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Legionarios de Cristo: la religión del poder

A pesar del descrédito de Marcial Maciel (1920-2008), cuyos abusos escandalizaron a la opinión pública y a la propia jerarquía católica, el grupo que él creó aún cuenta con el apoyo de sectores acaudalados, que se identifican con su forma de conciliar la devoción con el afán de lucro.

Algunas de esas familias siguen confiando a los Legionarios la formación de sus hijos, no obstante que desde la década de 1990 se difundieron ampliamente testimonios de exdiscípulos de Maciel, de quienes abusó cuando eran adolescentes.

Uno de ellos, Alejandro Espinosa, publicó en la década siguiente el libro El legionario, donde entra en detalles sobre esos hechos y denuncia la doble vida del fundador de los Legionarios de Cristo, comentando incluso su afición a las drogas.

Como un sátiro místico, a la vez que encabezaba un movimiento ultraconservador, enfocado sobre todo a las elites económicas, para las que fundó colegios y universidades, Maciel ejercía una frenética actividad sexual que lo llevó a procrear hijos e hijas que ahora reclaman sus bienes.

En agosto de 2009, el periódico español El Mundo reveló la existencia de al menos seis de esos vástagos: una en España; otra, ya fallecida, en Suiza; otro hijo en Inglaterra, y tres con una mexicana que aún vive, y que reclaman sus derechos.

En la época de Juan Pablo II, el Vaticano protegió a Maciel con tal de no desalentar su activismo contra las libertades sexuales, que abanderaba, con increíble hipocresía, ese personaje de vida tan disoluta.

Quienes conocieron a Maciel durante décadas saben que sus abusos no se limitaban al terreno sexual, sino que gustaba de ejercer el engaño y el sometimiento personal en los diferentes ámbitos de la vida.

Confirmando esos testimonios, a fines de 2009, algunos medios comentaron el bochornoso asunto del plagio de un libro por parte de Maciel. Se trata de una obra de cabecera de los Legionarios, firmada por Marcial Maciel, y titulada El salterio de mis días, que ahora se considera una copia casi total, tanto en contenido como en estilo, del libro El salterio de mis horas, del republicano Luis Lucía.

La hipocresía de Maciel

En 1991, a 50 años de haber fundado la orden de Los Legionarios, que actúa conjuntamente con el movimiento laico de El Reino de Cristo, Maciel firmó una carta dirigida a un importante empresario chileno, país donde los Legionarios tienen influencia, y que han estado publicando como folleto (El Hombre del Reino, México, 2008).

En ese escrito, Maciel dejó testimonio de su propia falsedad y de su tendencia a abusar de los demás, que lo lleva a predicar a sus fieles precisamente lo contrario de lo que él hizo, y a sugerir a los empresarios ligados a la Legión estrategias tramposas para adoctrinar a sus empleados.

Además de reprobar reiteradamente el laicismo, que él considera fuente de los males del mundo moderno, hace hincapié en el rechazo del placer, encarnado en “la figura del hombre que se realiza en la satisfacción de sus apetitos más bajos y egoístas” (p.4). Precisamente lo que él mismo hizo, escudándose en una falsa religiosidad.

Por increíble que pueda parecer, en su escrito (si es que realmente lo redactó él), Maciel reprueba una y otra vez a quienes no ajustan su vida a lo que predican (p. 9), y elogia a quienes no se dejan seducir “por la fascinación de ídolos mendaces como son: la ambición de poder y dominio, aun a costa de atropellos e injusticias; la solicitud del goce desenfrenado de placeres sensuales, envileciendo la propia dignidad personal y la de otras personas que se prestan al juego del dinero y de todas las comodidades…” (p. 12).

Sabiendo que él mismo, además de abusar de varios adolescentes, fue padre de hijos a los que no reconoció públicamente por no convenir a su imagen e intereses, en su carta Maciel proclamaba: “El testimonio de vida del hombre del reino ha de aparecer en su propia familia; ante la esposa (sus amantes, en el caso de Maciel) y sobre todo ante los hijos (…) Sería inexplicable que un padre de familia estuviera seria y santamente comprometido en muchas obras apostólicas, pero no pusiera cuidado de que sus propios hijos se formasen cristianamente” (p. 31).

“Frente a la mentalidad agresivamente hedonista, que busca la máxima satisfacción de los instintos y hace de las personas esclavos de las pasiones, el hombre del reino ha de demostrar a sus hijos la nobleza divina que encierra el cuerpo humano… y ha de enseñarles cuál es el respeto que se debe a la propia persona y a la persona de los demás” (p. 34).

Con la misma lógica de la hipocresía y del abuso, Maciel y los suyos no han tenido escrúpulos para vincularse con empresarios poderosos, incluso a los dedicados a ofrecer la satisfacción de los placeres, motor del consumo en la sociedad capitalista, ofreciéndoles a la vez una fórmula para reconciliar la devoción católica con los intereses materiales.

Consiste en ejercer libremente el abuso económico, base de los grandes negocios, pero a la vez, profesar un catolicismo conservador, entendido como la lucha contra el laicismo y contra las libertades personales que de él nacen.

Por eso, Maciel abiertamente recomienda a los empresarios el perverso negocio de imponer a sus trabajadores creencias religiosas, presentándoles ese adoctrinamiento nada menos que como un beneficio o incluso una prestación legal para ellos.

“Un empresario, por ejemplo, que da trabajo a 100, 400, 2 mil personas, puede, si lo quiere, y con sólo un poco de ingenio, disponer las cosas de tal manera que esos trabajadores reciban una adecuada catequización, y puede ofrecerles, entre las prestaciones ordinarias de la empresa, cursos de formación humana, religiosa y apostólica. De este modo estará contribuyendo de un modo muy concreto y palpable a la transformación cristiana de la sociedad” (p. 37).

Es comprensible que con ideas como esas, los empresarios se acerquen a los Legionarios, para que hagan propaganda conservadora y derechista en sus empresas, a la vez que la orden religiosa puede obtener recursos con dicha catequización, pues no la proporcionaran de manera gratuita.

Fanatismo y negocios en Cancún

Un ejemplo de esa religiosidad ligada al poder y al dinero puede verse en Cancún, que forma parte de la prelatura de Cancún Chetumal, encomendada desde 1970 a los Legionarios, quienes desarrollan allá un fuerte proselitismo, incluso en la zona hotelera donde edificaron el templo de Jesús Resucitado, una gran construcción ubicada en la avenida Kukulcán.

A ella suele acudir una feligresía de alto nivel económico, incluyendo turistas de los complejos cercanos, que escucha las predicaciones conservadoras y derechistas de los legionarios a cargo de la parroquia.

Por ejemplo, la tarde del 25 de diciembre de 2009, un joven sacerdote exponía una homilía abundante en tópicos oficialistas, como la supuesta “lucha contra el narcotráfico” y contra “la inseguridad”.

Juzgaba como una aberración que Beltrán Leyva, el traficante asesinado por fuerzas de seguridad, tuviera en sus aposentos la imagen de la Virgen de Guadalupe, pero no cuestionaba por ejemplo, que Maciel se ostentara como paladín de una forma de vida diametralmente opuesta a la que él mismo practicó.

Ante sus fieles, el cura esgrimía consignas gastadas y falsas, como la frase de que “no se puede salir a la calle por temor a la inseguridad”.

Asimismo, se pronunciaba contra las leyes que, según él, permiten el aborto (como el caso excepcional de la ciudad de México), pues el clero sigue la política de encarcelar a las mujeres que pretenden decidir sobre su propio cuerpo.

Siguiendo la prédica de Maciel contra el Estado laico, el joven legionario aseguraba que “Cristo debe estar en la política, en la economía y en las instituciones” y elogiaba la “doctrina social cristiana” (en otras palabras: voten por el Partido Acción Nacional).

Desde luego, nada dijo el religioso acerca de los abusos de los militares y de la militarización que lleva a cabo Calderón, y mucho menos de las agobiantes cargas económicas que el gobierno federal ha impuesto a los más pobres.

Por si fuera poco, los Legionarios impulsan que en los templos de Cancún, al final de las misas, se lea una oración con contenido oficialistas, donde se usa la figura de Jesucristo como aval del gobierno espurio, con estas palabras: “Te consagramos el país entero, a sus gobernantes, instituciones y ciudadanos”, y se invoca “el ardor por… reconstruir (luego del fraude de 2006) en la fraternidad nuestra patria” (bajo un gobierno militarista y católico).

Aunque oficialmente los legionarios reprueban el hedonismo, sí aceptan el apoyo de empresas importantes dedicadas a satisfacer los placeres ligados al consumo. Tan sólo en la hoja parroquial de ese templo, en su edición en inglés (Parish of the Risen Christ, Weekly Newsletter, no. 26, 25 de diciembre de 2009) aparecen como donantes varios restaurantes conocidos en Cancún (La Habichuela, Mocambo, La Dolce Vita), así como la empresa Royal Resorts, dueña de algunos de los principales conjuntos de tiempos compartidos, y que recibe su clientela principalmente del extranjero.

La suma de la injusticia y la credulidad, de la conveniencia y el fanatismo, permite que los Millonarios de Cristo encuentren en el emporio turístico terreno propicio para sus actividades terrenales.

Edgar González Ruiz

Maestro en Filosofía. Investigador y periodista, especializado en la derecha política en México y América Latina. Ha publicado varios libros, como: La Última Cruzada (2001); Los Abascal (2002); Cruces y Sombras (2006); El clero en armas (2007). En 2005 obtuvo el Premio José Martí; en 2006, el Premio Nacional de Periodismo, de México. Colabora en Contralínea

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