Una y otra vez, ahora por medio del arzobispo Tomasi, el Vaticano se queja de que haya una tendencia oponerse a que se pronuncie sobre temas de dominio público. Yo le daré la solución, la de Jesús. El Maestro no era un relativista, y enviaba al infierno a quienes no pensaran como Él. Pero, eso sí, en la otra vida. Así leemos en el Evangelio que reprendió a aquellos de sus discípulos que querían arrancar las malas hierbas antes de la cosecha, con peligro de acabar también con las buenas, o no dar tiempo a las remisas a arrepentirse. No se pasen de listos, queriendo saber más que Jesús, e intentado imponer mediante leyes terrenas, y no con la persuasión, como Él, sus doctrinas, aunque consideren ser las únicas válidas. Lo demás no es cristianismo, sino política dictatorial, ambición de poder terrenal disfrazada de religión, clericalismo (“influencia excesiva del clero en la política” según la Real Academia). Algo que todas las personas honestas, empezando por los verdaderos cristianos, deben lógicamente rechazar.
Martín Sagrera, religiólogo