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“Los imanes no son intelectuales, la verdad”. Entrevista con Azizah al Hibri

La conversación empieza abruptamente: Azizah al Hibri carraspea, tose y amaga frecuentes ahogos llevándose una mano al cuello mientras con la otra interrumpe la charla. "Es que en España se fuma mucho", se queja esta estadounidense de origen libanés, abogada especialista en el islam.

Y tanto: en el restaurante incluso se ofrecen shishas, o pipas de agua, por fortuna no a la hora de comer.

Es la primera vez que Al Hibri visita España. "No sabía qué esperar, aparte de un montón de museos, una geografía parecida a la de Líbano y el recuerdo de Al Andalus". La memoria andalusí es el abracadabra que franquea cualquier puerta, incluida la del futuro. "Tengo que venir más despacio", anuncia.

Explicar en dos palabras a qué se dedica esta mujer seria y serena implica conjugar conceptos de complicado encaje. Profesora de derecho en la Universidad de Richmond (Virginia), es fundadora de Karamah (Dignidad), un grupo de abogadas musulmanas por los derechos humanos. ¿De abogadas musulmanas feministas? Puede, o viceversa, o no necesariamente todo. "Karamah proporciona apoyo legal a las mujeres en los contratos de matrimonio y divorcio, y en casos de repudio y violencia doméstica, un problema éste muy grave en EE UU, y no sólo entre los musulmanes".

"Conciliar fe y vida cotidiana no corresponde sólo a los musulmanes, también a cristianos y judíos. Y la legislación de EE UU lo pone fácil. El Ramadán es un hecho conocido y aceptado, también el velo en los trabajos o en las canchas de basket de los barrios, cuando las que juegan son chicas jóvenes en vaqueros", dice, mientras ejerce de anfitriona y no sólo elige -en árabe- los platos, sino que los sirve y reparte los deliciosos zumos de tamarindo e hibisco.

En sus labios, la pertenencia comunitaria cobra visos de ciudadanía. Estadounidense, of course. ¿Y qué papel desempeñan en el país sus correligionarios? ¿A quién votarán? "No lo sé, pero sí sé que votarán. Hace 10 años muchos imanes pedían a sus fieles que no votaran porque éste [EE UU] es un país laico. Hoy se registran mayoritariamente", explica, porque, recuerda, "los imanes no es que sean unos intelectuales, la verdad". Si no fuera por su circunspección, el comentario podría sonar a sorna.

Al Hibri critica el exceso de menta del fattush (ensalada con pan) y el punto del shish tawk (brochetas de pollo). Pero censura aún con mayor empeño la injerencia del Estado en asuntos privados. ¿Por ejemplo? Leyes como la francesa sobre el uso de símbolos religiosos, o la turca sobre el velo. "Prohibir el velo es contrario a los derechos humanos. El velo no es asunto de los Gobiernos, ni de nadie, sólo de las mujeres. Leyes así son intolerantes. ¿Es lógico defender la libertad de expresión y a la vez prohibir el velo?", dice indignada. ¿Y cuando el velo no es una elección, sino una imposición? "Ponerse o quitarse el velo es un asunto privado de la mujer", defiende. "Todo lo demás son interpretaciones del Corán propias de una sociedad patriarcal".

El último comentario vuelve a pasar por Al Andalus. Al término de la comida, repara en los azulejos que decoran la barra del bar. Son de estilo nazarí, traídos de Granada. "Algo así quiero para mi cocina", dice. El abracadabra.

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