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Los iraníes, en las calles: “No queremos la República Islámica. Muerte al dictador”

“La República Islámica está en peligro. Haced lo que sea para acabar con esto. Es una orden”. Estas palabras del Líder Supremo, ayatolá Ali Jamenei, datan del 17 de noviembre. Jamenei se refería a las protestas de la población contra la subida del precio del combustible, unas manifestaciones que fueron sofocadas con gran violencia (al menos 1.500 muertos y 7.000 detenidos).

Este sábado 11 de enero los iraníes han vuelto a las calles, hartos de las mentiras del régimen de los ayatolás, que se ha resistido a reconocer durante días que había derribado un avión de Ukranian Airlines en el que viajaban 176 personas, la mayoría iraníes, parte de ellos afincados en Canadá, el país que ha esgrimido su defensa de manera ejemplar.

El gobierno quería seguir ondeando la bandera de su mártir, el general Soleimani, del que prometían venganza y un error como el cometido al fulminar el Boeing de manera fortuita enturbiaba su campaña de imagen. Efectivamente, la República Islámica está en grave riesgo.

«No queremos un gobierno de los Guardianes de la Revolución. No queremos la República Islámica. Muerte al dictador», gritan los manifestantes en Teherán, según relatan diversos activistas a través de las redes sociales.

A pesar de que se exponen a una feroz represión, un grupo de estudiantes ha marchado este sábado ante la Universidad Amir Kabir de Teherán para exigir la renuncia del ayatolá Ali Jamenei. «Abajo el comandante en jefe», han coreado, según informa la Deutsche Welle.

En los videos difundidos por activistas iraníes en las redes sociales se escuchan disparos contra los manifestantes. También han intentado contener las protestas con gases lacrimógenos y tanquetas de agua.

Las autoridades iraníes han arrestado durante una hora hora al embajador británico en Teherán, Rob Macaire. La agencia iraní Tasnim señalaba que le habían detenido en las protestas en las inmediaciones de la universidad. Le acusaban de haber instigado las protestas contra el régimen.

El Ministerio de Asuntos Exteriores británico emitió un duro comunicado en el que calificaba el arresto como «una flagrante violación del derecho internacional». Y advierte: «El gobierno iraní se encuentra en una encrucijada. Puede continuar su marcha hacia el estatus de paria con las consecuencias que ello conlleva de aislamiento político y económico, o adoptar medidas para desescalar la tensión por la vía diplomática».

La muerte del general Soleimani era una tabla de salvación para el debilitado régimen de los ayatolás que pretendía que el odio a EEUU sirviera para unir a un pueblo cada vez más víctima de unos y otros en la región.

Cuando los iraníes aún no se habían recuperado de las consecuencias de las protestas de finales de 2019, contenían el aliento al sonar los tambores de guerra después del ataque de EEUU en el que mataron al general Soleimani, quien ha llevado la marca de la República Islámica más allá de sus fronteras.

Irán se vengó de forma limitada: atacó dos bases con soldados de EEUU en Irak pero no ocasionó víctimas. Lo justo para salvar la cara sin provocar un incendio en la región. Trump respondió con más sanciones contra Teherán.

Justo horas después de que Soleimani saltara por los aires, un misil tierra-aire hacía trizas un avión comercial en el que viajaban 176 personas, entre ellos 82 iraníes.

Primero Teherán dijo que era un accidente, pero se negó a entregar las cajas negras al constructor, Boeing, hasta que este sábado el presidente iraní, Hassan Rohani, ha reconocido el terrible «error humano». Lo habrían confundido con un misil. La presión del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, de donde procedían 57 víctimas, muchas de origen iraní, ha sido crucial. Trudeau ha prometido una investigación a fondo sobre lo sucedido.

Hay quienes sospechan que no fue realmente un error. Volaba en el área segura de vuelos comerciales y había salido con retraso por sobrepeso.

El régimen de los ayatolás ha culpado a EEUU por propiciar un clima bélico con el asesinato de Soleimani. Pero la realidad es que ocultaron el derribo del avión comercial con el fin de aparecer como víctimas por el asesinato de Soleimani, y despreciaron las muertes de esos civiles inocentes. Los iraníes, muy combativos, se han sentido ultrajados.

La aeronave era un Boeing 737-800, es decir, de fabricación estadounidense, de Ukranian Airlines. A bordo viajaban 82 iraníes, 63 canadienses, muchos de origen iraní, 11 ucranianos (de ellos nueve tripulantes), 10 suecos, cuatro afganos, tres británicos y tres alemanes. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ha sido quien más ha insistido en que se aclarara los hechos.

«Canadá ha hecho los deberes muy bien. Es un país de acogida. Trata a los ciudadanos iraníes como ciudadanos de primera clase. Han exigido una investigación y han ofrecido ayuda a las familias de las víctimas. Leía con emoción esta mañana el mensaje de un iraní a los canadienses: ‘Nos habéis enseñado lo que es el amor, un amor que no mira de dónde vienen las personas’», explica Ryma Sheermohammadi, activista iraní de derechos humanos residente en España.

Según la activista, «la muerte de Soleimani ha de ser visto en clave de las protestas en Irán. Si el gobierno iraní en tres días fue capaz de reprimir como lo hizo en noviembre pasado, no debe contar con ningún tipo de apoyo. Sería una guerra muy rápida en caso de enfrentamiento directo con Estados Unidos. El régimen iraní desaparecería».

Sin embargo, la figura de Soleimani brinda al régimen de los ayatolás la oportunidad de convertirle en mártir. De hecho, la operación contra las dos bases con soldados de EEUU en Irak, perpetrada en la madrugada del miércoles 8 de enero, se llamaba Mártir Soleimani.

El objetivo era recuperar la unidad perdida y silenciar los ecos de la brutal represión llevada a cabo en los estertores de 2019. Hay informes que hablan de 1.500 muertos y 7.000 detenidos. La violencia ha sido denunciada por Amnistía Internacional.

«La muerte de Soleimani podría servir para dar cohesión al régimen. La sociedad iraní es muy crítica y muy activa. Siempre se ha manifestado mucho. Al atacar a Soleimani, todos se ven atacados. El régimen va a intentar capitalizar el asesinato para unir a la sociedad, y así concentrar la atención en este hecho, y así que se olviden las protestas», señala Irene Martínez, investigadora en The Institute for Statecraft de Londres y profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

Sin embargo, son muchos los que no olvidan que este régimen que ahora busca la unidad es el mismo que ha reprimido en las calles a sangre y fuego las protestas contra el alza de los precios de la gasolina. Para evitar que tuviera eco su política de mano dura cortaron Internet durante varios días.

El gran impulsor de esta medida fue el jovencísimo ministro de Tecnología de la Información y Comunicaciones, Mohammad Javad Azari Jahromi, de 37 años. Es el primer ministro nacido después de la Revolución Islámica. Antes trabajó en el Ministerio de Inteligencia. EEUU le ha incluido en la lista de sancionados por su implicación en ese corte de Internet.

Y así lograron disminuir mucho la repercusión en los medios internacionales. También es el mismo régimen que ha tardado varios días en reconocer el ataque al avión, un suceso en el que la mayoría de los fallecidos son iraníes. Es lo que denuncian los disidentes, que en Irán sufren persecución, cárcel y ponen en riesgo su vida.

A la causa de los activistas iraníes perjudica Donald Trump cuando amenaza con atacar 52 emplazamientos «culturales», o cuando insinúa que apoya un cambio de régimen. «Con las sanciones, buscan que Irán implosione desde dentro para deponer el régimen. Sin embargo, la sociedad iraní no se mueve por imposición del exterior, sino por movimientos internos. Es un gran error», destaca la investigadora Irene Martínez.

Héroes de la libertad

Los Guardianes de la Revolución Islámica reprimieron las manifestaciones a balazos en noviembre. Cientos murieron. Uno de ellos es Pooya Bakhtiari, de 27 años, a quien asestaron un disparo en la cabeza. Ahora sus padres, sus tíos, e incluso un primo de 11 años están detenidos. La abuela ruega por su liberación.

En declaraciones a Radio Farda, el padre de Pooya Bakhtiari relataba lo que le había pasado al joven. Manouchehr Bakhtiari recordaba cómo su hijo, ingeniero, salió a manifestarse contra la subida del precio de los combustibles en Karaj, Mehr Shahar, a unos 56 kilómetros al oeste de Teherán. Iba con su madre y con su hermana. Una bala impactó en su cráneo y murió camino del hospital.

«Mi hijo amaba la poesía persa y la historia de Irán. Quería emigrar a Canadá», decía el padre de esta víctima, que insistía que protestaban por la subida de los precios sin más. «Soy un humilde empresario que luchó durante cinco años para expulsar a los iraquíes del territorio de Irán. Ahora estoy orgulloso de mi hijo que perdió su vida por la libertad de Irán».

Hay quienes, como la Premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi, temen que se aplique la pena de muerte contra los arrestados. «No se recordaba una represión así desde hace mucho tiempo. Ha sido peor que en 2009, cuando tuvo lugar la llamada Revolución Verde. Hay desapariciones, arrestos masivos, muertos por balas en la cabeza… «, señala Ryma Sheermohammadi.

Como en otras dictaduras, el miedo es un arma que usa el régimen de los ayatolás para silenciar a los disidentes. «Irán es como Venezuela: no sabes quién está con quién», añade la activista.

Por no callarse arrestaron en Teherán a Mohamed Mosaed, un periodista freelance especializado en economía, muy respetado. Durante el cierre de Internet, Mosaed tuiteó: «Hello Free World! (Hola mundo libre)», a la vez que felicitaba a los iraníes que habían podido burlar esta censura de las redes. El Comité de Protección de los Periodistas denunció su detención.

Mujeres en vanguardia

Son muchas las mujeres que se han atrevido a levantar su voz contra el régimen de los ayatolás. En las imágenes de las vigilias de este sábado en Teherán, había numerosas mujeres. Rezaban por las víctimas del avión de Ukranian Airlines al tiempo que gritaban contra el régimen.

«La suerte es que la sociedad civil es muy potente en Irán. Reporteros sin Fronteras destaca cómo Irán es el mayor número de periodistas mujeres encarceladas. El movimiento feminista también tiene mucho poder», recuerda Ryma, que también trabaja como intérprete de farsi e inglés.

Fueron mujeres quienes se quitaron el velo a finales de 2017, en un gesto cargado de simbolismo y de fuerza. Empezó Vida Mohamed, de apenas 31 años, sola, encima de una caja en la calle de la Revolución, y pronto muchas se unieron a su protesta.

Las mujeres en Irán tienen un gran peso en la sociedad. Desde los inicios de la Revolución Islámica el número de mujeres en las universidades se ha duplicado, de un 25% hasta cerca del 50%. Muchas jóvenes universitarias están ávidas de conocimiento del exterior y su preparación en profesiones como medicina o abogacía es de gran calidad.

En septiembre de 2019 hubo un caso que conmocionó a los iraníes. Es otra muestra de la gran determinación de las mujeres en Irán. Una aficionada al fútbol se inmoló en Teherán después de ser llevada a juicio por disfrazarse de hombre para intentar asistir a un partido de su equipo, el Esteqlal de Teherán, que viste de azul. De ahí que fuera luego conocida como «blue girl» (la chica azul).

La joven escuchó que podía ser condenada entre seis meses y dos años, y optó por inmolarse ante el Palacio de Justicia. Desde 1981 las mujeres no pueden ver deportes masculinos en estadios. Durante la Copa del Mundo en 2018 se levantó la prohibición de forma temporal.

Hay destacadas activistas de Derechos Humanos, como Shirin Ebadi, o la abogada Nasrin Sotoudeh. Pero las mujeres no pueden presidir la República.

La voz de las víctimas

Radio Zamaneh es un medio independiente que se ocupa de verificar la información sobre la represión en Irán. Farzad Seifikaran se dedica en cuerpo y alma a investigar sobre las víctimas.

En declaraciones a El Independiente, explica cómo la gente protestó de forma pacífica desde el 13 de noviembre de 2019 por el alza de un aumento del 300% del precio del combustible. Las manifestaciones se extendieron por un centenar de ciudades grandes y pequeñas.

«El gobierno dio orden de reprimir a la población, incluso con balas. Para acallar las voces de los manifestantes cortaron Internet durante seis días. Nadie tenía noticias de nadie. El gobierno respondió de forma brutal. Hubo atrocidades. Seguramente hay más muertos de los contabilizados», contaba el periodista, afincado en los Países Bajos.

Recientemente Seifikaran ha narrado las historias de algunos de los muertos en noviembre. Al menos 20 de ellos eran niños. El menor tenía 12 años.

«Según los desgarradores testimonios recogidos, las autoridades iraníes masacraron a cientos de personas que participaron en las protestas por todo el país. Orquestaron una campaña de represión destinada a inspirar temor y a evitar que nadie hablara de lo ocurrido», explicaba Philip Luther, director de investigación sobre Oriente Próximo y África del Norte en Amnistía Internacional.

Esta organización confirmaba más de 300 víctimas mortales en diciembre de 2019. La agencia Reuters elevó esta cifra a 1.500, basándose en los testimonios de tres funcionarios del Ministerio del Interior iraní, según informó La Vanguardia. Entre las víctimas mortales, hubo 400 mujeres.

Seifikaran recueda el caso de Borhan Mansomia, de 28 años, un veterinario al que hirieron de bala en Kermanshah. Estuvo vivo durante dos días.

«Uno de los detalles más significativos que hemos observado es que muchos de los muertos fueron objetivo de francotiradores. Les alcanzaron por la espalda o en la cabeza o el pecho. Son la mayoría jóvenes, entre 20 y 35 años», señala el periodista.

Los iraníes llevan años dejándose la piel en su lucha por la libertad. «Durante estos 40 años primero persiguieron a las minorías religiosas, luego a los activistas kurdos, luego han ido a por los periodistas, a por los activistas de derechos humanos, a por los ecologistas, las mujeres, y ahora está claro que van a por cualquiera que proteste por cualquier tema social, no ya por ideologías políticas. El gobierno ya no persigue a las voces críticas sino a toda la población civil», concluye la activista Ryma Sheermohammadi.

Son un pueblo con una cultura milenaria, orgulloso y combativo, que cada vez sufre más por las sanciones del exterior y por la represión interna. Nada les detendrá. Ahora vuelven a las calles.

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