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Las visitas del Papa a España no frenan el declive de la Iglesia

Las uniones civiles rebasan ya a las eclesiásticas pese a los tres viajes de Ratzinger La presencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI no ha incrementado las vocaciones

España se convertirá mañana en el país más visitado por Benedicto XVI. Al menos por unas semanas, hasta que regrese a su Alemania natal en septiembre. Si en el 2006 recaló durante dos jornadas en Valencia para presidir el Encuentro Mundial de las Familias y el pasado mes de noviembre permaneció durante 24 horas en Barcelona para inaugurar la nave central de la basílica de la Sagrada Família, con una breve escala en Santiago de Compostela, esta vez se propone resarcir con creces a los que porfiaban por recibirle en Madrid, la capital política pero también el feudo católico más poderoso del país. Será una estancia de cuatro días dedicados en exclusiva a uno de los públicos de los que la Iglesia anda más necesitada: la juventud. Está por ver cuál va a ser el resultado de la cosecha, pero hasta ahora las visitas de los pontífices a España no han logrado frenar el declive que sufre el catolicismo.

Joseph Ratzinger viene a dar lustre a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), una acontecimiento instituido por su antecesor, Juan Pablo II, en 1985, que antes han acogido ciudades como Roma, Santiago de Compostela, Manila, París, Toronto, Colonia y Sídney, y que congrega cada tres años a millones de jóvenes alrededor de unas jornadas de exaltación católica presididas por el pontífice romano.

RÉPLICA / Hay quien sostiene que el papa polaco pensó a la hora de idearlas en una réplica al Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes (FMJE), que desde su primera edición en Praga en 1947 ha convocado periódicamente a unas pocas decenas de miles de jóvenes de organizaciones comunistas de todo el mundo, aunque de manera intermitente en el tiempo, en lugares como Moscú, Varsovia, Sofia, La Habana y Caracas. Entre otros paralelismos, ambos certámenes cuentan con un himno y un lema. Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe es el lema elegido para la edición madrileña de la JMJ. ¡Por un mundo en paz, por la solidaridad y la transformación social, derrotemos al imperialismo!, clamaba la última proclama del FMJE, celebrado en Pretoria en el 2010.

Benedicto XVI espera «abundantes frutos para la vida cristiana» de ese terreno convenientemente roturado y abonado con su presencia que es la JMJ, en forma de vocaciones sacerdotales que insuflen vida a los alicaídos seminarios y una revalorización del matrimonio católico, que ha perdido el favor de las parejas en beneficio de las bodas por lo civil. Pero la historia desmiente que la presencia del jefe de la Iglesia en la siembra, al menos en tiempos recientes, dé resultado.

La cosecha se malogró en 1989, cuando Karol Wojtyla reunió a cerca de medio millón de jóvenes en el Monte do Gozo, en las afueras de Santiago, con Antonio María Rouco de anfitrión, cuando la JMJ comenzaba a andar. La Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia española da fe de que entre 1982 y 1988 la población de los seminarios españoles creció de 1.801 a 2.034 habitantes, pero la bonanza se interrumpió coincidiendo con la visita de Juan Pablo II a Galicia, cuando se contabilizaron 2.032 aspirantes a sacerdote, una cifra que desde entonces se ha despeñado hasta los 1.227 del 2010.

LA ESPAÑA DEL 2003 /Tampoco hubo remontada alguna en el 2003, cuando en el mes de mayo, con José María Aznar de presidente del Gobierno y el cardenal Rouco al frente del episcopado, Wojtyla realizó su último viaje a España y atrajo a cerca de un millón de jóvenes, según la crónica oficial, hasta el que también será uno de los escenarios emblemáticos de la nueva JMJ, el aeródromo madrileño de Cuatro Vientos, donde el próximo domingo la Iglesia española prepara un acto de adhesión al Papa digno de figurar en el libro Guinness de los récords. En el 2003 los seminarios albergaban a 1.588 candidatos al sacerdocio. Un año después, en el curso 2004-2005, eran 1.524. Al cabo de doce meses, 1.481. Y dos años más tarde, 1.387. Hasta ahora.

El papa alemán tampoco ha logrado enderezar el rumbo de las cosas. Su presencia en el Encuentro de las Familias de Valencia del 2006, cuando en España eran 115.921 las uniones que pasaban anualmente por la sacristía frente a las 87.000 que preferían los juzgados, no impidió que en el 2009 cambiasen las tornas y el matrimonio civil (94.993) se creciera frente al canónico (80.174). Tampoco hay noticias de los réditos del reciente paso de Ratzinger por Barcelona, más allá de agrandar la figura de Gaudí y aumentar la proyección turística de la capital catalana. Claro que siempre quedará la posibilidad de preguntarse sobre cuál sería la situación del catolicismo español de no haber contado con el concurso de los dos últimos papas.

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