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Los alevíes piden el reconocimiento del Tribunal Europeo de Derechos Humanos

El islam suní, religión ‘de facto’ del Estado

“Somos 25 millones” repite Izettin Dogan, presidente de honor de la Federación de Fundaciones Alevíes. 25 millones de almas, un tercio de la población de Turquía, que son simplemente invisibles. En todas las estadísticas, el 99,9% de los turcos son musulmanes. Pese a que Turquía es un país oficialmente laico, en la práctica, el islam suní recibe tratamiento de religión de Estado.

Eso debe cambiar, anuncia Dogan ante las cámaras de televisión: la Federación irá al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo para reivindicar lo que el Tribunal Constitucional turco le ha negado: la equiparación de su religión con el islam suní. En primer lugar, el reconocimiento de que un templo aleví es un lugar de culto, como lo es una mezquita, una iglesia o una sinagoga.

El debate es a veces confuso porque muchos alevíes consideran que su fe es, de hecho, el islam. Incluso el islam verdadero. Tan verdadero que no necesita normas: los alevíes no realizan las oraciones islámicas, no suelen leer el Corán, no peregrinan a La Meca, no ayunan en ramadán, mujeres y hombres tienen estrictamente los mismos derechos… En lugar de ir a la mezquita, los practicantes se reúnen los jueves por la noche en un centro comunitario, conocido como ‘cemevi’, donde invocan la trilogía Dios, Mahoma, Alí. Su veneración por Alí, yerno de Mahoma, hace que a menudo sean definidos como chiíes, aunque éste sea el único rasgo que compartan con el islam chií. El rito culmina con un baile de 12 jóvenes -seis chicos, seis chicas- y el reparto de pan y fruta que todos comerán juntos.

“Somos ciudadanos, pagamos nuestros impuestos”, reitera el profesor Dogan, flanqueado por seis altos cargos de diferentes comunidades alevíes, que le respaldan en el momento de lanzar el guante al Estado. Los impuestos que recoge la Diyanet, la Autoridad Religiosa turca, tienen un único destino: las mezquitas y la educación religiosa obligatoria, siempre islámica suní. Los templos de los alevíes se definen como “centros culturales” y no reciben financiación pública. “Que vayan a la mezquita para rezar”, responde la Diyanet, que considera a los alevíes simplemente una rama musulmana y manda construir mezquitas incluso en pueblos puramente alevíes, donde nadie va a usar el edificio ni levantarse con la llamada a la oración.

Pese a reivindicar los valores laicos de la República y pese a que la fotografía de Mustafa Kemal Atatürk, fundador de la Turquía moderna, cuelga en todos los ‘cemevi’ -justo al lado de la imagen de Alí-, los alevíes tampoco pueden contar con la simpatía del ‘establishment’ laico kemalista. Durante los gobiernos cercanos a las dictaduras militares, la asociación de muchos intelectuales alevíes a corrientes izquierdistas desató persecuciones e incluso masacres en los años 90.

Fue precisamente el AKP el que suavizó la represión. Recep Tayyib Erdogan, primer ministro de Turquía, prometió equiparar las ‘cemevi’ con las mezquitas, pero “llevamos esperando desde hace diez años”, explica Dogan.

Algunos analistas apuntan a que las bases islámicas del partido gobernante, el AKP, no permitirían tal paso: para muchos suníes, los alevíes son herejes del islam y como tales, mucho peor vistos que cristianos o judíos. Atrapados entre los la derecha nacionalista y el islam tradicional, a los alevíes sólo les queda Estrasburgo.

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