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Los crucifijos desaparecen de las aulas

La mayoría de los colegios públicos de la provincia iniciaron hace una década la eliminación de los símbolos religiosos y ya sólo existen en los centros privados o concertados

La mayoría de los 488 centros de enseñanza pública en la provincia desterraron hace más de una década cualquier rastro de iconografía católica. La imagen de Cristo crucificado ha pasado a ser un recuerdo de pupitre más de generaciones pasadas. Sólo continúa en los colegios privados y concertados, de arraigada vinculación religiosa todavía en España.

Según la delegación provincial de Educación, dependiente de la Junta de Andalucía, la falta de directrices generales en la comunidad autónoma traspasa a los consejos escolares la decisión de incluir símbolos religiosos en sus aulas. Siempre que se trate de un centro público y, por tanto, laico en sus formas.

«A mayor antigüedad, mayor probabilidad de que no hayan sido descolgados los crucifijos», explican a LA VOZ fuentes de Educación. La comunidad educativa en colegios sufragados por el Estado apenas advierte la presencia de crucifijos. Es una situación que ya pasa desapercibida. «La ausencia de símbolos religiosos en las aulas ya forma parte del paisaje de la clase», dicen las mismas fuentes. La única salvedad en la capital gaditana la encontramos en el C. P. La Inmaculada, donde aún permanecen cruces en algunas clases. Este colegio es público y hasta hace unos meses estaba tutelado por el Ministerio de Defensa. No ha habido ninguna queja o reclamación por parte de los padres a este respecto.

Hasta la fecha, la Consejería de Educación no ha recibido solicitudes de retirada de símbolos religiosos de los colegios gaditanos. Todo permanece en perfecta armonía. Al contrario de la polémica surgida en el colegio Macías Picavea de Valladolid, en el que se obligó a «retirar los símbolos religiosos de las aulas y de los espacios comunes». Una sentencia firmada por el titular del Juzgado de lo Contencioso Administrativo daba la razón a unos padres, en contra del propio consejo escolar, que abogaba por el mantenimiento de signos cristianos.

De haberse producido una situación similar en Andalucía, la consejera de Educación, Teresa Jiménez, señala que si «cualquier miembro de la comunidad educativa considera que la presencia de un símbolo vulnera su libertad religiosa, no tiene más que solicitarlo y, de inmediato, se retira». Aunque lo defienda, realmente no hay ninguna exigencia al respecto.

El representante provincial del Sindicato Independiente de Profesores de la Enseñanza Pública (ANPE), Fernando Ramírez, exime de responsabilidad a la directiva de los centros públicos. «Cada padre y cada madre ha de saber dónde matricula a su hijo, por lo que no pueden imponer la abolición del ideario y filosofía», asevera. Dice que estas cuestiones podrían plantear «situaciones incoherentes». «Habría que preguntar entonces si deja a su niño que se vista de pastorcito en la función de Navidad o si va a aceptar la Semana Santa como libre de horas lectivas», ironiza Ramírez. La ANPE, al igual que la Junta de Andalucía, remite a los consejos escolares para dilucidar estas polémicas, «a fin de determinar lo que tiene que predominar en cada centro de enseñanza pública».

La hermana Paula Delgado, del colegio concertado San José (Las Esclavas), reconoce que le sorprende este debate «porque es algo propio de la cultura esté y no entiendo ahora este revuelo». La hermana Paula imparte asignaturas de Lengua, Latín y Religión. Este colegio se rige por las directrices religiosas y «la aceptación de las normas internas es mutua». Entre el alumnado hay católicos practicantes, no practicantes e incluso procedentes de familias ateas. «Y no hacen problema de ello», puntualiza.

Delgado declara que «el fondo del problema es más educativo que religioso». Cree que sale perdiendo toda la comunidad educativa, pero muy especialmente, los escolares. «Debemos enseñar a los niños a ser tolerantes e inculcarles que las cosas no serán siempre conforme al gusto de cada uno».

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