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Lleida abre el pulso contra el creciente islam radical

El conflicto de la mezquita destapa el aumento del salafismo en Catalunya

El alcalde de Lleida, Àngel Ros, puede hablar más alto pero no más claro: «Hasta aquí hemos llegado. El islam debería ser una religión tolerante y cohesionadora», afirma en unas declaraciones a EL PERIÓDICO que no solo representan un pionero paso al frente de una institución contra los excesos de una comunidad religiosa, sino toda una declaración de intenciones respecto al peso creciente de las versiones más radicales del islam en algunos oratorios de Catalunya. Un peso y un discurso sobre los que ya alertan varias entitades islámicas, que piden tomar conciencia y medidas contra esta tendencia, personalizada en la figura del imán de Lleida, Abdelwahab Houzi.

La librería Ibn Hazn, en la esquina de las calles del Nord y Maria Sauret, marca el inicio del barrio musulmán leridano, un distrito –casi un gueto– que ha tomado forma los últimos años alrededor de la principal mezquita de la ciudad. En el local se despachan productos del mundo islámico, desde coranes, chilabas y túnicas hasta tés, jabón e incienso, muchos etiquetados solo en árabe. Es fácil encontrar allí al imán Houzi.

«Nuestros principios son la libertad y la igualdad, igual que en Occidente. Lo que pasa es que algunos hacen una interpretación interesada de nuestros valores», afirma el imán. Él no se considera salafista, sino salafí, «que significa ser seguidor del islam verdadero, el de las primeras generaciones tras Mahoma». Según su versión, de la que discrepan muchos estudiosos, «la diferencia entre salafí y salafista es la misma que hay entre catalán y catalanista».

TEJANOS VETADOS / Pero hay testimonios que le contradicen. «Se aprovecha de la ignorancia de algunos fieles para ir inyectándoles dosis de radicalismo. Ha llegado a decir, en sus discursos en la mezquita, que los hombres no pueden ir a rezar al templo con tejanos y pidió a los barberos islámicos que no afeitaran a sus clientes», dice Omar Charah, presidente de Atlas, una asociación cultural árabe de Lleida.

Las palabras y los hechos de Houzi son un ejemplo del perfil del imán radical que traza el antropólogo y experto en el islam Jordi Moreras: «Su discurso se basa en la idea de que la sociedad occidental ha roto un pacto de respeto a su religión, que no les deja ser musulmanes y en base a ello llaman a no obedecer las leyes autóctonas». Moreras indica que se está detectando este discurso en materiales gráficos y escritos de la comunidad islámica catalana. El salafismo crece y ya impregna el 20% de la prédica musulmana, asegura el estudioso.

Con su túnica de color pardo metida por dentro de los pantalones (quizás confía en que así pasará desapercibido), Mohamed aparece, tímido y reservado, en una cafetería del centro de Lleida. Enseguida se define ideológicamente. «Mi mujer lleva pañuelo, sí, pero ya lo utilizaba cuando la conocí. Yo no le he impuesto nada, no soy un radical de esos», afirma. Sí lo es, radical o fundamentalista o «directamente salafista», según Mohamed, el imán Houzi. «No tiene ninguna preparación religiosa, pero sus intervenciones en la mezquita rayan el fanatismo», sentencia el joven.

FORMACIÓN ESCASA / Incluso entre los propios imanes se admite la carencia de formación de las voces salafistas. Algunos de esos líderes, explica Noureddine Ziani, de la Unión de Centros Islámicos, vinieron a Catalunya a trabajar y dado el vacío de formación y asesoramiento han tenido la oportunidad de ser dirigentes de su comunidad local.

El imán de Lleida vuelve a ser ejemplo. «Llegó a España hace 23 años y su primer empleo fue de jornalero en la cosecha de fruta. Luego se ha ido formando, siguiendo cursos, aquí y allá, en Marruecos y, más tarde, en Arabia Saudí», relata Omar Charah, que en sus primeros tiempos en la capital del Segrià trabó cierta amistad con el ahora imán.

Y a propósito del imán de Lleida. «Lo han convertido en un héroe con la prohibición del burka y el cierre de la mezquita», advierte Abdenur Prado, de la Junta Islámica catalana. El alcalde Ros replica que el objetivo no es, en absoluto, ese. «Hay principios que están por delante de cualquier consideración religiosa», afirma. «La moción del burka fue un aviso. El precinto de la mezquita, otro», dice. «En cualquier caso –avisa– del Ayuntamiento de Lleida no saldrá dinero para usos dogmáticos».

Mohamed Halhoul, presidente del Consell Islàmic i Cultural de Catalunya, minimiza el impacto real del salafismo – «mucha gente que se cierra no lo hace por ortodoxia, sino por miedo al rechazo», alega– pero reclama apoyo para la formación de líderes musulmanes. Moreras también pide que las administraciones tengan «guante de seda respecto a la pluralidad y mano de hierro para que la autoridad civil prevalezca siempre sobre la religión».

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