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Libros: Cuentos para la hoguera

Si la Inquisición continuara campando a sus anchas, estos cuentos irían directamente a la hoguera y su autor correría serio peligro de acabar en un calabozo. Afortunadamente, algo ha cambiado. Enraizados en la larga tradición española anticlerical y anticatólica, con un lenguaje que recuerda al del Siglo de Oro, el autor del Diccionario del suicidio (que, a pesar del tema del libro, tiene momentos hilarantes) se ríe y nos hace reír, se divierte escribiendo sobre las patrañas religiosas y nos divierte, como otro ilustrado libertino y a ratos procaz, con ecos también de Valle-Inclán, de Berlanga, de Azcona o de Amanece, que no es poco.

Carlos Janín nació en Pamplona en 1944, cursó estudios de Filología Románica en la Universidad de Salamanca, se doctoró por la de Montpellier y ha enseñado literatura española y traducción en la de Lyon hasta su jubilación en 2008. Ha escrito novelas y cuentos y ha expuesto sus pinturas en diversas galerías de diferentes países. En 2009 publicó en Laetoli su Diccionario del suicidio, traducido al finés. Vive en Granada.

“Lo de la aureola y las alitas o la nubecilla en que flotan los bienaventurados son bulos que corren por la tierra, como las huríes del paraíso musulmán y otras sandeces por el estilo, efecto de la publicidad. Aquí se ha venido a contemplar, y no hay más que un canal en la tele, y en la cadena un solo programa: Dios a todas horas. Un poco como el fútbol. Es muy probable que, dada la edad de la clientela y la escasa variedad de la oferta, lo que predomine en los cielos sea la modorra, el sopor, las largas siestas en el sofá, el sueño ininterrumpido ante una pantalla hipnótica siempre encendida. El paraíso es lo más parecido a una residencia de ancianos, donde, mantenidos con tubos y medicamentos, nadie se muere”.

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