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Los israelís se movilizan contra la exclusión de la mujer por los ultras

El rechazo al integrismo ultraortodoxo saca a la calle a miles de personas en una marcha pacífica «Nadie tiene derecho a levantar la mano o amenazar a una niña o a una mujer», clama Peres

Miles de israelís se echaron ayer a las calles para reclamar, 63 años después de la creación de su Estado, dos de los derechos esenciales con los que nació el país: la igualdad de hombres y mujeres y el respeto a la diferencia. La cita fue en Beit Shemesh, a 40 minutos de Jerusalén, localidad de 80.000 habitantes convertida en símbolo de la lucha contra la discriminación y donde la comunidad ultraortodoxa trata de imponer allí su ley. Allí fue donde Naama Margolis, una escolar de ocho años, recibió un escupitajo por parte de un judío radical que encontró que vestía de forma «inmodesta» para ir a la escuela, un incidente que ha conmocionado a todo el país.

Bajo el lema Venimos a dispersar la oscuridad, la protesta comenzó en tono festivo, con autobuses de línea llenos hasta la bandera en los que las mujeres, ejerciendo su libertad, se sentaban donde les venía en gana y no en las parte trasera que les reservan los ultaortodoxos en determinadas líneas. Los sectarios les dirigían miradas retadoras, sin atreverse ni a a rozarlas. Algunos bajaron del vehículo y prefirieron hacer autostop. «¿No es un servicio público? Pues es para todos. Nadie me tiene que decir dónde debo sentarme», decía Ania Sakerman, militante del izquierdista Meretz,

DESPLIEGUE POLICIAL / El despliegue de 500 policías facilitó que la manifestación transcurriera en paz. Algunos ultras trataron de acercarse al grupo y pegar puñetazos, pero fueron reducidos por los agentes. No hubo peleas ni piedras como el lunes, cuando los radicales -al grito de «nazis»- iniciaron una batalla campal contra policías y periodistas.

Ayer, los gritos fueron muy diferentes. «Liberemos a Israel de la opresión religiosa, «la mayoría nunca más estará en silencio» y «la mujer no puede ser pisoteada», corearon los manifestantes. La familia Margolis optó por seguir la manifestación desde su casa. Udi Toledano, un fontanero amigo, señaló: «Nosotros también somos religiosos y sabemos que no todos los ultras son odiosos, y que estos, que son una excepción, no pueden pisotear los derechos de todo un pueblo», señaló .

La clase política arropó a los manifestantes. El presidente Shimon Peres, animó a los israelís, «religiosos, seculares y tradicionalistas» a acudir a la concentración. «Nadie tiene el derecho de levantar la mano o amenazar a una niña o a una mujer», afirmó el dirigente.

Una decena de diputados de centro e izquierda participaron en la concentración. «Hay un profundo cambio que no hemos visto y que comienza por colegios en los que se enseña a los niños sionismo por gente que piensa que las mujeres no valen y que creen que pueden quemar mezquitas», afirmó en el acto la jefa de la oposición y dirigente del partido Kadima, Tzipi Livni.

Miri Regev, diputada del derechista Likud (en el Gobierno), reclamó el derecho de todos «a vivir en Beit Shemesh si es su elección». «Esta ciudad ha pasado de secular a haredí pero no desde el respeto, sino con violaciones intolerables. No podemos permitir que una minoría gane en ciudades mixtas, dijo ante familias que se han tenido que ir de la localidad porque no aguantaban más la presión de los radicales. «Que te obliguen a cubrirte, que te veten el paso por una acera o una calle, que te seleccionen en qué caja del súper puedes pagar y en cuál no, que te manden al fondo del autobús porque les provocas…» denunció una mujer.

SILENCIO DE LOS RABINOS / Las revelaciones de agresiones y acoso a las mujeres mujeres en los últimos días ha forzado a intervenir al primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, que insistió ayer en que atentar contra la igualdad «va contra los principios fundamentales del judaísmo». A su lado, los grandes rabinos, un día más, guardan silencio. Solo los de EEUU han censurado los ataques. Los israelís se limitan a pedirle a la prensa que distinga entre «radicales» y «respetuosos».

Un momento de la protesta de miles de ciudadanos isralís contra la discriminación de las mujeres, ayer en la localidad de Beit Shemesh, cerca de Jerusalén. AFP / MENAHEM KAHANA

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