Las monjas bajaron de 180 mil a 75 mil en el mismo lapso.

Las órdenes religiosas de Estados Unidos podrían desaparecer si continúa la crisis denunciada por Bergoglio en su documento de 2007 en el cónclave de Brasil. En 2000 quedaban 3 mil sacerdotes jesuitas de los 5.700 de 1965. La Orden de los Franciscanos pasó de 2.500 a 1.400 sacerdotes y sólo 60 seminaristas en el año 2000. Los bautismos de infantes, de adultos conversos y los matrimonios católicos se redujeron drásticamente, medidos en términos inversos al crecimiento de la población que sigue a Roma: 42%.

Lo que descubrieron los obispos en Roma y en América latina, en la conocida reunión de 2007 en Brasil, donde Bergoglio produjo su documento programático, es que ésa es la misma tendencia, agravada, en algunos países latinoamericanos. Allí comienza su cruzada.

De una situación similar sólo hubo noticias en los períodos que condujeron a los 21 cismas reconocidos por la Iglesia Católica en casi 20 siglos de existencia sobre esta tierra, según los registros de historiadores de la Iglesia, como Francis Dvornik y el mendocino Enrique Düssell.

Estos 21 colapsos del poder católico en este mundo fueron cruzados por un centenar de crisis como la actual. Los 21 cismas conocidos fueron las 21 ocasiones en que la cosa se les fue de las manos.
En 18 de los 21 casos de quiebre, actuaron previamente movimientos y corrientes internas de resistencia al poder concentrado y lujurioso de los Papas, la Iglesia y Roma. Siempre apareció algún profeta rebelde que les dio nombre.

En todos los casos, el reclamo comenzó por “el estado deplorable de la vida eclesiástica en su sentido más amplio y su alejamiento de los pobres”, advierte Dvornik.

En ese punto de la historia aparece el Papa Francisco. Pero no para encabezar un movimiento secular de rebeldía de raíz popular. El Papa inició una cruzada ecuménica global preventiva para evitar que desde los fondos sociales se produzca algo similar a la Teología de la Liberación. Tal propósito es imposible sin una reforma profunda, como las que salvaron a la Iglesia antes o después de sus concilios.

Esta reforma, en una institución de escala global integrada al sistema mundial de poder, intenta cumplir dos funciones en una sola acción: ser conciencia preventiva para la Iglesia y para el orden económico dominante, ambos amenazados por las perversiones emanadas de sus entrañas.

Bergoglio visita Brasil 2013

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