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Los hijos díscolos de la Iglesia

Javier Calle Portavoz de Kristau Sarea bittor Uraga Ex secret. del Consejo Pastoral Diocesano tere maldonado Asamblea de Mujeres de Bizkaia aitor urresti Eliza Gara

LA partitura de la Iglesia no suena bien. Las corcheas y las fusas no se acompasan y los acordes chirrían. En el seno de la comunidad cristiana ya han bautizado esta composición como "el cisma silencioso". Un cisma fruto de graves disensiones que, sin embargo, no se visualizan en la sociedad porque "tenemos una Iglesia que secuestra el debate", sentencia Aitor Urresti, quien fuera responsable de Pastoral de Juventud y destituido por el Obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, tras dar lectura a un manifiesto defendiendo los derechos de los homosexuales. En la línea de propiciar un diálogo crítico, DEIA reúne a cuatro personas, tres de ellos cristianos disidentes, que se atreven a alzar la voz y a cuestionar el modus operandi de la jerarquía eclesial. Estos hijos díscolos evidencian la involución que vive esta institución, con el nombramiento de obispos como principal caballo de batalla.

Cargados de razón, no temen situarse a las puertas del infierno de Rouco Varela. De hecho, valoran la designación de Mario Iceta como Obispo auxiliar de Bilbao y de José Ignacio Munilla, como Obispo de Donostia, desde una perspectiva estrictamente religiosa. "Esos nombramientos no pasan por una criba del nacionalismo como se quiere vender", alega Javier Calle, portavoz de Kristau Sarea. Bittor Uraga, uno de los instigadores de la revuelta contra el nombramiento de Iceta, que conllevó su dimisión como secretario del Consejo Pastoral Diocesano, lo fundamenta. "En Euskadi, el nombramiento de obispos conservadores está intentando corregir una tendencia de apertura y de progreso. Están castigando a toda la generación que apoyó el movimiento pro Concilio Vaticano II. Luego hacen una cosa muy sibilina, difunden que se está corrigiendo la línea de una iglesia ligada al nacionalismo vasco. El nacionalismo les importa un pimiento pero eso vende en el resto del Estado".

"Está claro que ese argumento del nacionalismo funciona como una cortina de humo para desviar un problema que tiene carácter interno", corrobora Javier Calle, desde una organización que mantiene que la forma de designar a los obispos es "oscura, endogámica y alejada del consenso eclesial". Urresti comparte esa opinión. "A Munilla no se le critica por no ser nacionalista, sino por la idea de Iglesia que difunde", suscribe. Tere Maldonado, representante de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia y recién aterrizada de un congreso de secularización en Londres, no sale de su asombro. "A mí me llama la atención que visto el nivel de disidencia no se produzca una escisión", subraya.

¿QUé HACEN ANTE LAS CRÍTICAS?

"La jerarquía eclesial está metida en un búnker"

Sin escisión a la vista, los cristianos menos obedientes alzan la voz. "Hay un proceso de bunkerización de la Iglesia, que en lugar de hablar pluralmente, opta por retirarse a un búnker en el que nadie piensa. Por eso, las criticas que reciben y el pasotismo religioso reinante es considerado como nuestra miseria espiritual", clama Uraga. "Es que la Iglesia tiene una habilidad impresionante para aparecer como víctima de una persecución. Yo no veo que a nadie se le impida asistir al culto y además acumulan todas las ventajas que emanan de los acuerdos Iglesia-Estado", replica Maldonado.

"En lugar de intentar convencer de las aportaciones de la propuesta cristiana al ser humano, lo que hacen es intentar imponer una moral. Pero la propuesta cristiana no es una propuesta de moral sexual, es una propuesta de forma de vida", asegura Calle. A su juicio, "la Iglesia hace trampa con su proyección en la sociedad. Hagamos un censo de católicos y entonces se podrá decir qué peso tiene la Iglesia. Mientras tanto, hay una nebulosa de sociedad católica. Se arroga una representatividad que no ha sido nunca contrastada y juega con las cartas marcadas. Los católicos no tenemos porqué compartir la verdad que mantiene el obispo. Sin embargo, da la sensación que todos los católicos le seguimos a pies juntillas. Pues no, tenemos conciencia y actuamos según su dictado. Además no hay que obedecer a nadie ciegamente", corrobora Calle.

Sin sentirse ángeles ni demonios, no escatiman en rebeldía. "En estos momentos, no hay visibilizada una disidencia real porque nosotros mismos nos autoimponemos la censura. En la Iglesia de Bizkaia nos sentimos lo más de lo más, sólo nos falta ponernos las rastas, y en petit comité puedes discutir lo que quieres pero ¡cuidado con hacerlo público! La gente que te rodea te echa en cara que la mierda se lava en casa", intercede Urresti.

"Las formas democráticas, de análisis, de autocrítica… son métodos que estamos mamando en nuestra sociedad y vemos que eso es sano pero miras hacia la Iglesia y encuentras todo lo contrario. Falta autocrítica, falta análisis de cómo podría funcionar mejor la organización. Y todo, porque lo que más tiene la jerarquía, es miedo a confrontarse con la sociedad y a confrontarse con los cristianos que le están diciendo que hay que cambiar esto", afirma Calle. "Lo que tienen es miedo a que si mueven la silla, como está tan apolillada, se vaya al suelo", interviene Urresti de forma sarcástica. El silencio prevalece en la comunidad cristiana. "La falta de sacerdotes ha propiciado que el entramado eclesial descanse sobre laicos y laicas. Realmente todos pensábamos que con el primer laico a sueldo de la Iglesia, iban a cambiar las cosas pero ha sido todo lo contrario. Han logrado someter a la gente más comprometida dentro de la estructura y no son capaces de decir lo que habría que decir", refuerza Calle. "Yo conozco ese tema desde dentro y está claro que la gente que está a sueldo de la Iglesia tiene muchas ataduras", confirma Urresti.

Falta conciencia

"No nos vale aquello de "por la paz un Ave María"

Con todo un mare mágnum de despropósitos en su haber, les resulta indignante que la feligresía no haya levantado la voz frente, por ejemplo, a las palabras pronunciadas por Munilla sobre Haití. "Es increíble que tampoco se diga nada ante las palabras de Benedicto XVI sobre el preservativo y el sida o sobre los casos de pedofilia en la Iglesia de Estados Unidos". También sorprende la apatía ante el grado de conservadurismo de los obispos vascos. "Yo no sabría decir quién es más conservador si Iceta o Munilla, yo diría quién es más listo. Iceta las está empezando a montar pero es más silencioso mientras que Munilla ha llegado más desaforado porque se le ha esperado de forma más agresiva. Además Iceta tiene todavía mucho recorrido", apuntala Urresti.

"El problema no es Iceta ni Munilla, sino el procedimiento. Además ellos saben que dentro de la Iglesia, las críticas, con el tiempo, se aplacan. Son conscientes de que por la paz un Ave María; así no mantenemos el nivel de tensión y de conflicto", apostilla Uraga. "Eso evidencia la falta de conciencia de los cristianos en materia de derechos y deberes. Pero eso está promovido desde la jerarquía que no quiere ninguna oposición. La Iglesia tiene unas verdades afirmadas que, en la mayoría de los casos, son falsas. Por ejemplo sobre el sexo fuera del matrimonio. Los Evangelios no hacen ninguna referencia sexual y una de las obsesiones de la jerarquía es hablar de sexo", declara Javier Calle.

Y es que el nombramiento de obispos no es, ni de lejos, el único problema que se cierne sobre la Iglesia. Uno de los handicaps más graves es, en opinión de los contertulios, la falta de laicismo, "entendido como respeto a las ideas de los demás", matiza Uraga. En este punto, Maldonado se siente concernida. "Nosotros tenemos una pelea por la laicidad y por la secularización del Estado. Planteamos la no injerencia de la Iglesia en las cuestiones públicas porque no se puede confundir feligresía con ciudadanía", asegura. "Falla toda la estructura. Tenemos unos curas que tienen la desfachatez de firmar una carta en contra del obispo cuando a ellos tampoco los ha elegido nadie. Tenemos una jerarquía que nos insulta a muchos de los pertenecientes como a los homosexuales y que se cree con el deber moral de enseñarnos. Por la paz un Ave María, pues mira no", subraya de nuevo irónico Urresti.

Tere Maldonado pone los pies en suelo firme. "Viviendo en este país, la salud mental exige ciertas dosis de anticlericalismo. Es necesario que la Iglesia no pontifique creyendo tener la verdad absoluta. En la campaña por la apostasía se puso de manifiesto que cualquier persona tiene muchos motivos para querer desmarcarse de los postulados oficiales de la Iglesia, pero las mujeres tenemos aún más razones. Ellos pontifican qué debemos hacer las mujeres con nuestros derechos reproductivos y sexuales y estipulan, por ejemplo, cómo debe ser el matrimonio civil", protesta la feminista.

Es en este punto donde surge el espinoso tema del aborto y donde se produce una condena unánime a la postura del Vaticano. "La legalización del aborto no es un problema nuevo. Lo que mucha gente dice es que en la Iglesia hay que hablar de eso", afirma Uraga. "Es que lo que plantea la Iglesia católica es que es un asesinato y pontificar eso es una desfachatez y es llegar demasiado lejos", corrobora Maldonado.

¿Por qué no se marchan?

"No vamos a dejarles nuestra Iglesia para que la rompan"

"Lo que pasa es que la Iglesia hace trampa, afirma la verdad y a partir de ahí despliega toda su parafernalia para extender esa verdad como si fuera algo aceptado por toda la sociedad. No entra nunca al debate. ¿Cuándo ha habido un obispo que haya debatido en la tele con un teólogo formado? Tienen pánico a intercambiar ideas", sostiene Calle.

A pesar de todos estos conflictos interiores, no están dispuestos a abandonar la comunidad cristiana. "Yo a ellos no les dejo mi Iglesia, que me la rompen. En Eliza Gara tenemos claro que hay mucho trabajo por hacer y nos interesa contaminar la institución con la desobediencia civil. Tenemos el deber de señalar dónde están las miserias de la Iglesia para que deje de sentirse pura y virginal. Y si no me quieren, que me echen. Pero yo no les voy a dejar el camino libre. No juego en esa liga", se despacha Urresti. "No hay que olvidar que esto es solo la estructura de poder. La vivencia de mi fe, de mi experiencia de Dios, es mucho más positiva que todo eso. Por otro lado, yo no voy a dejarles la Iglesia para que me la rompan. Y si yo me marcho, dejo de tener la oportunidad de decir cosas dentro", finaliza Uraga, con un poso de esperanza.

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