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Los jóvenes españoles no creyentes podrían superar a los practicantes en apenas dos años

«Es previsible que en la actualidad, o muy a corto plazo, la población no religiosa supere a la religiosa». Esta es la principal conclusión del estudio «La disminución del sentido religioso en la juventud: secularización o desvinculación», realizado por el Centro de Estudios de la Realidad Social de la Universidad Abat Oliba-CEU, que presenta Jesús Bastante en Abc.
 

   El informe, dirigido por el presidente de la plataforma E-Cristians, Josep Miró i Ardèvol, constata la disminución de la distancia existente entre creyentes y no creyentes en los últimos treinta años. «Mientras en 1975 -se apunta- la diferencia entre practicantes y no religiosos era de 16 puntos a favor de los primeros, en el año 2002 esta distancia ha quedado reducida a 3 puntos».
   Una situación que indica un elevado proceso de secularización entre la juventud española, especialmente en la transición de los 14 a los 15 años. No obstante, las cifras de nuestro país continúan muy alejadas de otros países «realmente secularizados, como Francia», donde los practicantes representan tan sólo el 5 por ciento.
   Miró i Ardèvol añade que «el proceso de secularización de los jóvenes no obedece tanto a un fenómeno específico de la Iglesia como a una situación que afecta al conjunto de la sociedad». Se trataría, así, de una manifestación de «una crisis más amplia, la de la desvinculación».
Crear vínculos
   Frente a ello, postula la necesidad de crear vínculos con la comunidad religiosa a la que pertenezcan los jóvenes. «Tanto en los grupos juveniles como en los adultos, las instituciones, movimientos y experiencias parroquiales que rigen son las que logran construir fuertes vínculos de comunidad, mientras que aquellos que consideran el hecho religioso como una práctica segmentada, como el caso de tantas parroquias que ofrecen sólo la catequesis como la prestación de un servicio, obtienen resultados descorazonadores».
   Tomando como base el estudio «Jóvenes 2000 y Religión», un informe de la Fundación BBVA sobre los universitarios españoles y datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Siguiendo el primero de ellos, se constata cómo en el último cuarto de siglo el número de practicantes ha disminuido en diez puntos porcentuales, lo cual «es una pérdida importante, pero está lejos de ser un desmoronamiento». Los que se declaran «muy católicos» son el 3 por ciento, mientras que los «católicos practicantes» llegan al 10 por ciento. Los «poco practicantes» suman un 23 por ciento, mientras que la mayoría continúa estando con los católicos «no practicantes», un 27 por ciento. Los que se dicen «indiferentes» son el 17 por ciento, los «agnósticos» el 10 y los «ateos» un 6 por ciento.
   Pese a que la cifra de católicos que participan con alguna frecuencia en la vida eclesial suman el 36 por ciento, el estudio se detiene en la cifra de los no practicantes, que desciende cinco puntos respecto al anterior estudio, mientras que la población no religiosa crece siete puntos. «Parecería como si hubiera una consolidación al alza de los practicantes y un crecimiento importante de los no religiosos».
Pérdida en la adolescencia
    Del mismo modo, el estudio da fe de que a medida que aumenta la edad, los adolescentes van pasando de una mayoría que se define como «católico practicante» (el 32 por ciento de los chicos de 13-14 años), a «no muy practicante» (el 34 por ciento de entre 15 y 17 años) y, finalmente, a «no practicante» (31 por ciento entre los 18 y los 24 años). «El católico practicante registra una caída extraordinaria entre los 13-14 y los 15-17 años, descenso que se prolonga, pero ya de manera muy suave, hasta los 18-20», destaca Ardèvol, para quien «la pérdida, el punto clave, está en la adolescencia», achacando a la Iglesia «carencia de estructuras que acojan y acompañen la adolescencia del católico practicante».
   Frente a la desvinculación de lo religioso, el estudio de la Universidad Abat Oliba-CEU destaca el «mejor resultado entre los jóvenes» del trabajo realizado por «el Opus Dei y los nuevos movimientos», que ofrecen «vidas comunitarias comprometidas», y ataca «el vacío de aquellas estructuras parroquiales y escolares que sólo ofrecen unas prácticas y vivencias segmentadas, que no pretenden construir una comunidad y que, consciente o inconscientemente, educan en la desvinculación y el relativismo».
   «Sólo las parroquias que desarrollan estrategias muy específicas de vida comunitaria global, obtienen resultados. Las parroquias más dinámicas son aquellas que llegan a construir una comunidad de vida, más o menos compleja, mientras que decaen las parroquias que han quedado reducidas a una simple expendeduría de servicios religiosos», añade Ardèvol.
Imagen de la Iglesia
   Finalmente, el informe recoge la imagen que tienen los jóvenes españoles respecto a algunos aspectos de la Iglesia católica. En lo positivo, se destaca que «en ella se puede descubrir el sentido de la vida»; «sus normas pueden ayudar a vivir moralmente»; «ayuda a los pobres, débiles y oprimidos»; «defiende tradiciones y valores culturales»; «ofrece una buena educación a niños y adolescentes»; y, por último, «habla a la conciencia de los políticos». El perfil resultante de estas consideraciones, en opinión de Ardèvol, «nos dice que la Iglesia defiende las tradiciones y valores culturales, ayuda a los pobres y a los débiles y ofrece una buena educación».
   En cuanto a los aspectos negativos, los jóvenes indican que la Iglesia «es demasiado rica», «se aferra demasiado a las tradiciones y al pasado», «presenta demasiadas exigencias morales al individuo», tiene una posición «anticuada en el control de la natalidad» y en las libertades sexuales, y «no se encuentra en ella un hogar espiritual sinceramente religioso».

   Otro de los aspectos a destacar del estudio elaborado por Miró i Ardèvol para la Universidad Abat Oliba-CEU se encuentra en el proceso de sustitución de las creencias religiosas por la aceptación de determinadas formas de superstición. De acuerdo con los datos, casi una tercera parte de los más jóvenes (entre 18 y 24 años) cree en los espíritus, mientras que un 58 por ciento cree en Dios. Entre los jóvenes de 25 a 34 años, el 25 por ciento cree en los espíritus, mientras que el 61 por ciento asegura que en Dios.
   «La creencia religiosa guarda una relación inversa con la edad y las supersticiones, o lo que es lo mismo: los jóvenes sustituyen la creencia en Dios por las supersticiones», constata el estudio, que también subraya el aumento de la creencia, entre los más jóvenes, en los curanderos (21 por ciento), los horóscopos (14 por ciento), los videntes (13 por ciento) y las brujas (11 por ciento). Más de la mitad de los adolescentes (52 por ciento), no obstante, declarar creer en la Virgen María.

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