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Los Cristianismos derrotados

Después de la muerte de Jesús de Nazaret fueron muchos los seguidores de sus enseñanzas que, durante los primeros siglos, desarrollaron diversas formas de entender su mensaje y se agruparon en distintas escuelas, cada una de ellas con modos diferentes de interpretar y practicar el cristianismo…

Estos grupos, algunos más estructurados y jerarquizados, y otros de organización más anárquica, tuvieron entre sí fuertes enfrentamientos doctrinales y agrias disputas teológicas. De estas pugnas surgió una doctrina y un grupo vencedor que empezó a prevalecer sobre los demás y que, con el paso del tiempo, llegó a convertirse en la dominante y «oficial» hasta el día de hoy: la de la Iglesia católica. Pero ¿qué pasó con las otras corrientes? ¿Cuáles eran?.


Comentario del autor en su blog

Si un habitante del siglo XXI aterrizara, gracias a la máquina del tiempo, en un rincón del Mediterráneo oriental en pleno siglo II de nuestra era se encontraría con que podría observar una cierta unidad, en verdad, entre los que se denominaban cristianos en torno a una interpretación paulina de Jesús, pero también la existencia de bastantes grupos diferentes al mayoritario. Por los menos observaría la existencia de 9 o 10 cristianismos diferentes.

Eran –enumerados de prisa- los siguientes:

• Cristianismos que negaban que Jesús fuera Dios: ebionitas, nazarenos.
• Cristianos que negaban a Pablo de Tarso y su doctrina, al que denominaban falso profeta y traidor a Jesús y a la ley de Moisés: el grupo que está detrás de la literatura Pseudo Clementina.
• Cristianismos proféticos en los que la comunidad era regida no por obispos y presbíteros, sino por profetas: montanistas y gnósticos del siglo II.
• Cristianismos que negaban la validez, la verdad o la inerrancia de las Escrituras sagradas: Marción, Pseudo Clementinas, ciertos gnósticos testimoniados sobre todo en los textos de Nag Hammadi
• Cristianismos que negaban la encarnación verdadera de Jesús: docetas, grupos que están detrás de los Hechos apócrifos de los apóstoles
• Cristianos que negaban la resurrección futura: grupos que aparecen mencionados en Pablo (1 Corintios) y en las Epístolas Pastorales
• Cristianismos que promocionaban la independencia de las mujeres: grupos representados por el Evangelio de María Magdalena o por los Hechos apócrifos de los apóstoles
• Cristianismos que negaban el cuerpo y el mundo, es decir, que promovían un ascetismo extremo, y que se manifestaban totalmente contrarios a la vida sexual y al matrimonio. Grupos representados por el Evangelio de los Egipcios, la Epístola del Pseudo Tito, los Hechos apócrifos de los apóstoles
• Cristianismos que promocionaban una vida libre e incluso libertina: gnósticos libertinos criticados por Epifanio (los fibionitas) e Ireneo de Lyon; los carpocracianos mencionados por Clemente de Alejandría

“Los cristianismos derrotados” parte de los inicios mismos del nacimiento del movimiento cristiano que dan origen a este panorama diverso. Intenta explicar –con un lenguaje sencillo y con absoluto interés pedagógico y didáctico- en primer lugar cómo se llega a esta situación del siglo II, y luego cómo el grupo mayoritario, el que a priori había conseguido unos puntos de partida y una práctica más convenientes, hará todos los esfuerzos por convertirse en la opinión más autorizada, “ortodoxia” y cómo va eliminando del mapa en cuanto le es posible a los demás.

Unas palabras sobre cómo parece que surge el cristianismo. En opinión del autor, el nacimiento de la teología cristiana –que es lo mismo que decir el nacimiento del cristianismo- sólo tiene lugar después de la muerte de Jesús. El grupo de sus seguidores, que no eran muchos, con un esfuerzo de una gran talla intelectual dentro de la teología judía, intenta explicar a los otros judíos cómo había sido en realidad la vida, la figura y la misión de Jesús de Nazaret, partiendo de dos presupuestos:

1. Ese Jesús crucificado por sus connacionales ha resucitado. Ello significa que Dios le ha confirmado en su misión de mesías. Hay que aclarar cómo es posible que el mesías fracasó en experiencia, cómo murió en la cruz y qué significa este hecho.

2. Esa resurrección significa que Dios ha colocado a Jesús de algún modo en el ámbito divino, a su diestra. Desde esa posición ha de volver al mundo a completar su tarea mesiánica.

Esta tarea de explicación teológica de la figura y misión de Jesús, del plan divino sobre él, sólo podía hacerse por medio de la utilización del instrumento único que Dios había concedido para escrutar sus divinos planes: la Biblia. Por ello los primeros seguidores de Jesús estudiaron ansiosamente las Escrituras para encontrar en sus textos la iluminación necesaria para explicar lo que había ocurrido con Jesús.

Por tanto, el grupo de cristianos que funda el movimiento de seguidores de Jesús no se quedó parado, rezando y esperando a que viniera el fin del mundo presente, a que volviera Jesús desde los cielos para cumplir su tarea de introducir el reino de Dios en otro mundo sustancialmente distinto, sino que al igual que los esenios de Qumrán -los autores o recopiladores de los manuscritos del mar Muerto- se dedicaron con gran ánimo y esfuerzo a bucear en las Escrituras en busca de la clave para lo sucedido

Esto quiere decir que la teología cristiana sólo nace después de la muerte de Jesús, y sólo se puede hablar de fundadores del cristianismo, no de un único fundador. El libro explica además claramente que toda reinterpretación de una figura es necesariamente plural, porque son muchos los que intentan esa tarea. Se aclara también que este repensar y reinterpretar la misión de Jesús supone una divinización de su figura, lo que pronto recibirá el rechazo de la gran masa de los judíos y una mayor aceptación por parte de los gentiles, para quienes esta divinización no suponía especial problema.

La tarea de interpretar a Jesús a base de unas Escrituras ya existentes, sobre todo los Salmos y los Profetas, es esencialmente alegórica. Es decir, se encuentra a Jesús en el Antiguo Testamento a base de alegorizar o interpretar espiritualmente a éste.

Ésta es otra de las líneas del libro –la teología cristiana de Pablo y de otros cristianismos nace en un ambiente judío, sí, pero profundamente helenizado: se hace a base sobre de ver la Biblia como una alegoría de lo que iba a suceder en Jesús, el Cristo. La ciencia de la interpretación de los textos considerados como venerables por medio de la alegoría comienza en la ciudad griega de Alejandría mucho antes del cristianismo; el arte de la hermenéutica se desarrolló allí en torno a los textos homéricos que constituían el primer fondo literario helénico, que desde el siglo III se creía casi sagrado. El estudio del tesoro literario y religioso que constituían la Ilíada y la Odisea representan el primer período glorioso de la hermenéutica alejandrina. Los seguidores de Jesús hacen casi lo mismo con la Biblia hebrea. Aquí hay ya un indicio de que la primera teología cristiana nace impregnada de helenismo. En el caso del paulinismo es esto aún más claro.

El arte de descifrar lo que está escrito sólo puede darse cuando se ha constituido un conjunto de textos cuya evidencia no se manifiesta de manera inmediata. En este caso, los cristianos debían dar sentido a ciertos pasajes del Antiguo Testamento, si es que lo ocurrido con Jesús como mesías, el Cristo, debía ser como se creía, el cumplimiento de la alianza antigua de Yahvé con su pueblo.

Dando por sentado que éste es proceso cómo nace la teología cristiana, el cristianismo -a saber como un auténtico fenómeno exegético, de interpretación de repensar, de reinventar a Jesús- intento luego en mi libro sumergir al lector de nuevo en el siglo II e intento aclararle varias cosas fundamentales:

Una: qué opinaban teológicamente esos cristianismos hasta el Concilio de Nicea y Calcedonia/Constantinopla: cómo había una diversidad grande de interpretaciones de Jesús y de la Iglesia dentro de una cierta unidad.

Segunda: Cómo dentro de esa diversidad existió desde el principio un grupo, formado alrededor de la teología de Pablo de Tarso, que es el más compacto y numeroso de todos –ha conseguido convencer a más paganos que los otros grupos para que se hagan discípulos de Jesús- y de qué medios se valen para hacer que su interpretación de la figura y misión de Jesús de Nazaret vaya poco a poco eliminando otra interpretaciones.

Explico también en tercer lugar de qué medios se vale este grupo mayoritario para alzarse con el poder absoluto dentro de los diferentes cristianismos, a saber:

1. El control absoluto de la comunidad en cuanto masa social, con sus jefes –o cargos eclesiásticos- como sucesores de los apóstoles en especial de Pablo.
2. El control ideológico del grupo, al ser los que mantenían oficialmente el “depósito” de la recta doctrina. Formación del concepto de herejía. El que no piense como el grupo mayoritario es massa damnata, gente destinada a la condenación.
3. El control de la interpretación de la Escritura común con el judaísmo, el Antiguo Testamento.

En cuarto lugar: el libro ofrece una visión sintética y espero que clara de los principales cristianismos que van quedando derrotados a la vera del camino de la vida hasta el siglo XII. He hecho un esfuerzo de síntesis para presentar al público cuáles eran las ideas de estos cristianos: maniqueos, arrianos, nestorianos, priscilianistas, pelagianos, bogomilos, cátaros, etc. de modo que pueda el lector ahorrarse decenas de horas de lectura y encuentre cómodamente sintetizadas en el libro lo que una persona culta debe saber de estos cristianismos.

Para que el lector se haga una idea de la pervivencia de otros cristianismos a pesar de la fuerza tremenda del paulinismo dominante voy a ofrecer, como complemento a lo que se dice en el libro, dos perspectivas:

A. unas breves pinceladas sobre la interpretación más judía del cristianismo, y
B. Algunos textos ilustrativos sobre la lucha desde el principio del grupo mayoritario contra los herejes, pero la bundancia incontenible de éstos.

A. Se suele decir que cuando las tropas romanas acabaron con el grupo de judeocristianos que tenía su sede principal en Jerusalén, en el año 70, el judeocristianismo dejó de existir en la práctica. Yo creo que hay que matizar seriamente esta afirmación:

1. Muchos años más tarde el judeocristianismo nos lega tres evangelios apócrifos importantes, tanto que concitan la atención de S. Jerónimo. Estos son los Evangelios de los hebreos, Evangelio de los nazarenos y Evangelio de los ebionitas.

2. El judeocristianismo nos ha legado un corpus amplísimo de literatura ideológico-novelesca: Las Homilías Pseudoclementinas y las Recognitiones, que editaremos Gonzalo del Cerro y yo en la serie Hechos Apócrifos de los Apóstoles.

3. Aparte de la secta o grupo de los ebionitas –que dura hasta los siglo V o VI- tenemos otro grupo, el de los elcasaítas, que tiene enorme importancia porque es él probablemente el que transmite al maniqueísmo la base cristiana que esta religión posee.

4. El cristianismo egipcio, según el testimonio del historiador Sócrates (Historia eclesiástica, V 22), en el siglo V todavía celebraba la eucaristía el sábado por la tarde junto con una comida.

5. La situación de las comunidades judía y cristiana parece vivir un momento crucial en el siglo III. Tal como apunta lo ocurrido con un obispo, llamado Pablo de Samosata, hubo en Antioquía una confrontación constante entre cristianos de cultura y costumbres orientales y los cristianos helenizados. La conducta de Pablo de Samosata en la época en que Zenobia era reina de Palmira, durante los años 260-270, testimonia la vocación oriental, quizás judaizante, de la región al norte de Antioquía de donde Pablo era oriundo, ya que la historia de sus debates doctrinales es en parte la de sus choques con la iglesia helenizada de Antioquía.

Pablo de Samosata, a la sazón obispo de Antioquía, adquirió entre los obispos de las diócesis vecinas fama de judaizante. Su judaísmo inicial, verdadero o apócrifo, está ligado según la tradición eclesiástica a su relación con Zenobia, relación que es innegable desde el punto de vista histórico. El que se acusara a un obispo de judaizante tiene interés enorme: el judeocristianismo seguía vivo y con ello la atracción por la religión madre.

B. La lucha contra los herejes es feroz ya en el siglo II. Así el problema de los herejes está en el centro de las preocupaciones de Ignacio de Antioquía a principios del sigo II. Un cristiano, Satornilo, predicaba en Antioquía que Cristo no había tenido una realidad física: era la tesis del docetismo. Como su mismo nombre indica (dokeô, “parecer”), Cristo no era más que mera apariencia para esta secta. El obispo de Antioquía replica con elocuencia que “Jesucristo nació verdaderamente, que comió y bebió verdaderamente así como que fue perseguido y crucificado, que murió y verdaderamente resucitó”.

Pero el docetismo siguió teniendo muchos partidarios en Antioquía. Después de Ignacio, Serapión, obispo de la ciudad de 190-191 hasta 211-212, tuvo que luchar para poner fin a este movimiento; sus acciones nos manifiestan cómo la autoridad eclesiástica vigilaba el problema de los herejes. He aquí la carta de Serapión a los cristianos de Rosos a propósito del evangelio apócrifo de Pedro que se presaba a defender las tesis de Satornilo:

Nosotros, hermanos míos, recibimos a Pedro y a los otros apóstoles como a Cristo mismo; en cuanto a los escritos que algunos adjudican falsamente a su nombre, la experiencia nos enseña a rechazarlas, porque tenemos conciencia de no haberlos recibido por tradición.

A veces era difícil definir quiénes eran los herejes. La concordia entre las comunidades se abría camino difícilmente a causa de la divergencia de las doctrinas. Dionisio de Alejandría escribió a Esteban, obispo de Roma, hacia el 254, que por fin se había realizado la unidad de las iglesias. Éstas son sus palabras:

Sabe ahora, hermano, que están unidas todas las iglesias de Oriente e incluso las más lejanas, que antes estaban divididas; que todos sus dirigentes, en todas partes, tienen los mismos sentimientos y se alegran, más de lo que se puede figurar, de la paz alcanzada contra toda esperanza.

Sin embargo no reinaba la armonía tanto como Dionisio quería hacer creer. Apenas dos años más tarde, en la carta que dirigió a Sixto II -sucesor de Esteban- trata de las importantes divergencias que existían en el interior de las comunidades de Cilicia, de Capadocia y de Galacia en relación con la validez del bautismo otorgado por los herejes. El obispo de Roma lo consideraba válido, pero los obispos que dependían de Antioquía estimaban que era preciso reiterarlo. Era ésta una brecha en la unidad que dio ocasión a Antioquía para hacer bloque con Cilicia, Capadocia y Galacia. Ya al final del siglo II en la época de Serapión, encontramos un primer indicio de la independencia que quería conquistar para sí en Oriente la iglesia de Antioquía.

Por último, los que no seguían la línea oficial contaron todavía en el siglo V con la ayuda de algunos emperadores. Teodoreto de Ciro (393-hacia el 466), en su Historia eclesiástica, proporciona detalles sobre las actuaciones del emperador Valente (364-378) en Antioquía. Su texto pone de manifiesto cómo paganos, judíos y cristianos (heterodoxos, según el historiador) se comportaban en el universo heterogéneo de la ciudad a pesar de que el Imperio romano fuese ya en esa época oficialmente cristiano:

Valente, que pasaba la mayor parte de tiempo posible en Antioquía, había dado licencia a los paganos, a los judíos y a todos los que bajo la cobertura del nombre de cristianos proclamaban dogmas contrarios a las máximas evangélicas. De hecho, los servidores del error oficiaban sus misterios paganos; Valente permitió que floreciese de nuevo la mentira que, después de Juliano, se había extinguido bajo Joviano. Se celebraron de nuevo las diasias, las dionisíacas, las festividades de Deméter y no a escondidas, como se hubiese esperado en un imperio cristiano; las bacantes realizaban sus carreras en el centro del ágora (Historia eclesiástica IV 24, 2-4).

No quiero cansar más a los lectores del blog con esta síntesis. Espero que el que los desee disfrute con la lectura del libro, que aprecie el esfuerzo de claridad y de síntesis, y que concluida la lectura tenga en su mente como idea ya bien adquirida que la variedad es la esencia del cristianismo y que un mejor conocimiento de las heterodoxias de este movimiento cristianismo tanto de los primeros siglos como posteriores ensancha el horizonte de la comprensión de esta religión.

Y por último: da la impresión de que con la represión de cátaros y albigenses la Iglesia mayoritaria gozó de paz. Pero esta paz era engañosa. Al parecer el grupo mayoritario quedó satisfecho con la represión a sangre, fuego de los movimientos que he mencionado y con el hallazgo de la Inquisición, realizado esos momentos. Pero su éxito fue sólo aparente, pues la represión de cátaros y bogomilos y otros, como los valdenses, dejó un poso de descontento hacia la representación visible de la Gran Mayoría, la Iglesia de Roma, que alcanzaría su expresión primero en la confirmación de la gran partición de la cristiandad en católicos occidentales y ortodoxos orientales (el cisma de Oriente), y segundo en los comienzos del siglo XVI con los inicios de la Reforma protestante.

La Reforma tuvo un éxito fulgurante debido no sólo, ni mucho menos, a motivos religiosos, sino también de índole puramente política y social. De esto no caber duda. Pero desde ese siglo la pluralidad del cristianismo fue imparable de nuevo. Hoy se cuentan, como mínimo, unas quinientas confesiones cristianas de cierta envergadura. Parece empresa titánica e imposible luchar contra esa variedad, pues la variedad polimórfica pertenece –como dije más arriba- a la esencia del cristianismo desde su nacimiento mismo.

libro Los Cristianismos derrotados

Ficha técnica:

Título Los cristianismos derrotados
Autor Antonio Piñero
Editorial EDAF
Páginas 325
P.V.P. 21,00 €
Encuadernación
15 x 23 cm. Tapa dura
ISBN
978-84-414-2005-2

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